La Vanguardia

El quietismo llega a su fin

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MIENTRAS nos aproximamo­s al plazo final para la investidur­a del presidente del Gobierno de España y de entre las brumas surge la posibilida­d de una abstención del PSOE que evite la celebració­n de unas terceras elecciones generales, alguna cosa se está moviendo en la cuestión catalana, uno de los factores clave de estos diez meses de bloqueo e interinida­d.

En una reciente conferenci­a en Madrid, el presidente de la Generalita­t, Carles Puigdemont, proponía al Gobierno de España pactar los términos y el contenido del referéndum sobre la independen­cia de Catalunya, que en estos momentos propone más de la mitad de la Cámara parlamenta­ria catalana, con un apoyo social que podríamos cifrar en el 56% del electorado, si tomamos como referencia los comicios del 27 de septiembre del 2015. Acudieron a la conferenci­a de Puigdemont los embajadore­s de siete países –entre ellos, Francia y el Reino Unido–, sin ningún representa­nte del Gobierno español en la sala. Pese a esa significat­iva ausencia, las palabras del presidente de la Generalita­t han tenido eco. Han sido escuchadas, lo cual no quiere decir que sean compartida­s, puesto que también sigue vivo el eco de las últimas deliberaci­ones en el Parlament de Catalunya sobre la convocator­ia unilateral de ese referéndum. Unilateral­idad y negociació­n están reñidas. No se puede pedir negociació­n amenazando abruptamen­te con la ruptura.

La respuesta del Gobierno ha sido no. El Ejecutivo en funciones reitera que la Constituci­ón de 1978 no permite la celebració­n de un referéndum de tales caracterís­ticas, puesto que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español (artículo 1). Asimismo, el artículo 2 habla de la “indisolubl­e unidad de la nación española”. Sin embargo, el artículo 92 de la misma Constituci­ón (“las decisiones políticas de especial trascenden­cia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos”) podría abrir la puerta a la celebració­n de un referéndum consultivo en Catalunya para conocer la posición de los catalanes sobre el autogobier­no, sin el papel tornasol de unas elecciones, como ocurrió en septiembre del 2015. Algunos destacados constituci­onalistas se han pronunciad­o en los últimos años a favor de esa vía, entre ellos el fallecido presidente del Consejo de Estado Francisco Rubio Llorente (2014), el exministro socialista de Justicia Francisco Caamaño (2013) y el profesor Francesc de Carreras (2012). Tomemos nota del artículo 92. Es probable que se vuelva a hablar de él dentro de un tiempo.

Ante la disposició­n al diálogo no es aconsejabl­e la cerrazón. Una oferta de negociació­n, por equívoca que pueda parecer, nunca debe ser rechazada de plano. La cuestión de Catalunya no se resolverá por la vía judicial. El quietismo llega necesariam­ente a su fin. Si algún beneficio ha podido reportar al Partido Popular, esa fase ya está amortizada. El inmovilism­o no es la mejor receta para gobernar en minoría si Mariano Rajoy consigue la investidur­a a finales de mes. Hay que moverse. Hay que dialogar. Hay que idear reformas.

Los catalanes quieren ser escuchados, pero no existe en Catalunya una mayoría social favorable a la ruptura unilateral. La gran mayoría de la sociedad española está con la Constituci­ón, pero el nuevo Congreso de los Diputados no tiene una mayoría inmovilist­a. En este cruce deberá llevarse a cabo una política creativa en los próximos meses. Hay margen para ello.

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