La pintura íntima de Renoir llega a Madrid
El Thyssen presenta una gran retrospectiva del impresionista bajo las claves de “la intimidad” y “la alegría de vivir”
Me gustan los cuadros cuando me dan ganas de pasear por ellos”, dejó dicho Pierre-Auguste Renoir. Y a su hijo Jean, el futuro cineasta, le aconsejó un día: “Tienes que protegerte la yema de los dedos; si la dejas al aire te arriesgas a perder el sentido del tacto y privarte de grandes placeres de la vida”.
Las dos citas aparecen rotuladas en el último y peculiar espacio de la amplia retrospectiva que el Thyssen exhibe desde hoy hasta el 22 de enero próximo; una sala, al final del trayecto, donde el público puede tocar, escuchar y oler un cuadro a través de una reproducción en relieve aderezada con el sonido de pájaros, abejas y susurros infantiles que sale de los altavoces, así como con los aromas de esencias florales depositados en unos recipientes al lado de la pieza. La voz que guía al visitante a través de unos auriculares le anima a tocar la copia, que reproduce Mujer con sombrilla en un jardín, al tiempo que lo guía por colores, trazos, temperaturas y hasta grados de humedad de lo allí pintado.
La exposición Renoir: intimidad, que la dirección del museo madrileño califica como la “primera retrospectiva” del pintor en España, hace un amplio recorrido por toda la obra del artista a través de 78 obras prestadas por media docena de galerías y colecciones de todo el mundo. Bajo mecenazgo de Japan Tobacco International, la muestra se reparte en ocho salas dedicadas a seis temáticas: Impresionismo: lo público y lo privado; Retratos de encargo; Placeres cotidianos; Paisajes del norte y del sur; La familia y su entorno, y Bañistas.
Esa división por temas y los consiguientes saltos continuos de fechas se combinan con la variedad de registros que caracteriza la pintura de Renoir de modo que uno puede tener la sensación de estar contemplando la producción de varios pintores diferentes.
Así que el hilo conductor de la exposición no reside tanto en el estilo, ni en las tonalidades o colores predominantes, ni en los motivos preferidos por el autor ni mucho menos en la forma y la fuerza de sus pinceladas, que cambia con frecuencia incluso dentro de una misma obra; la coherencia de la muestra se halla más bien en esa deliberada sensualidad de Renoir y en la intimidad que, según el comisario de la muestra y director artístico del museo, Guillermo Solana, destilan todas sus creaciones. Un intimismo expresado o implícito en todas las relaciones que cada pintura establece: la del artista con su modelo; la de los protagonistas de los cuadros con más de un personaje, los cuales a menudo entablan contacto físico además de visual; y la de la pintura con el espectador, a quien Renoir “invita a entrar” en sus lienzos, subrayaba ayer Solana.
Tal invitación a pasearse imaginariamente por su arte parecería especialmente explícita, opina el comisario, en Después del almuerzo ( 1879), elegido como cartel; pero se extendería incluso a retratos como los de la mujer de Monet (hacia 1872-1874) y Jeanne Samary (1877), al Desnudo de espaldas (1876) o al Niño con una fusta (1885), por citar algunos de los más conocidos.
Otro aspecto que se quiere remarcar en la muestra del Thyssen es la “alegría de vivir” presente en toda la obra de Renoir: un valor que le diferencia de otros muchos exponentes del impresionismo y que, pese a su carácter positivo o tal vez por su causa, no viene mereciendo el favor del personal. “Tendemos a celebrar la pintura trágica de Van Gogh o de Munch sin tener en cuenta que tal vez haya más heroísmo en el espíritu de celebración de la vida de Renoir, quien –a causa de sus limitados recursos y su maltrecha salud– no siempre lo pasó bien y a veces lo pasó muy mal”.
La exposición reúne 78 obras del pintor francés procedentes de seis galerías y colecciones de todo el mundo