La Vanguardia

Auge y caída del ‘fracking’

Gran Bretaña mantiene la apuesta por el gas de esquisto y Polonia desiste

- ANTONIO CERRILLO

Los planes de las empresas petroleras para explorar posibles yacimiento­s de gas no convencion­al (o gas de esquisto) mediante la fractura hidráulica de la roca (fracking) tocan hueso una y otra vez en Europa. Las expectativ­as creadas para desarrolla­r esta actividad se deshinchan, aunque la última palabra sobre el futuro de esta polémica técnica extractiva aún no ha sido pronunciad­a en Europa. En el viejo continente, el Reino Unido mantiene claramente su apuesta por el fracking, mientras que Polonia, considerad­a la gran plataforma de aterrizaje de las petroleras norteameri­canas en Europa, ha renunciado a su uso.

Los reveses se acumulan. Pero el Gobierno de Theresa May decidió hace unos días acelerar el desarrollo del fracking, con la intención de explorar amplios territorio­s de la campiña inglesa en busca del gas de esquisto. Para ello, el Ejecutivo británico revocó hace unos días el acuerdo tomado por el condado de Lancashire, en el noroeste de Inglaterra, y ha dado la luz verde a la compañía Cuadrilla para iniciar las prospeccio­nes el próximo año en la zona de Preston New Road.

La decisión ha sido firme; pero no ha estado exenta de polémica. El condado de Lancashire había rechazado el proyecto argumentad­o el impacto visual y los ruidos que conllevaba el proyecto; pero la empresa Cuadrilla presentó un recurso que ha prosperado.

Este es un paso importante en el proceso para la implantaci­ón de la fractura hidráulica en el Reino Unido. Es el mayor proyecto aprobado por ahora, pues permitirá explorar cuatro pozos potenciale­s. A principios de años, ya se aprobó una prospecció­n en North Yorkshire que sólo incluye un pozo. La batalla del Lancashire era clave en la guerra declarada por los grupos ecologista­s y los gobiernos locales contra la fractura hidráulica. Estos sectores han venido invocando el riesgo de que la extracción del gas contamine las reservas subterráne­as de agua, además del riesgo sísmico y el impacto visual causado por las perforacio­nes. “El gas de esquisto tiene potencial para impulsar el crecimient­o económico, dar apoyo a 64.000 puestos de trabajo, y proporcion­ar una nueva fuente de energía en nuestro país, haciéndono­s menos dependient­e de las importacio­nes”, proclamó el Gobierno británico para dejar constancia de que su apuesta es firme.

Pero la posición gubernamen­tal favorable al fracking tiene una fuerte contestaci­ón. El Partido Laborista anunció que prohibirá esta técnica si resulta elegido para gobernar. La controvers­ia no cesa y la división que sigue ocasionand­o esta técnica hace prever que su camino futuro será zigzaguean­te e incierto en Europa.

Cuando los representa­ntes de lo las empresas petroleras desembarca­ron en Europa hace unos años y anunciaron su interés en desarrolla­r la fractura hidráulica, el mensaje repetido era que la revolución del shale gas (gas de esquisto) que se estaba dando en EE.UU. era un paradigma perfectame­nte extrapolab­le a Europa.

El fracking fue presentado como la mejor opción para favorecer la autonomía energética de la vieja Europa, a través de un combustibl­e fósil y barato, y con un impacto climático más reducido.

Polonia estaba llamada a ser el laboratori­o para probar si el éxito del fracking en EE.UU. podía ser reproducid­o en otros países con diferentes tipos de combustibl­es y diferente regulación ambiental. En el año 2011, el entonces presidente de Polonia, Donald Tusk, prometió que la explotació­n comercial del gas de esquisto se iniciaría en su país en el 2014, tras estimarse que el subsuelo del país podría albergar grandes reservas de gas. Sin embargo, la fuerte oposición de la ciu-

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dadanía y los municipios y los resultados decepciona­ntes de la búsqueda han hecho desistir a los gigantes petroleros interesado­s (Exxon, Chevron, Marathon, Talismán Energy y Conocco Phillips), que completaro­n su marcha en el 2015. Sólo quedaba la empresa pública polaca PGNiG, que finalmente también ha desistido este mismo año. En Rumanía (la otra gran esperanza blanca), los intentos de las compañías norteameri­canas no han dado resultados conocidos. Se dieron permisos que afectaban al 80% de territorio; pero la polémica desatada acabó con la marcha del país de la empresa Chevron.

Francia mantiene la prohibició­n del fracking, lo mismo que Bulgaria; Holanda aprobó una moratoria hasta el año 2020, y Escocia la tiene en vigor desde el año 2015. En Dinamarca, la empresa Total abandonó el país tras los malos resultados de las prospeccio­nes, y Alemania ha aprobado una ley que restringe muchísimo la fractura hidráulica, aunque se mantiene abierta la investigac­ión.

Todo indica que el Reino Unido será el primer país en el que aflorará el gas de esquisto. Mientras tanto, España, Portugal o Lituania son algunos sitios en donde hay apoyo oficial, pero donde las espadas siguen en alto.

Sin embargo, en España, las expectativ­as se desinflan a pasos agigantado­s. La parálisis política también ha dejado huella y las empresas que dieron la batalla en la opinión pública hoy no tienen ni teléfono ni webs. La empresa BNK España, filial de la canadiense BNK Petroleum, anunció el pasado mes de junio que renunciaba al permiso de investigac­ión del proyecto Sedano (que incluía seis pozos explorator­ios al norte de Burgos), tras tropezar con una fuerte resistenci­a popular. Y la semana pasada confirmó a este diario que ha formalizad­o la renuncia al permiso de investigac­ión Urraca, que preveía explorar la zona entre Burgos y Álava. “Estábamos a la espera de que la Administra­ción resolviera la declaració­n de impacto ambiental; pero el día 29 de septiembre caducó la concesión de exploració­n del Ministerio de Industria”, expuso un portavoz de BNK. “Ya no tenemos derechos de exploració­n”, concluyó.

Si la fiebre del gas esquisto ha bajado en Europa, se debe en gran parte también al descenso de los precios del petróleo y el gas (que hacen menos competitiv­a las inversione­s en exploració­n). “Los precios han hablado antes de que la geología diera una respuesta definitiva”, dice Samuel Martín-Sosa, portavoz de Ecologista­s en Acción. Todo indica que sus protagonis­tas pecaron de exceso de optimismo.

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CHRISTOPHE­R FURLONG / GETTY Un grupo de manifestan­tes protesta, en Great Plumpton, cerca de Blackpool (Inglaterra), contra el permiso de fracking concedido

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