Caos y orden
Los jugadores del Barça tuvieron el mérito de ganar dos partidos. El primero de interpretación para sobreponerse a un dibujo táctico que, mal descifrado, menoscababa sus características en lugar de potenciarlas; el segundo, una vez ordenadas las ideas y resuelto el rompecabezas, al tener el acierto de encontrar grietas en un Deportivo muy defensivo. Todo acabó bien porque este equipo es peligroso incluso cuando no se entiende a sí mismo (fogonazos de Rafinha y Suárez en un ataque que se movía de forma desorganizada) y demoledor cuando aparece Messi para ponerlo todo en su sitio desde su liderazgo cósmico.
Celebrada generalmente la mutabilidad del equipo azulgrana en la pizarra por la confusión que provoca en el adversario (normalmente 4-3-3, en Alemania un 4-4-2, probemos de nuevo un 3-4-3…), la innovación de ayer sorprendió sobre todo porque obedeció a la negación de un futbolista en perfectas condiciones (Aleix Vidal) cuya presencia en la grada obligó a retorcer al equipo hacia un esquema que movió de su sitio a demasiadas piezas. A Luis Enrique le gusta el riesgo y lo traslada a sus jugadores, examinándoles en cada partido, aunque en este caso el origen de la agitación táctica fue novedosa, prácticamente de orden disciplinario.
Necesitaba el Barça ganar con solvencia después de perder demasiados puntos en la Liga y a eso se entregó, dejando como siempre material para discusiones de vuelo raso para el entretenimiento post partido. Paco Alcácer, en este sentido, será objeto de debate (es de esperar que provisional) por fallar demasiados goles, aunque la culpa en parte será suya no sólo por marrarlos sino por teatralizar su desesperación con una gesticulación posterior excesiva. En una jugada todavía viva el delantero, craso error, perdió de vista el balón emperrado en darle un puntapié al poste. Salir al campo 45 minutos y gozar de cuatro ocasiones no es mal balance. Peor sería pasar desapercibido por no tenerlas. Y si el equipo acaba goleando el cabreo nunca está justificado porque denota individualismo.
Este equipo es peligroso incluso cuando, agitado tácticamente, no se entiende a sí mismo