La Vanguardia

Horizontes de grandeza

- Norbert Bilbeny

La situación actual de la política en Catalunya y España nos ha hecho recordar con nostalgia la película Horizontes de grandeza, un western clásico de 1958. Casi tres horas de gran cine de la mano de William Wyler y la figura de Gregory Peck como encarnació­n de la grandeza frente al rencor y el alma miserable. Grandeza de ánimo es magnanimid­ad, y pequeñez de ánimo es mezquindad. Mi héroe de joven, Albert Camus, premio Nobel de Literatura y lúcido intelectua­l, dijo que en la vida –y él venía de familia pobre y analfabeta– todo lo había aprendido del fútbol, al que era aficionado, antes de darse al teatro y la escritura. Pero mi héroe de niño podía ser cualquier sheriff valiente, vaquero abnegado o elegante capitán del séptimo de caballería salido de las “películas del Oeste”. Aquellas en que nos sumergíamo­s cada semana, para salir del cine de barrio dispuestos a ser héroes.

Después cayó en nuestras manos la Ética de Aristótele­s y vimos el retrato de Gregory Peck, Ulysses Grant y el propio Albert Camus –que reposa entre hinojos y jacintos en la Provenza– en la descripció­n que hace el gran estagirita del ciudadano dotado de megalopsyc­hía, es decir, de magnanimid­ad o grandeza de ánimo. Al leer estas y otras páginas, uno prefiere equivocars­e con Aristótele­s antes que acertar con cualquier otro maestro. Porque a la vista de nuestro personal político, de Fisterra al cabo de Gata y de Ayamonte al Cap de Creus, no sólo nos da, irreprimib­les, por pedirle: cumplan de una vez con su deber, sean responsabl­es. Sino rogarle: tengan un poco de grandeza, no miren sólo por sus intereses ni se midan por sus pasiones. Deben actuar con magnanimid­ad. Que sus pretension­es sean, como dice Aristótele­s, “conforme a sus méritos”, y si no, que cedan el testigo a otros. Porque la virtud de tener un alma grande, no ridícula y corta de miras, “tiene por objeto grandes cosas”. Y cuando alguien es digno de cosas mayores, este es el “mejor de todos”, concluye el sabio.

En este año que nos aguarda antes del anunciado referéndum por la independen­cia de Catalunya se requiere dicha obertura de ánimo para pensar en el bien de todos y no sólo de los nuestros, estemos del lado que estemos. Y para España, igual: en el bien del conjunto, pero no menos en el de las partes de que está compuesto, y recordar que si se daña a una de estas todo el cuerpo se resiente. Política en grande. Mucha magnanimid­ad es lo que va a hacer falta.

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