La otra campeona del mundo
Estados sin nación, grupos separatistas, diásporas y minorías étnicas disputan su Mundial de fútbol al margen de la FIFA
Abjasia, región de clima subtropical en un rincón del Cáucaso, era conocida en tiempos de la URSS como “la Florida soviética”, porque allí iban los mandamases del Politburó y el Comité Central a tomar el sol, agotados después de elaborar el último plan quinquenal para fabricar tornillos (o misiles nucleares) en Vladivostok. Últimamente ha sido noticia por su declaración unilateral de independencia de Georgia, por la guerra civil en ese país y por su virtual anexión por la Rusia de Putin. Pero gracias a Dios en el mundo existe el fútbol.
Abjasia es la otra campeona del mundo de fútbol, la que no es Alemania. La ganadora del Mundial
alternativo en el que participan cada dos años regiones semiautónomas, países con aspiraciones separatistas, ciudades estado, territorios de ultramar, colonias y equipos que representan a diásporas y grupos étnicos minoritarios bajo el paraguas de la Confederación de Asociaciones de Fútbol Independientes (Conifa), una especie de FIFA rebelde creada por el exárbitro sueco de etnia lapona Per-Anders Blind.
Las selecciones alternativas no reciben la publicidad que las oficiales, pero los jugadores y seguidores de algunas de ellas se lo toman tan en serio o más, en tanto en cuanto se mezclan el fútbol y las reivindicaciones políticas, y los partidos son una manera de ondear una bandera prohibida y hablar al mundo de una causa olvidada. Es el caso, por ejemplo, del Kurdistán (número 6 en el ranking de la Conifa), que representa a todos los kurdos de Irán, Siria, Turquía e Irak, aunque sólo estos últimos pueden jugar. El equipo entrena en la ciudad de Irbil, a pocos kilómetros de territorios controlados por el Estado Islámico, y la derrota frente a la Padania en los cuartos de final del Campeonato
del Mundo fue tal chasco que costó la cabeza al técnico y las estrellas del equipo regresaron a casa humilladas. Cierto que una final del Mundial alternativo no se juega en Maracaná ante más de cien mil espectadores, sino en el Dinamo Stadium de Sujumi (Abjasia) o el Jämtkraft Arena de Östersund (Suecia) con poco mas de cinco mil localidades, pero los hinchas se desplazan miles de kilómetros y el ambiente es incluso más apasionado. Partidos entre Occitania y Groenlandia, las islas de Jersey y de Man, o entre Laponia y el Punyab, no son ninguna tontería. Y no digamos los derbis entre las minorías húngaras de Serbia, Rumanía y Ucrania. O entre la Padania y Recia (antigua provincia romana, que abarca partes de Lombardía, Baviera, Suiza y el Tirol).
Lo que inevitablemente hay también en este planeta futbolístico de los estados sin nación y los pueblos no reconocidos es mucha intriga y mucha política. Se rumoreó que Catalunya podría incorporarse a la Conifa hace un par de años, pero nunca ocurrió. Euskadi tampoco está. Y Quebec se apuntó para borrarse al poco tiempo, porque la FIFA no perdona a quienes se van con los secesionistas ,yahí se acaba cualquier aspiración de ingresar eventualmente en ella, aunque sea como un ciudadano de segunda clase.
Las 12 selecciones que compitieron en el último Mundial representan, sin embargo, a decenas de millones de habitantes del planeta, como los punyabíes de India y Pakistán (aunque todos sus jugadores son ingleses de Yorkshire), los kurdos, los lapones repartidos por Suecia, Noruega, Finlandia y Rusia, los abjasios, los chipriotas turcos, los del Sahara Occidental, Matabelelandia (parte de Zimbabue) y Zanzíbar, la diáspora coreana de Japón, y los nativos de Darfur, Somalilandia y el archipiélago de Chagos, en el océano Índico, expulsados de Diego García en los años 60 por los británicos para hacer sitio a la base militar norteamericana.
La mayoría de los jugadores de estas selecciones son amateurs o semiamateurs. Otros, como los de Recia, Padania, Mónaco y el Condado de Niza (primer campeón mundial alternativo), compiten en ligas profesionales importantes como la francesa o la italiana. Algunos kurdos tienen pluriempleo futbolístico, se enfundan también la casaca de Irak, federación reconocida internacionalmente, y van a los entrenamientos en su Mercedes. La sede de la Conifa está en Lulea, una localidad costera remota del norte de Suecia. Y aunque cada vez ingresan nuevos miembros, no todos son recibidos con los brazos abiertos, por ejemplo la autoproclamada República de Donetsk, enclave separatista que se halla en medio de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Una cosa tiene en común todo el fútbol, alternativo o no, y es la ventaja de jugar en casa. En la final del Mundial, el anfitrión Abjasia ganó al Punyab a los penaltis.
El Condado de Niza ganó el primer campeonato alternativo y Abjasia es la campeona vigente