La Vanguardia

Rehacer la propia vida

- Llucia Ramis

Una pareja corta. O rompe. O se separa. Acaba con su relación de pareja. Tal vez lo pasan mal, o a lo mejor se han quitado un peso de encima. Eso no lo sabemos, ni sabemos cuáles son las razones por las que ya no están juntos. Podemos inventar motivos: una infidelida­d, diferencia­s irreconcil­iables, aburrimien­to (casi siempre es por aburrimien­to, la ficción nos ha educado para otra cosa). Uno no se reconoce con dos hijos pequeños, ni reconoce a la persona con la que se divertía tanto, convertida de repente en alguien que sólo está pendiente de esos niños. O uno quiere hijos y el otro no. Tanto da. Lo suyo se acabó.

Pasado un tiempo, uno de los dos empieza una nueva relación. Entonces sus allegados comentan: “Ha rehecho su vida”. Es una frase rancia y horrible, referida a esta cuestión. Pero ahí sigue. Aún en el siglo XXI, a ojos de la sociedad, el afortunado es el que vuelve a emparejars­e. El otro, pobrecillo, se quedó solo con su vida deshecha. Da igual que por fin tenga tiempo para leer tranquilam­ente sin que nadie le diga que ya es hora de cenar, o que pueda ver en la tele la basura que le dé la gana, o que salga con quien quiera o se quede en casa, en un mundo cada vez más diseñado para personas solitarias.

La sociedad, aunque individual­ista, sigue con los viejos tics, y se preocupa por el futuro de esos solteros de cuarenta años. ¿Qué harán cuando no puedan pagarse el alquiler, si tienen sueldos de eternos becarios? ¿Y quién los cuidará cuando caigan enfermos? Porque con hábitos tan despendola­dos, sin que nadie les controle la dieta ni las noches, es obvio que acabarán mal. Hay que conseguirl­es un ligue que los cuide y los entretenga. La soltería sigue identificá­ndose con un estado involuntar­io. Con un estado de inmadurez.

En cambio, el que re-hace su vida, hace su vida otra vez, repite lo que ya hizo. Vuelve a casarse con una pareja divertida. Vuelve a tener hijos con esa pareja. Esa pareja deja de parecerle divertida en cuanto tienen hijos. Y ahora ya son cuatro críos. A ver cómo concilias esto con tu trabajo, tu tiempo libre y la economía familiar.

Yo prefiero seguir haciendo mi vida, que no es lo mismo que rehacerla. Cuando salgo con alguien, la sociedad exclama: “Qué bien, menos mal, a ver si es el definitivo”. Cuando lo dejamos, la sociedad consuela: “Ya llegará el definitivo, no te preocupes”. Pero ¿para qué quiero yo uno definitivo? Sólo echo de menos un cónyuge cuando tengo gripe, lo que me hace pensar que lo que quiero en realidad no es un cónyuge, sino un mayordomo que me prepare sopa. La sociedad comenta que mis ex han rehecho su vida, como si se hubieran quedado deshechos después de lo nuestro, que no es verdad. Para la sociedad, yo soy la perdedora frente a esos ex que ahora salen con otras. Mientras que, para mí, las que salen perdiendo son esas chicas que los tendrán que aguantar.

Para la sociedad, yo soy la perdedora frente a esos ex que ahora salen con otras

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