La Vanguardia

Brumario

El PSOE facilitará dentro de quince días la investidur­a de Mariano Rajoy, pero lo hará con grandes dificultad­es internas. El cisma en el Partido Socialista no está resuelto y la comisión gestora puede durar tiempo.

- Enric Juliana

Ella, la dama de rojo, sonríe satisfecha, muy satisfecha, mientras el jefe del Gobierno le estrecha la mano. Él, el introverti­do ingeniero de minas, encaja el saludo del presidente en funciones con gesto distante y apesadumbr­ado. Ella, eufórica, relaja el rostro en señal de complicida­d. Él, preocupado, esquiva la mirada. Ella desea exhibirse. Él quisiera ser invisible. He ahí las dos imágenes de la semana política española, servidas por Juanjo Martín, fotógrafo de la agencia Efe.

Ella hace tiempo que esperaba ese momento: ¡acudir al desfile del 12 de Octubre en Madrid con la vara de mando del partido! Poder exhibir, toda de rojo, la llave de la investidur­a. Él segurament­e temía ese momento –el momento de saludar al rival después de la escabechin­a en el comité federal–, sabiendo que la vara del partido también acabaría en sus manos. Ella se muestra radiante. Él parece angustiado. Él y ella dirigen desde hace quince días el Partido Socialista Obrero Español y dan señales de vivir la nueva experienci­a de manera muy distinta. El lenguaje del cuerpo pocas veces engaña. Ella se cree depositari­a de la esencia histórica del partido. Él también. Ambos tienen razón: Andalucía y Asturias han sido fundamenta­les en la historia del PSOE. Ella, eufórica e impetuosa, va a por todas. Él, retraído y calculador, no querrá ser su sirviente. Ella quiere mandar. Él también.

Javier Fernández, presidente de la comisión gestora del Partido Socialista, y Susana Díaz, líder de la federación más fuerte, no van a escribir una historia de amor después de haber clavado el

piolet en la aventura supuestame­nte izquierdis­ta de Pedro Sánchez, Verónica Fumanal y César Luena. Son personas muy distintas y representa­n intereses diversos en la intrincada foresta del socialismo español. Observemos los dos personajes con más atención.

Díaz tiene detrás la organizaci­ón más poderosa del PSOE –en realidad, la única organizaci­ón poderosa del PSOE–, ha enviado a Madrid a su más hábil zapador, Mario Jiménez, secretario de organizaci­ón de la comisión gestora, conocido en Andalucía como el killer; dispone de puntos de apoyo en casi todas las federacion­es, cuenta con el sostén incondicio­nal del expresiden­te José

Luis Rodríguez Zapatero, y recibe cada día el aplauso de la prensa conservado­ra de Madrid, puesto que nadie como Susana pronuncia hoy con más gracia la palabra España.

No es broma. La burguesía de Estado de Madrid está enamorada de ella. Su olfato les dice que esa mujer de verbo fácil puede ser un buena barrera de contención ante las furias juveniles que canaliza Podemos y el cisma catalán, con reverberac­iones en toda la España del Este. (Valencia comienza a insubordin­arse.) La Brigada Aranzadi no es suficiente para los retos que vienen. Hace falta discurso. Hace falta pueblo. La España central manda, pero no sabe ser persuasiva. El alma española siempre ha necesitado alimentars­e de Andalucía. En los momentos complicado­s, sólo un andaluz hábil y con instinto sabe conectar lo de arriba con los de abajo. Un Felipe González sólo podía salir de Andalucía. Susana Díaz aspira a jugar ese papel cuarenta años después. Esa es su ilusión. Y puede que también sea su fantasía. Un liderazgo nacional-popular para apuntalar la España en crisis y asegurar la superviven­cia del Partido Socialista Obrero Español: ese es el programa de la dama de rojo.

Pero no todos los conjurados de Benavente creen que la dirigente andaluza sea capaz de superar la brutal brecha generacion­al que separa al PSOE del 2016 de los sectores más inquietos de la sociedad. El voto de las grandes ciudades, los jóvenes abocados a la precarieda­d, las nacionalid­ades, los catalanes, los vascos, los navarros, los gallegos, también muchos valenciano­s y baleares... todos los ámbitos en los que el Partido Socialista ha encogido de manera más exagerada... Los conjurados de Benavente sólo se pusieron de acuerdo en clavarle el piolet a la cordada de Sánchez antes de que fuese tarde.

(En Benavente, provincia de Zamora, se reunieron el pasado 23 de septiembre los principale­s opositores al anterior secretario general para preparar el plan de ataque después de las elecciones gallegas y vascas. En Benavente se fraguaron las tremendas escenas de hace quince días en la calle Ferraz de Madrid: ¡“Ahora la autoridad soy yo”!)

No todos los que han provocado la caída de Sánchez y su equipo son incondicio­nales de Susana Díaz. Conviene retener ese dato. Una parte del partido y de la vieja guardia quiere tiempo para explorar otros posibles liderazgos, más competitiv­os en la España urbana. Un rostro joven que actúe de revulsivo. Algunos estarían dispuestos a apostar de nuevo por el vasco Eduardo Madina. Otros apuntan al joven sociólogo aragonés Ignacio Urquizu, diputado por Teruel, que empieza a dar a conocer sus ideas. El PSOE, sostiene Urquizu, tiene la imperiosa necesidad de volver a conectar con los sectores más dinámicos y creativos de la sociedad.

Díaz en la secretaría general para compactar la base tradiciona­l del partido y un rostro nuevo en los carteles electorale­s para reconquist­ar a los votantes que se han fugado a Podemos y Ciudadanos. Una política de oposición inteligent­e, para seguir desgastand­o al Partido Popular, sin provocarle una asfixia que justifique una pronta disolución del Parlamento, el arma que tendrá Mariano Rajoy en las manos cuando sea investido. No se trataría tanto de virar a la izquierda, como de aproximars­e eficazment­e a lo “nuevo”. ¿Aún dispone el PSOE de tiempo histórico para ello? Todo indica que Podemos no va a moderarse en los próximos meses. Pablo

Iglesias está ganando el debate abierto con Íñigo Errejón y quiere afianzar a Podemos como el partido de los de “enfrente”, el partido de la protesta social, porque se huele una legislatur­a corta. Podemos hoy no quiere ser el nuevo Partido Socialista. También conviene retener ese dato.

El PSOE necesita tiempo y Javier Fernández es el hombre más adecuado para gestionar la espera. Ingeniero de minas, aprendió pronto a moverse entre las galerías que comunicaba­n el partido asturiano y el poderoso sindicato minero SOMA-UGT, hoy decaído. No soporta a Podemos y tiene verdadera alergia al fenómeno soberanist­a catalán. Anticomuni­sta. Socialista templado español. Prietista, podríamos decir. Paciente, tenaz, retraído, metódico. Anticíclic­o, jamás expresará una idea con 140 caracteres. Tiene a su lado a Alfredo Pérez

Rubalcaba. Fernández también está moviendo sus fichas en Madrid y ha colocado a Vicente Álvarez Areces, expresiden­te del Principado de Asturias, al frente de los senadores socialista­s. El veterano Tini Areces, provenient­e del PCE de Santiago Carrillo, experto en todo tipo de conspiraci­ones, le debe fidelidad.

A la nueva diarquía socialista le espera una semana muy complicada. Fernández y Díaz aún no tienen compactada la abstención socialista en la investidur­a. El PSC se resiste y bajo el paraguas catalán se quieren colocar todos los demás disidentes. La reelección de Miquel Iceta al frente del PSC garantiza que no habrá ruptura entre Barcelona y Madrid. Pero Iceta no puede dar en una semana el paso de baile hacia la abstención. Las cruda confesión de Francisco

Correa en el juicio del caso Gürtel no ayuda a disciplina­r al PSOE, como quisiera el grupo andaluz.

Viene Brumario, el segundo mes del calendario revolucion­ario francés (del 22 de octubre al 22 de noviembre), en el que el orden finalmente se impuso. Brumas, neblinas y nubes bajas.

UNA SEMANA DECISIVA La gestora del PSOE tiene muchas dificultad­es para compactar la abstención LA GOTA QUE COLMA EL VASO Las declaracio­nes de Correa en el juicio Gürtel han sido ácido sulfúrico LOS CATALANES El PSC de Miquel Iceta se convierte en paraguas de todos los disidentes LA ANDALUZA Y EL ASTURIANO Díaz quiere mano dura en el PSOE; Fernández no será su sirviente

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JUANJO MARTÍN / EFE Mariano Rajoy saluda a Susana Díaz antes del desfile del 12 de Octubre
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JUANJO MARTÍN / EFE Mariano Rajoy saluda a Javier Fernández antes del desfile del 12 de Octubre
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