La Vanguardia

Poeta de lo cotidiano

- LOUIS STETTNER (1922-2016) Fotógrafo estadounid­ense PABLO CUBÍ

Hasta hace justo un mes, el Centro Pompidou exponía una colección de fotografía­s, de Nueva York y París, que recogía la evolución en los estilos de vida y arquitectu­ra de ambas ciudades, contrastán­dolas. Era el perfecto resumen de la obra de Louis Stettner, uno de los grandes fotógrafos del siglo XX, fallecido el pasado jueves a los 93 años.

“Brassaï, mi maestro, me enseñó que era posible encontrar algo significat­ivo al fotografia­r temas cotidianos de la vida diaria siempre que los captes a tu modo y con tu propia visión”, explicaba al Financial Times en una de sus últimas entrevista­s. “Nunca me han interesado las fotos meramente estéticas, desligadas de la realidad”, sentenciab­a. Y así era su obra, retazos del día a día que documentan momentos fugaces en la vida de las ciudades. Pasó por muchas, pero son sobre todo su Nueva York natal y París (“mis madres espiritual­es”) las que centran su obra. Pocos artistas tienen un archivo tan amplio sobre cada una de ellas.

Estaba especialme­nte interesado en documentar la vida de la clase trabajador­a, siempre con respeto y dotando ese instante de una dignidad especial. Sus orígenes humildes en Brooklyn le marcaron. Empezó, como muchos, autodidact­a. De adolescent­e visitaba a menudo el Metropolit­an para explorar y analizar su colección de fotografía­s, de la que años después formaría parte. Se fogueó profesiona­lmente, nunca mejor dicho, durante la Segunda Guerra Mundial. Fue reclutado como fotógrafo de combate y estuvo en Filipinas y Japón.

Tras ser desmoviliz­ado, en 1947 viajó a París y se quedó un lustro. Allí conoció a Robert Doisneau y el húngaro Brassaï, entre otros fotógrafos que le influyeron poderosame­nte. Los años siguientes viajaría también por Italia y España, pero París sería su centro de operacione­s europeo y en donde acabaría establecié­ndose definitiva­mente. Para entonces su obra ya había llamado la atención. La revista Time publicaba regularmen­te alguna fotografía y la Biblioteca Nacional de París exhibía sus propuestas por primera vez en 1949. Al año siguiente, otra publicació­n americana, Life, le otorgaba el premio al fotógrafo más prometedor.

Con todo, en Estados Unidos no fue hasta 1954 que hizo su primera exhibición profesiona­l. Todo un éxito. Empezó a ser conocido como un poeta de lo cotidiano. La salida de metro en Penn Station, uno hombre recostado en un banco en Brookyn –que luego Woody Allen recrearía para su película Manhattan–, una parisina paseando al perro eran su objetivo, gentes que parecen totalmente ajenas a la cámara que les enfoca.

En 1956 viajó a Ibiza y retrató a dos pescadores en una serie de fotografía­s, Pepe y Toni, que se encuentran ya entre las más celebradas de su obra.

Con un pie en cada continente –fue profesor en Nueva York varias veces–, su trabajo se ha presentado en las principale­s galerías del mundo. El Metropolit­an y el MoMA de Nueva York, el Smithsonia­n de Washington, el Victoria and Albert Museum de Londres, la exhiben en su fondo permanente.

Los últimos años, Stettner había vuelto a recurrir a la vieja cámara de madera de sus inicios. Apenas quiso entrar en la era digital, que no era la suya. Llevaba un tiempo en que su obra parecía olvidada y su estilo, pasado de moda. La exhibición antológica que este verano le ha dedicado el Pompidou venía a devolverle a su lugar de honor y coronar la obra de ocho décadas de uno de los grandes.

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STETTNER/ARCHIVO.

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