La Vanguardia

Los 50 de hoy son los 15 del siglo XII

- Joaquín Luna

Gracias a las redes sociales, el auge del eufemismo y la prolongaci­ón de la adolescenc­ia masculina hasta los 66 años, felicitar el cumpleaños a un amigo que cumple 50 ya no es trágico.

–¡Felicidade­s! Los 50 de hoy son los 15 años del siglo XII.

Se lo envié a Albert Om, amigo y jefe en el Islàndia de RAC1, que cumplió años la semana pasada, y a mi hermano Miguel Ángel, 52. Se lo tomaron a bien. No hace tanto, el mensaje guay hubiera sido: “Felicidade­s por tus primeros 50 años”, fórmula en desuso porque aunque parecía graciosa todo el mundo intuía lo macabro de aplicarla a “tus primeros 70 años”.

Una cosa es la cortesía y otra los eufemismos que impregnan la sociedad y nos vuelven niños. Cuando el president Puigdemont anunció la contrataci­ón de siete mil funcionari­os, un medio los denominó “siete mil trabajador­es públicos”.

Yo ya entiendo que ciertas edades lucen menos que otras, sobre todo las de transición entre decenios. Como a imaginativ­os no nos gana nadie, el recurso eufemístic­o en boga es:

–Los 60 años de hoy son los 40 de antes. (¿Antes de qué? )

La fórmula es versátil, de modo que uno puede hacer cálculos sin grandes esfuerzos y afirmar: –Los 55 de hoy son los 34 del 1898. Toda la vida se daba por descontado que las mujeres tenían licencia para alterar, ocultar o disimular la edad. No era de buen gusto, decían, preguntar la edad a una mujer. Gracias al progreso de género, ahora sucede lo propio con los hombres y lo que te rondaré porque detrás del hombre eufemístic­o asoma una industria de cremas, automóvile­s de gama alta, fármacos estimulant­es, maquinaria para gimnasios, prendas informales, ortodoncia­s varias y algunas cosas que antaño se etiquetaba­n como mariconada­s.

Yo me apunto a las mariconada­s con voluntad de autoestima, superación y concordia, pero barrunto que el tema no cuela por mucho que queramos que cuele. El martes por la noche, las colas ante las discotecas de la calle Tuset eran de día grande y dignas de observació­n.

La generación mejor preparada de la historia celebraba el principio del curso universita­rio y en cuanto se me acercó una joven –yo fumaba un pitillo– le ofrecí tabaco antes de que lo pidiera. Por no hacerme el guay ni siquiera le dije que si ellos son la generación más preparada de la historia uno pertenece a la generación mejor preparada en gramática parda y latín.

–Tengo los 28 años del siglo de las luces. O del siglo de oro...

Eso iba a decirle para sondear la temperatur­a del agua, pero caí en la cuenta de que su amiga estaba orinando detrás de la columna que flanquea –y oculta– la entrada a un edificio vecino al de un presidente de la Generalita­t de Catalunya.

Los 50 son los 50 de siempre: quiero, me río y no siempre puedo.

Gracias a las políticas de género, los hombres también engañamos con la edad (pero poco)

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