La Vanguardia

Esperando la tormenta

Los cayos al sur de Florida esperan al ‘Matthew’ y temen la subida del nivel del mar

- ANDY ROBINSON

Mientras los turistas se hacían selfies en la playa con el trasfondo de un enorme nubarrón oscuro iluminado por rayos en zigzag, Michael, el gerente del café Southernmo­st Beach, en Key West, consultó el Weather Channel. El huracán

Matthew, una mancha color lilanaranj­a en la pantallita de su iPhone que cambiaba de forma como una ameba, se acercaba a la costa sureña de Cuba. En otras partes de Estados Unidos, un huracán de categoría 4 en Cuba no merecería un gesto como el que hizo Michael mientras sacaba su walkie-talkie del cinturón. Pero la Playa Southernmo­st, de Key West, el ultimo cayo de un archipiéla­go de islotes que se extiende al suroeste desde la península de Florida, está a sólo 145 km de La Habana. “Si gira hacia el oeste nos golpea”, dijo. “Si no llegamos a tierra alta, estaremos todos perdidos”.

Eso fue el sábado y, sin duda, Michael exageraba. Con el balance de los siete muertos de ayer, los cubanos, los haitianos y los dominicano­s estaban mucho más perdidos que los turistas en el Southernmo­st que tomaban cócteles mientras se preparaba una sesión de stormwatch­ing (contemplar tormentas). “Te voy a hacer un dark and stormy (oscuro y tormentoso)”, dijo el barman vertiendo ron añejo en un vaso de plástico de cerveza de jengibre.

Pero Key West, donde Hemingway

escribió Muerte en la tarde y Por quien doblan las campanas ,es un lugar irremediab­lemente apocalípti­co. Nadie viene a los cayos sin recordar aquel huracán amenazante de la película Cayo Largo (Humphrey Bogart, Lauren Bacall y Edward G. Robinson). De modo que ahora en la era del cambio climático y las subidas del nivel del mar, ¿quién podía negarle a Michael el derecho de ser agorero? “La última vez que llegó un huracán aquí, la gente bajaba Duval Street en kayak”, añadió en referencia a la calle más famosa de Key West donde los jubilados de excursión desde Orlando se divierten viendo a los Drag Queens y los gogo

dancers masculinos. Ya se sabe que el Matthew no será más que una tormenta en Key West aunque Miami será más perjudicad­o. Pero todo el mundo sabe aquí que las inundacion­es bíblicas llegarán en algún momento del siglo XXI. “Estamos, como mucho, a dos metros sobre el nivel del mar; y sabemos que vamos a tener una subida del mar de entre 18 y 38 centímetro­s; si es 38, sólo quedará el pueblo antiguo”, dijo Chris Bergh, ecologista en la estación de la oe-

ZONAS TURÍSTICAS EXPECTANTE­S Una espada pende sobre urbanizaci­ones de playa, hoteles con famosos y golf CAMPAÑA ELECTORAL El cambio climático brilla por su ausencia en el debate político Clinton-Trump

negé Nature Conservanc­y en Big Pine Key a 30 km de Key West. “Lo que me centró la atención sobre el peligro de las subidas del nivel del mar fue el huracán Wilma en el 2005; cambió por completo el ecosistema y nos dimos cuenta de que sería el precursor del futuro”, añadió Chris Bergh.

La Marina de EE.UU. estableció una fortaleza en Key West en 1836; así que la isla tiene el mejor registro del nivel del mar de EE.UU. Subió 23 cm en el siglo XX. Una subida de 38 cm en este siglo dejarían bajo las agua a todas las urbanizaci­ones, con sus chalés con césped y 4x4 aparcados fuera. Las pólizas de seguro ya incorporan el riesgo en el precio. Ni tan siquiera hace falta que llueva para que haya inundacion­es en Key West. “Cuando hay marea alta, sale agua salada en las calles de la ciudad; cuando yo era joven eso pasaba una vez al año; ahora ocurre cinco veces al año y dentro de unos años serán diez veces al año”, vaticina Bergh.

Pasa lo mismo en Miami Beach, aún más bajo que Key West en algún tramo de sus bulevares hoteleros. Las autoridade­s ya usan potentes bombas para extraer agua de mar de los centros comerciale­s como el Lincoln Raid Mall, donde las botas de hule jamás deberían ser más que un accesorio de moda. La presencia de barreras naturales como lo manglares de los Everglades “será crítica cuando haya huracanes en tiempos de subidas del mar”, dice Bergh. Pero los intereses de la industria azucarera están bloqueando la restauraci­ón de los Everglades.

En todo el sur de Florida, la espada del cambio climático pende sobre las urbanizaci­ones playeras llenas de jubilados de Nueva Jersey, hoteles llenos de celebridad­es y campos de golf de Donald Trump. Las playas (muchas de ellas privadas en Florida) desaparece­n y, al estilo más floridiano, emerge un nuevo sector de negocios conocido con el eufemístic­o

beach renourishm­ent (regeneraci­ón de las arenas), tal y como ironiza Carl Hiaasen, el escritor de novelas negras en su nuevo éxito de ventas Razor Girl ambientado en Key West. “Es un negocio redondo; venden la arena y luego el mar se lleva la playa otra vez y se tiene que comprar más”, dijo Hiaasen, la semana pasada en una conferenci­a en Coral Gables.

El problema de la arena y las inundacion­es se agrava en las playas de Florida por la filtración de aguas tóxicas desde el lago Okichobee, que forman una capa sobre el agua turquesa de la publicidad de Miami que, según The

Washington Post, recuerda a “guacamole con tropezones”.

Es la consecuenc­ia de la decisión de soltar millones de toneladas de agua contaminad­a del lago, que está en su límite de capacidad debido a un exceso de lluvia, que puede o no estar relacionad­o con el cambio climático. La desaparici­ón de las playas y el

mar de guacamole será una anécdota si se inunda la central nuclear de Turkey Point cerca de Miami, una instalació­n de los años setenta y que ya está contaminan­do con agua radiactiva la Bahía de Biscayne. “Es un desastre en ciernes”, dijo Ashley Dawson, de la Universida­d Nueva York .

Pese a todo eso, el cambio climático brilla por su ausencia en el debate político ante las elecciones presidenci­ales en las que Florida puede ser el estado que decida si Trump o Clinton se instalan en la Casa Blanca. “Trump dice que el cambio climático es un bulo de los chinos para sabotear la industria estadounid­ense, y Hillary tiene miedo de que si habla del cambio climático le va a acusar de destruir empleos”, dice Roger Hickey, del centro Our Future en Washington. Pese a su negacionis­mo público, Trump pretende construir un dique en torno a un campo de golf en Irlanda donde la subida del nivel del mar amenaza la calidad de los

greens. El magnate no se atreve a hacer lo mismo en sus campos de golf de élite en Palm Beach y Miami. Sería hipócrita. Al menos, hasta las elecciones.

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FUENTE: Jerónimo Lorente y elaboració­n propia
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DIEU NALIO CHERY / AP Una mujer apresura el paso ante al llegada del Matthew y en Puerto Príncipe (Haití)
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