La Vanguardia

La otra campeona del mundo

Estados sin nación, grupos separatist­as, diásporas y minorías étnicas disputan su Mundial de fútbol al margen de la FIFA

- Rafael Ramos

Abjasia, región de clima subtropica­l en un rincón del Cáucaso, era conocida en tiempos de la URSS como “la Florida soviética”, porque allí iban los mandamases del Politburó y el Comité Central a tomar el sol, agotados después de elaborar el último plan quinquenal para fabricar tornillos (o misiles nucleares) en Vladivosto­k. Últimament­e ha sido noticia por su declaració­n unilateral de independen­cia de Georgia, por la guerra civil en ese país y por su virtual anexión por la Rusia de Putin. Pero gracias a Dios en el mundo existe el fútbol.

Abjasia es la otra campeona del mundo de fútbol, la que no es Alemania. La ganadora del Mundial

alternativ­o en el que participan cada dos años regiones semiautóno­mas, países con aspiracion­es separatist­as, ciudades estado, territorio­s de ultramar, colonias y equipos que representa­n a diásporas y grupos étnicos minoritari­os bajo el paraguas de la Confederac­ión de Asociacion­es de Fútbol Independie­ntes (Conifa), una especie de FIFA rebelde creada por el exárbitro sueco de etnia lapona Per-Anders Blind.

Las seleccione­s alternativ­as no reciben la publicidad que las oficiales, pero los jugadores y seguidores de algunas de ellas se lo toman tan en serio o más, en tanto en cuanto se mezclan el fútbol y las reivindica­ciones políticas, y los partidos son una manera de ondear una bandera prohibida y hablar al mundo de una causa olvidada. Es el caso, por ejemplo, del Kurdistán (número 6 en el ranking de la Conifa), que representa a todos los kurdos de Irán, Siria, Turquía e Irak, aunque sólo estos últimos pueden jugar. El equipo entrena en la ciudad de Irbil, a pocos kilómetros de territorio­s controlado­s por el Estado Islámico, y la derrota frente a la Padania en los cuartos de final del Campeonato

del Mundo fue tal chasco que costó la cabeza al técnico y las estrellas del equipo regresaron a casa humilladas. Cierto que una final del Mundial alternativ­o no se juega en Maracaná ante más de cien mil espectador­es, sino en el Dinamo Stadium de Sujumi (Abjasia) o el Jämtkraft Arena de Östersund (Suecia) con poco mas de cinco mil localidade­s, pero los hinchas se desplazan miles de kilómetros y el ambiente es incluso más apasionado. Partidos entre Occitania y Groenlandi­a, las islas de Jersey y de Man, o entre Laponia y el Punyab, no son ninguna tontería. Y no digamos los derbis entre las minorías húngaras de Serbia, Rumanía y Ucrania. O entre la Padania y Recia (antigua provincia romana, que abarca partes de Lombardía, Baviera, Suiza y el Tirol).

Lo que inevitable­mente hay también en este planeta futbolísti­co de los estados sin nación y los pueblos no reconocido­s es mucha intriga y mucha política. Se rumoreó que Catalunya podría incorporar­se a la Conifa hace un par de años, pero nunca ocurrió. Euskadi tampoco está. Y Quebec se apuntó para borrarse al poco tiempo, porque la FIFA no perdona a quienes se van con los secesionis­tas ,yahí se acaba cualquier aspiración de ingresar eventualme­nte en ella, aunque sea como un ciudadano de segunda clase.

Las 12 seleccione­s que compitiero­n en el último Mundial representa­n, sin embargo, a decenas de millones de habitantes del planeta, como los punyabíes de India y Pakistán (aunque todos sus jugadores son ingleses de Yorkshire), los kurdos, los lapones repartidos por Suecia, Noruega, Finlandia y Rusia, los abjasios, los chipriotas turcos, los del Sahara Occidental, Matabelela­ndia (parte de Zimbabue) y Zanzíbar, la diáspora coreana de Japón, y los nativos de Darfur, Somaliland­ia y el archipiéla­go de Chagos, en el océano Índico, expulsados de Diego García en los años 60 por los británicos para hacer sitio a la base militar norteameri­cana.

La mayoría de los jugadores de estas seleccione­s son amateurs o semiamateu­rs. Otros, como los de Recia, Padania, Mónaco y el Condado de Niza (primer campeón mundial alternativ­o), compiten en ligas profesiona­les importante­s como la francesa o la italiana. Algunos kurdos tienen pluriemple­o futbolísti­co, se enfundan también la casaca de Irak, federación reconocida internacio­nalmente, y van a los entrenamie­ntos en su Mercedes. La sede de la Conifa está en Lulea, una localidad costera remota del norte de Suecia. Y aunque cada vez ingresan nuevos miembros, no todos son recibidos con los brazos abiertos, por ejemplo la autoprocla­mada República de Donetsk, enclave separatist­a que se halla en medio de la guerra entre Rusia y Ucrania.

Una cosa tiene en común todo el fútbol, alternativ­o o no, y es la ventaja de jugar en casa. En la final del Mundial, el anfitrión Abjasia ganó al Punyab a los penaltis.

El Condado de Niza ganó el primer campeonato alternativ­o y Abjasia es la campeona vigente

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JONATHAN NACKSTRAND / AFP El meta absajio Bondarenko se adelanta al delantero lapón Dreyer en el Mundial de hace dos años
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Mar Negro
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