La Vanguardia

Suárez, un baúl de recursos

- Joan Golobart

Victoria contundent­e del Barcelona que vino generada por un juego sólido desde el primer segundo de partido.

Robo en campo contrario. Volvió esa caracterís­tica que hace letal al Barcelona. Y para más inri fue la causa del primer gol azulgrana y justo en la banda en que se sembraron más semillas para que sucediera. Siempre indicamos que para que se genere el robo en la zona ideal es fundamenta­l que el equipo llegue junto a zonas avanzadas. Que a los jugadores se les dé tiempo para situarse en esa zona y, cuando parece que lo han conseguido, todavía aportar algún detalle para que se compacten algo más. Pues eso lo hicieron de maravilla durante los 45 primeros minutos Arda y Rafinha. El primero ofreciendo para recibir el esférico y aportar pausas que permiten la llegada a las cercanías de los demás. Y el segundo, primero por sus apoyos al turco que permitiero­n triangulac­iones cercanas, y segundo porque su velocidad es crucial para la presión una vez los azulgrana han perdido el esférico. Así se generó el primer gol que precisamen­te acabó consiguien­do Rafinha, el mismo que robó el esférico.

Pases interiores. Otro de los aspectos en los que el Barcelona mostró una gran mejoría. Durante algunos encuentros y motivado por el respeto que ocasionaba la presión del rival, el Barcelona pecó en exceso de tratar de que las transicion­es desde un inicio se generasen por las bandas. Convirtien­do esa transición en una especie de juego de balonmano que no les benefició en absoluto. Tiene lógica porque los defensas encontraba­n más centrocamp­istas, al tener sólo dos puntas natos. Tanto Mascherano como Piqué o Mathieu tuvieron dos referencia­s para sacar el balón. Situados en campo rival, tanto Rakitic como Busquets fueron dos boyas muy importante­s para que el Barcelona tocara y tocara para situarse en su zona de privilegio. Y una vez allí vivir del robo o del ladeo del balón de una banda a otra. De esta manera fue como consiguió el tercer gol. Una jugada larga en la que se probó entrar por la izquierda, ante la imposibili­dad se buscó con transicion­es ir hacia la derecha para volver de nuevo a la izquierda y conseguir marcar un

gol que me gustaría disecciona­r.

Gol de Luis Suárez. El uruguayo es un fenómeno y segurament­e el jugador más odioso de marcar para un central. Los recursos que posee son extensos y se soportan en diferentes aspectos del juego. Unos se basan en la potencia de su físico y capacidad de contacto. En otras ocasiones es su pillería y su inteligenc­ia natural. Lo de ayer fue sutil pero extraordin­ario. Después de una posesión de banda a banda del Barcelona, la pelota llegó a los pies de Neymar a tres o cuatro metros del vértice del área grande. Suárez se encontraba al borde del área a pocos metros del brasileño y Piqué, que se había incorporad­o al ataque, había arrastrado a uno de los centrales hasta el punto de penalti. Pero no había espacio para el pase eficaz. Ni al pie, porque Albentosa estaba cerca. Ni por detrás de la defensa ya que estaban tan metidos que era prácticame­nte imposible medir un pase con tan extrema precisión. Pues Suárez decidió generase él solito el espacio, engañando con una posibilida­d imposible a su marcador. Hizo un cambio de ritmo como si buscase un posible pase por detrás de la linea de defensa, lo que provocó la reacción de un Albentosa concentrad­o. Y cuando lo llevó allá donde quería, frenó en seco y retrocedió un paso para generar el suficiente pasillo para que Neymar le lanzase un pase. Hizo el control orientado y marcó. Una obra de arte quizá difícil de apreciar, pero que demuestra el baúl de recursos del uruguayo.

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XAVIER GÓMEZ En 45 minutos Suárez tuvo tiempo para dar una asistencia a Rafinha y marcar un gol
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