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El quietismo llega a su fin en la cuestión catalana, y los retos del PSC tras las primarias.
MIQUEL Iceta y Núria Parlon se enfrentaban ayer en las primarias para elegir al líder de los socialistas catalanes. La votación se presentaba muy igualada y así lo confirmó el resultado, con un 54% de votos para el vencedor. Iceta, que alcanzó la primera secretaría del PSC hace algo más de dos años, hizo valer en campaña su experiencia como un valor decisivo en los tiempos difíciles que atraviesa esta formación política. Parlon, alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet desde el 2009, se reivindicó como una apuesta por el cambio y como garantía de supervivencia para el PSC. Pese a los distintos perfiles personales, sus proyectos políticos no diferían en exceso. Al final, los votantes se inclinaron por Iceta, que seguirá al frente de las riendas del PSC.
Estas primarias han llegado en un momento en que el PSC se enfrentaba a dos problemas serios. Por una parte, la recuperación del propio partido, que en pocos años ha pasadodeserlafuerzamásvotadaenCatalunyaaocupar, en las elecciones del 2015, la tercera posición, tras Junts pel Sí y Ciudadanos. Por otra parte, las relaciones entre el PSC y el PSOE atraviesan una fase delicada. Así ocurre, entre otros motivos, porque Iceta apoyó con convicción al después dimisionario Pedro Sánchez. Y, también, porque el PSC de Iceta ha defendido para Catalunya la vía del referéndum a la canadiense, mientras que en Ferraz no quieren ni oír hablar de este tipo de solución acordada.
Históricamente, el PSC se ha presentado como un partido con dos almas. A menudo esto se ha visto como un defecto, como un rasgo de indefinición, de sumisión o de desestabilización, según el analista de turno. Pero también podría verse como una virtud, puesto que no nos referimos a un producto de laboratorio, sino de una sensibilidad polifacética que coincide con la de no pocos catalanes y, por supuesto, con la de no pocos socialistas, incluso tras las fugas registradas en el PSC. Esas dos almas son una realidad que requiere atención.
En este sentido, creemos que el PSOE debe tratar de dar aire al PSC, y en ningún momento tratar de someterle a una disciplina férrea. Primero, porque en Catalunya se ven las cosas más allá del blanco o negro. Y, en segundo lugar, porque las posibilidades de recuperación del PSC requieren la empatía con el electorado catalán, y este difícilmente suscribirá planteamientos que supongan una rendición incondicional al PP, ni que sea por la vía de la abstención en la investidura.
Tanto el PSOE como el PSC deben recordar que se necesitan. Y que harán bien en colaborar en pos de objetivos comunes, reconociendo las diferencias entre ambos y buscando vías de acuerdo y convivencia.