Gürtel y los deberes del PP
EL caso Gürtel, símbolo de excesos, derroche, corrupción y aun mal gusto, llegó ayer a los tribunales. Siete años y medio después de las primeras detenciones, la Audiencia Nacional sienta en un banquillo de San Fernando de Henares, en una zona de polígonos, a una galería de acusados muy peculiares y poco habituados a responder de sus actos ante nadie. Y menos ante la justicia, un pilar democrático que puede ser criticado en España por su lentitud pero no por su ceguera.
El trasfondo del caso Gürtel es una cultura política instalada en el Partido Popular –el más vulnerable habida cuenta de su hegemonía política en los años de los hechos– que parecía dopada por la impunidad, los favores personales y la vista gorda ante prácticas indignas de un partido con vocación de representar a la clase media. Lo más probable es que esas sesiones hagan sonrojar a muchos dirigentes del PP y enerven a bastantes votantes que veían esta opción como la mejor garantía de progreso económico, estabilidad y sentido común para España.
La justicia ha actuado sin mirar el calendario político y electoral. De no ser por una sucesión de errores de los restantes partidos, el PP podría ser hoy un partido tocado por el juicio y con serias dificultades para seguir gobernando. El temor de muchos electores a las aventuras ideológicas, la debilidad del PSOE, el distanciamiento de los asuntos de España tomado por los partidos soberanistas y la convicción de que la economía ha dejado atrás lo peor de la crisis han sumado más que la sombra de la corrupción del PP, resumida en este caso Gürtel. Entre castigar al PP y a Mariano Rajoy y el temor a un retroceso de la economía, muchos electores han optado –y optarían– por lo segundo.
El presidente en funciones Mariano Rajoy ha sobrevivido políticamente al caso Gürtel y algún mérito tendrá por ello –aparte de los favores de sus contrincantes–, pero no hay peor noticia para España que dé por zanjado el asunto. Su previsible reelección no es un cheque en blanco a su gestión del caso, o a las prácticas internas del PP y sus singulares tesoreros o a un grado de corrupción “aceptable”. Muchos votantes del PP han mantenido su apoyo más por orfandad que por satisfacción con los suyos.
El presidente Rajoy se encamina a la reelección y tiene por delante la tarea de gobernar con precariedad. Ha llegado el momento –no son tiempos de mayorías absolutas– de hacer limpieza en el seno del PP y reinstaurar los valores, modales y prácticas de la clase media que no les ha abandonado.