La cabra es la clave
DESFILE. Una cabra puede ser míster share. Con más precisión: animal share. Nos gusta ver desfilar a una cabra. Lo hemos constatado el pasado miércoles con la transmisión televisiva del desfile de las fuezas armadas en el día de la Hispanidad, Fiesta Nacional, a través de La 1: esas imágenes obtuvieron un 34% de share, cuota de pantalla estratosférica que ya querrían para sí todos los programas, una audiencia superlativa digna de gran final futbolística, de magno evento deportivo. La clave de este éxito televisivo es la cabra, estoy seguro. Nos gusta ver desfilar a la cabra. La cabra de la Legión. Que no es cabra, sino carnero. Ese pico de audiencia, pues, no se debe a la presencia de la familia real mirando al cielo en busca de los aviones de caza perdidos en la niebla, ni a la presencia de las autoridades políticas, ni a los bruñidos tanques, ni a los aseados soldados. Se debe al rozagante espécimen de caprino, un carnero de cuernos pintados de purpurina dorada. Los cascos de sus pezuñas lucen también sobredorados. Pan de oro para el cabrón pánico, convertido en emblema de una España ensimismada en su trote. El carnero ondula una larga cola que diríase una extensión añadida a lo drag queen, posibilidad confirmada por su lomo ornado de oropeles y el rutilante manto azul y oro de Millán-Astray, el fundador de la Legión. MillánAstray fue el general cíclope que clamó “¡Muera la inteligencia!” en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936: el pasado miércoles se cumplían exactamente 80 años de aquella montaraz proclama, porque la cabra tira al monte. Y aquel mismo día de hace 80 años, el escritor Miguel de Unamuno le dijo a Millán-Astray a la cara, insumiso, aquello de “Venceréis, pero no convenceréis”. ¿Qué ha quedado ochenta años después de tan agrio y fratricida careo? Una cabra. Nos queda la cabra, una cabra en televisión. Una cabra que avanza a buen paso. Miramos esta cabra con una ambivalente mezcla de emociones, desde la curiosidad hasta el escalofrío, desde el fervor patrio hasta el morbo cómico. Pero, por la razón que sea, miramos desfilar a la inmortal cabra, como si asistiéramos a la sucesión de las generaciones. España está ente el cabreo y una cabra.
ORO. El rosco de Pasapalabra (Telecinco, tarde) suele ser el minuto de oro del día televisivo: en alguno de sus momentos concita al mayor número de telespectadores de la jornada. Será porque asistir al desafío del tiempo y la sapiencia es atrayente para el pueblo mortal. Nos fascina que alguien plante cara al segundero con la espada del léxico memorizado. Nos cautiva ver cómo alguien convierte su cultura en dinero, algo tan inverosímil. Pero es una metáfora fabulosa, y muy valiosa: la incultura te encierra en una jaula cuyos barrotes sólo puede serrar la lectura, dijo Simone de Beauvoir. Y Pasapalabra lo convierte en realidad, como en su día El tiempo es oro y, siempre, Saber y ganar. Esta semana, un concursante ha ganado 1.800.000 euros en Pasapalabra, lo que quizá ha animado a más de un telespectador a abrir el diccionario y ponerse a estudiar palabras.
El 12 de octubre de 1936, Millán-Astray clamó “¡Muera la inteligencia!” ante un insumiso Unamuno