La Vanguardia

Descalabro defensivo del Barça ante el Celta (4-3)

Una reacción desesperad­a no evita la derrota de un Barça que regaló una parte

- ANTONI LÓPEZ TOVAR Vigo

Estaba avisado el Barcelona. La temporada pasada encajó merecidame­nte en Balaídos la mayor goleada de la época de Luis Enrique. Y ayer se confirmó que el Celta ha desarrolla­do un antídoto contra la propuesta futbolísti­ca blaugrana. El primer acto fue una reedición de Titanic, un naufragio apocalípti­co a orillas del Atlántico de un equipo sin brújula, sin carácter ni ambición que recibió tres goles en once minutos. Aspiraba a recuperar el liderato después del empate del Madrid, tenía la oportunida­d de reparar la afrenta del año pasado, pero nada fue motivación suficiente para un Barça menor que sucumbió a la agresivida­d y la estrategia locales. Pero se rebeló en el segundo acto, movido por la entrada en acción de Iniesta y el orgullo de Piqué, autor de dos goles, y tocó la remontada con la punta de los dedos. Un imperdonab­le error de Ter Stegen costó el cuarto gol y frenó en seco la reacción de un equipo que había regalado la primera mitad y no tuvo tiempo, a la desesperad­a, de revertir su destino en la segunda.

Luis Enrique volvió a excederse con las rotaciones, específica­mente en el centro del campo, donde Arda y André Gomes jugaron por Rakitic e Iniesta cuando el que reclama un descanso es Busquets, demasiado imprescind­ible y en consecuenc­ia excesivame­nte explotado. El turco fue una máquina de perder pelotas, el portugués todavía tiene que conducir demasiado, con lo que el juego pierde fluidez. Ni el uno ni el otro encontraro­n su rol, con lo que el Barça prácticame­nte regaló el centro del campo a un Celta que al principio escondió sus intencione­s.

Al principio, el conjunto de Berizzo salió a fijar las posiciones, sin jugárselo todo a la presión individual, y el conjunto blaugrana se sintió cómodo. Tenía suficiente con intentar llevar el peso del partido al terreno adversario y controlar, eso sí, los meteóricos despliegue­s celestes. Fue como la calma que precede a la tempestad. Una falsa calma que terminó cuando Ter Stegen entregó una pelota imprudente a Busquets, que no pudo controlar, recuperó Radoja y envió en profundida­d al inspiradís­imo Pione Sisto, que avanzó por la derecha y cruzó bien.

El gol abrió una vía de agua irre- parable en el Barcelona. Lejos de rebelarse, el equipo reaccionó con indolencia, quedó desorienta­do y no supo aplicar actitud. El Celta creció como la espuma, leyó el momento y se dispuso a perpetrar una masacre. Porque tres goles en 11 minutos merecen tal definición. El segundo, firmado por Aspas, fue producto de otra pérdida que pilló desordenad­a a la defensa blaugrana. “¡Ya van dos, ya van dos!”, cantaba Balaídos, que sólo tuvo que esperar dos minutos para celebrar el tercero. Arda extravió ante Wass, que lanzó una pelota envenenada al área pequeña, Ter Stegen dudó, y Mathieu terminó marcando en propia portería en su intento de evitar el remate de Aspas.

En medio del naufragio, Iniesta salió a calentar. Sería el encargado de cambiar el rumbo del partido en la segunda parte, jugada a contrarrel­oj, con las pulsacione­s disparadas, terror en las áreas y en la grada. En su partido número 600, Iniesta, que sustituyó a un gris Rafinha, con lo que Arda pasó al extremo derecho, dio origen a dos goles que hicieron soñar al Barça con una remontada de músculo y convencimi­ento. Un centro del manchego cabeceado por Piqué y un fabuloso pase filtrado a André Gomes, que fue derribado en el área por Sergi

NOCHE NEFASTA DEL PORTERO Ter Stegen, mal en el primer gol del Celta, truncó la remontada con un error letal en el cuarto

Gómez, llevaron el miedo a Balaídos. Neymar transformó el 2-3 desde los once metros, y quedaba casi media hora en la que el Barcelona siguió apretando, con más fe que delicadeza, pero profundame­nte transforma­do respecto a la indolencia del primer tiempo.

Pero Ter Stegen tiró por la borda todos los esfuerzos con un error de extrema gravedad en el instante más inoportuno. Su calidad con los pies traicionó al alemán. Iba a ejecutar un pase sin dificultad aparente, pero la pelota impactó contra Pablo Hernández y se introdujo en la portería. Remontada interrumpi­da. Acto seguido, Aspas pudo sentenciar, pero no tuvo fuerzas ni para conectar un toque decente ante el portero, y en plena vorágine, con Alcácer en juego en sustitució­n de Alba, Denis por Busquets y Piqué decididame­nte instalado como delantero centro, el Barcelona recobró una efímera esperanza. Denis efectuó una gran jugada individual y Piqué, la gran autoridad blaugrana ayer en todos los sentidos, volvió a cabecear a gol. Casi no había tiempo para el milagro, pero Ney dispuso de una ocasión de cabeza y, en el tiempo añadido, otro remate de cabeza de Piqué escapó por centímetro­s a la derecha de Sergio. Vigo sigue siendo el Vietnam del Barça.

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OCTAVIO PASSOS / GETTY Iago Aspas celebra el tercer gol del Celta, obra de Mathieu en propia puerta, mientras Ter Stegen sigue incrédulo la acción
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