“Hola, soy tu abstención”
Ha sido la foto más esperada de la celebración oficial del 12 de Octubre en Madrid, menos para algunos emocionados por ver a la nueva cabra de la Legión envuelta con los colores del infame Millán-Astray. Mientras sobre el asfalto se añadía caspa a una celebración que se insiste en vestir de épica, todas las miradas se dirigían al saludo del candidato Mariano Rajoy y la presidenta andaluza, Susana Díaz, impaciente por dirigir el PSOE lo antes posible.
La andaluza se presentó en Madrid vestida de rojo de los pies a la cabeza, como para imponer con un color llamativo la rotundidad de su triunfo ante el tenaz Pedro Sánchez. El mejor pie de foto lo leí en Twitter, del genial Javier Durán, guionista de Buenafuente: “Hola, Mariano, soy tu abstención”, jugando con un spot de una marca de compresas y la deseada abstención socialista que ratificará de nuevo a Rajoy en la Moncloa.
No está aún todo el juego repartido. Catalunya, Baleares y algunas voces disidentes aquí y allá en el mapa federal socialista garantizan que quizá Susana y los suyos no tengan el paseo triunfal a toque de corneta que les gustaría. Pero me atrevería a apostar que el líder popular tiene garantizada la reelección. Y que no le será difícil gobernar con sus principales contrincantes, socialistas y ciudadanos, debilitados. Las agrias y duras críticas que surgirán de Podemos le engrandecerán a ojos de sus votantes y de los más moderados. Y, con un poco de suerte, en dos años adelanto electoral y una cómoda mayoría. Un periodo suficiente para poderse colgar alguna medalla sin cometer graves errores, pero demasiado corto para que los competidores resuelvan sus problemas y poderles pillar con el pie cambiado ante las urnas.
Además, seguro que Catalunya le podrá regalar aún más oportunidades para tapar el juicio por la Gürtel, las tarjetas black de Bankia y el rosario de causas judiciales que esperan a un buen número de antiguos representantes del PP. Tapar todo el hedor a corrupción y las gravísimas acusaciones de financiación ilegal bajo una tonelada de banderas españolas. Las banderas acostumbran a ser un telón muy conveniente para esconder miserias, debilidades y pecados.
La duda está en saber hasta dónde está dispuesto el Partido Popular a llevar el problema de Catalunya. ¿Cárcel? ¿Inhabilitación? ¿Un pelotón de la Guardia Civil? De momento la Fiscalía, a quien el Tribunal Constitucional pasó la patata caliente que el Ejecutivo quería que pelara y troceara, está siendo bastante prudente. Esta semana el caso Piqué, que podía parecer en un principio un ejercicio más de periodismo cavernario y cuartelero, además de un calentón en Twitter dirigido por un reducido grupo de garrulos de ForoCoches, ha acabado avergonzado a muchos en Madrid. El daño causado durante décadas por políticos oportunistas y periodistas vendidos o comprados empieza a hacerse demasiado visible. La guinda: cuando se hace una encuesta en la calle durante una entrevista al socialista Miquel Iceta preguntando por un posible presidente del Gobierno homosexual y catalán. Respuesta: “¡Homosexual, pase, pero catalán... ¡nunca!”. España empieza a ser un país enfermo de odio. Y por aquí en Catalunya tampoco nos escapamos de ese mal.
Catalunya, Baleares y voces disidentes garantizan que quizá Susana y los suyos no tengan el paseo triunfal que les gustaría