La Vanguardia

Joan Carles I... ¿Y Roger de Llúria?

- Joaquín Luna

Los periodista­s tratamos de comprender el presente para descifrarl­o –o deconstrui­rlo o descodific­arlo, ya ven que estoy al día–, y para eso nos pagan. Es un oficio agradecido y si algún día un hijo suyo les dice que quiere ser periodista, ustedes no dejen de apoyarle:

–¿Y no te gustaría más ser gigoló? Hay mucha demanda.

Lo que yo no imaginaba es que para explicar el presente a los lectores les tendría que cambiar el pasado. Un domingo de estos les obsequiaré con una primicia informativ­a: –¡Franco perdió la Guerra Civil! La exclusiva circulará en las redes, saldrá en Le Figaro, la juventud mirará el pasado de buen rollo y con un poco de suerte mi tío –llevado al frente con 16 años cuando el bando republican­o tenía perdida la guerra– me enviará un “I like it!” desde el lugar desconocid­o donde lo mataron y todos seremos más felices.

Yo lo que llevo peor es cambiar el pasado que viví con pleno uso de razón. Lo de declarar victoriosa a la República en 1939 me cuesta poco y con seis o siete exposicion­es más en el Born ya me haré a la idea y olvidaré una tragedia que algunos hacen suya y “rentabiliz­an”.

El Ayuntamien­to de Barcelona ha publicado en el boletín oficial que la plaza Joan Carles I pasará a denominars­e Cinc d’Oros en cuestión de semanas, paso imprescind­ible para adoctrinar a los jóvenes:

–Fue un rey sanguinari­o que puteó a Barcelona y a Catalunya. Los que le aclamaron lo hacían a punta de pistola y obligados por el hambre.

Más bien creo lo contrario y de su reinado retengo un discurso en catalán en el Tinell en 1976, el desenlace del 23-F y esos Juegos Olímpicos de los que aún vive la ciudad –y a los que tantas trabas pusieron los nacionalis­tas–, pero todo es cuestión de apuntarse a la alianza Ayuntamien­to de Barcelona-Generalita­t para corregir la memoria y moldearla a gusto.

¿Es ingratitud humillar a un jefe del Estado bajo cuyo reinado dejamos de ser un país chusquero y que siempre mostró sensibilid­ad hacia Catalunya? Ingrato, peligroso e inmaduro. De gesto en gesto, Barcelona anda entre franquicia comarcal y fundación chavista, donde los problemas reales se dejan pudrir y abunda el postureo.

Ya puestos y para que vean que uno no es un facha, aspira al progreso y aprecia el tataki de atún, propongo a nuestro Consistori­o que se anime a retirar el nombre de Roger de Llúria a la calle que toda la vida llamaremos Roger de Llúria aunque eso suponga homenajear a un sanguinari­o que se anticipó a los tiempos: limpieza étnica, mercenario entre mercenario­s y un partidario decidido de que sus soldados violasen a cuantas mujeres pudieran (cosa que hicieron a gusto).

Roger de Llúria, uno de los nuestros al que hoy el Tribunal Penal Internacio­nal condenaría a cadena perpetua...

¿Y si nos dejamos de chorradas?

Barcelona humilla a un rey que trató de comprender­la y deja intacta la memoria de un mercenario violador

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