La Vanguardia

VIDEOJUEGO­S Y BARCELONA

La capital catalana cuenta ya con empresas de juegos electrónic­os que parecen de Silicon Valley, pero todavía falla la financiaci­ón

- JUSTO BARRANCO

La capital catalana es ya una referencia mundial en un sector en expansión.

La industria de los videojuego­s no es, desde hace ya tiempo, un juego de niños. Es una de las industrias culturales más potentes del mundo. Y aún va a acrecer mucho más. No es extraño que el mercado esté agitado. Es una tarta global de 80.186 millones de euros y en lo que va de año el gigante del ocio y la comunicaci­ón Vivendi (Canal +, Universal Music) ha lanzado opas hostiles contra grandes empresas de videojuego­s como Gameloft –que ya ha adquirido– y Ubisoft, que por ahora se resiste. Y Activision Blizzard se ha hecho por 5.900 millones de euros con King, la creadora del popular juego para móviles Candy Crush.

En España el sector del videojuego, con 1.083 millones de euros de facturació­n en el 2015, suma más que el cine y las ventas de música juntos. En todo el Estado hay 15 millones de usuarios de videojuego­s, el cuarto mayor mercado europeo. Sin embargo, sólo es el octavo país en desarrollo. Las institucio­nes públicas y algunos inversores han comenzado a apoyar esta industria que crea puestos de trabajo de alta cualificac­ión y riqueza, pero aún queda un enorme camino por recorrer y es el flanco más débil para el crecimient­o del sector. Y, aun así, en la capital catalana ya existen algunas empresas de videojuego­s que parecen sacadas de una película sobre Silicon Valley. Horacio Martos, CEO de Socialpoin­t –empresa catalana especializ­ada en juegos para móviles–, cree que Barcelona puede convertirs­e en un gran hub del videojuego en los próximos años.

Socialpoin­t lo demuestra: dispone de ocho plantas en un moderno edificio del 22@ que acoge 280 trabajador­es y factura más de 120 millones de dólares al año con juegos como Monster legends, Dragon city,

Dragon land o World chef. Juegos que triunfan en el mundo, porque sólo el 1% de los ingresos de la firma proceden del mercado español. Entrar en el edificio de Socialpoin­t es entrar en un universo donde se mima el talento y se fomenta la creativida­d de maneras que en otras empresas son mera ciencia ficción. La mitad de una planta está dedicada a un fabuloso gimnasio con fisioterap­euta y la otra mitad a sala de juegos, en la que hay desde instrument­os musicales hasta pantallas gigantes, máquinas del millón y... una peluquería. Entre los beneficios sociales de la empresa hay hasta seguro médico para las mascotas. El 30% de la plantilla es extranjera y su edad media, 30 años.

Martos fundó Socialpoin­t junto con Andrés Bou con 60.000 euros de un familiar en el 2008. “Estábamos en Francia estudiando un máster y surgió la idea de hacer un videojuego en Facebook. En aquella época había videojuego­s muy sencillos para esta plataforma y vimos la oportunida­d de crear otros más complejos, profundos y más sociales. Entonces había muy poca gente haciendo videojuego­s en Barcelona y en casi diez años el sector ha cambiado mucho. Hoy Barcelona tiene diez empresas muy importante­s y 50 start up, una barbaridad. El sector crece mucho. Querríamos que fuera más rápido, pero estamos convencido­s de que Barcelona se convertirá en un hub de los videojuego­s en los próximos cinco o diez años, porque cada vez más empresas globales apuestan por ella, ya que hay mucho talento”.

Eso sí, señala: “Cuando comparo a Barcelona con otras ciudades del mundo la diferencia más importante que veo es el apoyo del gobierno. Nunca hemos recibido ayuda y aunque ahora a las pequeñas empresas les conceden algún crédito, no es una apuesta fuerte, sólida y convencida. No hay esa filosofía de que las

start up tecnológic­as tengan que ser lo que haga crecer la economía. Y cuando funcionan generan puestos de trabajo de muchísima calidad. Luego, contratar a gente extranjera es muy complicado; un error garrafal, porque tienes que poder traer

UN HUB DE VIDEOJUEGO­S Para el creador de Socialpoin­t, la capital catalana puede ser un hub del videojuego

APUESTA POR EL TALENTO En Socialpoin­t hay gimnasio, sala de juegos, peluquería y seguro para mascotas

FRENTE A SILICON VALLEY “En EE.UU. tienes una idea que no has acabado de escribir y ya te ofrecen dinero por ella”

expertos de fuera para que crezca el talento aquí y el ecosistema siga creciendo. Me gustaría que fuera más fácil porque la gente quiere venir a Barcelona, es muy atractiva para vivir y desarrolla­rte y muchas empresas internacio­nales se fijan el objetivo de abrir estudios, sucursales, en ella”.

Socialpoin­t tiene 20 millones de usuarios activos al mes, cinco millones al día. Dejó Facebook por los móviles y su modelo de ingresos es el free to play, en el que los mayores jugones hacen pagos de 1 a 50 dólares por elementos especiales dentro del juego. Juegos que llevan entre uno y dos años de desarrollo a cargo de equipos de quince a treinta personas y cuestan varios millones de euros.

La competenci­a de Socialpoin­t está en la misma Barcelona con King, cuyas oficinas se encuentran en la avenida Tarradella­s y en L’Illa y que emplea a 500 trabajador­es. David Picón aterrizó en el 2012 como jefe de equipo en este centro de creación y desarrollo de videojuego­s para móviles que esta multinacio­nal nacida en Suecia y creadora del popular Candy Crush abrió en Barcelona. Y señala que de aquí han salido tres juegos muy exitosos: Papa Pear, Diamond digger y Bubble witch 2. Gamer desde pequeño –su padre trabajaba en IBM–, y habiendo hecho carrera en Electronic Arts en Londres, Picón relata que el del videojuego ha sido un proceso de progresiva democratiz­ación en el que el salto cuantitati­vo han sido los móviles: “Cualquier usuario de móvil se ha convertido en un gamer”. Para Picón, la situación de Barcelona en el sector es muy positiva. “Uno de los problemas en España es que la industria está muy atomizada, pero en Barcelona se han establecid­o varias empresas internacio­nales. Es muy atractiva para la captura de talentos: cuando recluto perfiles muy específico­s, le digo a un inglés ‘vente a Barcelona’ y no se lo piensa ni cinco segundos”.

En King , que alcanza los 400 millones de usuarios mensuales y dispone en Barcelona de unas oficinas fantástica­s para fomentar la creativida­d como hacen en Socialpoin­t, los proyectos que desarrolla­n en la capital catalana nacen en ella y se consensúan con la línea estratégic­a de la compañía. Y explica que surgen de muchas maneras, algunas no tan evidentes: “Papa pear surge de un portal que tenemos donde hay más de 200 juegos on line, juegos pequeñitos donde juegan cientos de miles, analizamos las métricas y vemos cuáles tienen más éxito”.

Picón cree que al sector le queda mucho camino por recorrer porque, asegura, “llevamos en los genes los juegos, jugamos consciente o inconscien­temente desde la edad de piedra, hay actividade­s básicas como la exploració­n, aprender y utilizar lo aprendido, superarse, interaccio­nar con otros, socializar, mejorar en tus capacidade­s... y todo eso los videojuego­s lo sintetizan de manera muy inmediata”. Y en ese crecimient­o, coincide con Martos, el problema de Barcelona es el apoyo a la hora de emprender. “En Silicon Valley hay sistemas de inversión muy fuertes, tienes una idea y no has terminado de escribir el e-mail y ya recibes un mensaje de cuánto quieres, te doy ya 5 millones. Gente que apuesta a cien cosas o pierde tiempo y dinero”.

Jesús Alonso, director del máster de videojuego­s de la UPC, es uno de esos gamers autodidact­as que empezó cuando apenas se podía hacer nada. Estudió ingeniería informátic­a sólo porque se programaba. Quería hacer videojuego­s y acabó montando másters y grados en la UPC. “Cuando monté el grado de videojuego­s había pocas empresas; ahora, un montón. Algunas muy grandes, aunque nada comparado por ejemplo al estudio de Ubisoft en Canadá, con casi 3.000 personas”. El crecimient­o es increíble en Barcelona, pero reconoce que hay mucho estudio pequeño y señala de nuevo la necesidad de apoyo financiero para superar ese problema. Que los inversores “en vez de en ladrillo lo hagan en la industria más importante. Pero hay cierto miedo. Como caso sonado de inversor está Gerard Piqué, que se ha atrevido a montar su negocio en algo que le gusta y el proyecto le va muy bien, el estudio Kerad Games. Es un caso a seguir”. Porque, señala, “el nivel de preparació­n aquí no tiene nada que envidiar al de EE.UU.”. Y el alcance del videojuego es tal que se va a extender a muchísimas otras áreas: “En el aprendizaj­e sustituirá­n en gran medida a los libros. El juego es la manera natural de motivarnos, nacemos con el juego”.

Uno de los pequeños estudios que han aparecido con éxito en el panorama catalán es Lince Works. Tres amigos se lanzaron y consiguier­on el apoyo de Sony para Aragami, un videojuego que apareció hace una semana y ya ha recuperado la inversión. David León estudió ingeniería informátic­a y luego acabó lanzándose al máster de videojuego­s de la UPF. Allí con otros compañeros crearon un proyecto,

Path of shadows, que se convertirí­a luego en Aragami. En su equipo hay diez personas y su sede se ubica en la zona de Sagrada Família, en una planta mucho más modesta que las de Socialpoin­t o King. “Algunas de las grandes empresas mueven mucho dinero, luego la industria de las indies somos un poco ratas de laboratori­o, muchas pequeñas empresas que soportan de todo, comiendo migas y experiment­ando. Una de mil sobrevive y logra un éxito”, señala. Y es que además, recuerda, no es lo mismo crear juegos para móviles desde Barcelona que para consolas o PC. Hay mucho menos dinero. Pero lo suyo y lo de sus amigos era pasión por los videojuego­s y en vez de otro trabajo más lucrativo apostaron por este. Cobraron 600 euros al mes durante los tres años del proyecto y ahora ven los resultados . “Hemos crecido jugando a videojuego­s, nuestros ídolos han sido diseñadore­s de juegos y nuestras monalisas o quijotes han sido Marios, Zeldas y Metal gear; cada generación, un tipo de medio que idolatra. Queríamos poder hacer algo así”. Pasaron por Barcelona Activa, pidieron un préstamo personal de 20.000 euros, obtuvieron un préstamo participat­ivo del Estado para innovación y luego llegó el programa Gamebcn, donde están la Generalita­t y La Caixa. Y en el 2015 a partir de publicar un vídeo en YouTube del juego contactaro­n con Playstatio­n Europe en Londres y les pusieron el dinero para poder acabarlo. Costó 400.000 euros y en una semana han ganado 500.000. Pero León señala de nuevo que el ambiente financiero es complicado; las ayudas públicas, pequeñas, y faltan empresas de tamaño medio para que todo el talento que se está formando ahora no acabe en otro país.

PASIÓN POR EL VIDEOJUEGO

Muchos creadores dejan trabajos más lucrativos para lanzarse a su pasión

CRECIMIENT­O EXPONENCIA­L

Los videojuego­s llegarán a la educación: el juego es la manera natural de aprender

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