Visión total al primer toque
Las memorias de Johan Cruyff, 14. La autobiografía (Planeta) mejoran la multitud de libros que se han publicado desde que, entre 1965 y 1974, el holandés se convirtió en el futbolista más influyente de la historia. Con frases y capítulos cortos, el intermediario entre la memoria y el argumentario de Cruyff y los lectores (Jaap de Groot, periodista del De Telegraaf) ha encontrado una voz narrativa eficaz, verosímil y fiel a su capacidad de improvisar aforismos. Con naturalidad, ha simplificado la complejidad técnica y emocional del fútbol y traducido y racionalizado los pensamientos irreverentes de un protagonista con una visión total del mundo y de sí mismo. Cruyff cuenta que ha tenido el honor de ser jugador, técnico y directivo y, revisado retrospectivamente, este legado adquiere, en efecto, una densidad monumental.
Hasta hoy la vida de Cruyff se había contado de un modo fragmentado, bien con indulgencia idolátrica, bien con agujeros negros que propiciaban ignorancias y sensacionalismos voraces. Aquí cierra heridas y aclara malentendidos y se explica en relación a episodios como su ausencia del Mundial de 1978 (a causa de un intento de secuestro que desestabilizó a su familia), las decepciones con personas queridas (Rinus Michels, Piet Keizer, Carles Rexach o Marco Van Basten) u otros episodios polémicos (Núñez, Van Gaal o Rijkaard). Por coherencia con la naturaleza del personaje, es un libro descompensado, con menos texto dedicado a muchos años y mucho texto dedicado a pocos años, sobre todo los capítulos que describen los problemas con el Ajax, contados con un detalle que confirma la voluntad de que el libro interese en Holanda. El Barça, sin embargo, tiene una presencia permanente, desde el relato de su fichaje y la gratitud a un Armand Caraben recordado como la personificación de la astucia y la generosidad catalanista. Es, con diferencia, el texto más completo sobre Cruyff, con listas de mandamientos, onces ideales (con Guardiola), regates al abuso de ego, agradecimientos sinceros, malabarismos numerológicos, confesiones contraculturales sobre la selección catalana, arengas contra la burocratización de entrenamientos y un tono general que evita el rencor sin renunciar a tener, como siempre, la última palabra (aunque eso suponga pagar el peaje de imprecisiones sobre nombres, fechas o hechos objetivamente documentados reinterpretados a su manera).
Los amantes del fútbol encontrarán digresiones fascinantes e irreverentes sobre táctica, métodos de entrenamientos y un espíritu de rebeldía pedagógico que defiende el papel del futbolista contra el oportunismo de financieros y directivos incompetentes. Y, rompiendo una sobriedad que hasta ahora siempre lo había mantenido púdicamente alejado de excesos sentimentales, Cruyff dedica unas páginas memorables a su hijo Jordi (y, por extensión, a toda su familia). Las idas y vueltas entre Barcelona y Amsterdam son constantes y aportan amenidad a un relato que le hace justicia al personaje. Una interpretación visceral bastante extendida y malévola de Cruyff le ha presentado como un caradura vagamente genialoide. Aquí, en cambio, quedan certificados la grandeza contradictoria de su ideario (que incluye la conciencia de ser tozudo y orgulloso) y un carisma basado en las mismas virtudes que definían el Ajax de cuando fue jugador y el Barça de cuando fue entrenador: talento, técnica y disciplina. Con el añadido de entender el error como la mejor gasolina para perfeccionarse en la búsqueda de objetivos siempre valientes, ambiciosos y al servicio de la alegría del público, del placer de los jugadores y, en este caso, de la curiosidad del lector.
Cruyff evita el rencor sin renunciar a tener, como siempre, la última palabra