La Cubana demuestra que también sabe hacer musicales
El Coliseum aplaude el juego metateatral de ‘Gente bien’
Contra el dicho popular, las apariencias no engañan. Y menos con La Cubana. Si dicen que van a hacer un musical, está claro que no va a ser un musical al uso. Que va a ser un musical a La Cubana. Y anoche lo demostraron en el Coliseum con el estreno oficial de Gente bien. El musical. Cantar y bailar, cantan y bailan. Por haber, en escena hay hasta claqué y plumas. Y números musicales no faltan. Por haber, hay hasta una jota que arrasó entre el público y en la que se escucha un ¡Viva Calatayud! Pero teatro tampoco faltó. Entre número y número musical hay mucho cubaneo del de siempre. Mucho humor enloquecido en el que la compañía se ríe de la propia historia de La Cubana haciéndose un divertido autohomenaje en el que, por supuesto, ¡esto es La Cubana!, vuelven a involucrar a todo el público en la obra. Se pasean por la platea, hablan con los espectadores, les hacen votar a mano alzada qué coreografía prefieren y, cuando el coro de Manlleu no llega, buscan voluntarios para cantar. Y también bailarines figurantes. La compañía que dirige Jordi Milán sabe cómo meterse al público en el bolsillo, un público que en algunos casos incluso se troncha, aplaude siempre y que les tributó una gran ovación final.
Un público en el que ayer el número de caras conocidas era proporcional a la expectación del estreno: desde Pasqual Maragall y Diana Garrigosa hasta Sisa, Luis del Olmo, la Maña, Núria Feliu, Abel Folk, Helena Rakosnik, Àlex Casanova, Josep Maria Mestres, Jaume Figueras, Enric Majó, Ada Parellada o el concejal de Cultura de Barcelona, Jaume Collboni, Por estar, estaba hasta Anna Rosa Cisquella, de Dagoll Dagom, que hace la competencia musical a La Cubana con el musical Scaramouche en el Victòria.
La idea de Gente bien es simple. La Cubana ha recuperado un viejo sainete de Santiago Rusiñol –que era de Sitges, como ellos– que habla de lo que los cubanos han hablado CUBANEANDO El público descubre que la obra es sólo un ensayo y que en un mes se estrenará en el Tívoli ESTRENO CONCURRIDO En la velada estuvieron desde Pasqual Maragall hasta Sisa, la Maña y Núria Feliu siempre en sus obras de una u otra manera: de aparentar, del teatro que hacemos continuamente en la vida. Si en su anterior espectáculo, el delirante y divertidísimo Campanades de boda, parodiaban todo el teatro y la ostentación que podemos llegar a hacer en una boda, en Gente
bien se dedican a reírse del teatro que tienen que hacer los nuevos ricos para restregar a los demás que lo son. En este caso, los protagonistas son una familia catalana de principio de siglo cuyo patriarca, tras triunfar en el mundo de la charcutería, se compra el título de conde, a partir de lo cual es capaz de traerse al Orfeó Català o a una cantante de ópera bien oronda para entretener la hora del té a las nuevas señoras repletas de joyas con las que se han de codear. Una familia que se tiene que pasar al castellano, porque es lo que se lleva en la Catalunya de 1917 entre las clases altas, lo que causa hilarantes equívocos con el lenguaje, con las traducciones literales entre catalán y castellano que hacen los personajes, que la obra explota a fondo.
El espectáculo evoluciona por diferentes épocas hasta la actualidad pero, sobre todo, claro, se interrumpe. Porque poco después del principio el musical se interrumpe por problemas técnicos y el público
COMEDIA DE APARIENCIAS El montaje se basa en un ácido sainete de Rusiñol sobre la necesidad de aparentar ESTILO ‘CUBANO’ La compañía involucra como siempre al público en un divertido autohomenaje
descubre que el montaje del Coliseum no es sino... un ensayo para el estreno oficial que se hará en el mucho más lujoso teatro Tívoli. Un estreno que se hará supuestamente en un mes y en el que en vez de las –muy efectivas– proyecciones con las que recrean los lujosos escenarios donde transcurre la obra –imágenes repletas de ricos cuadros y mobiliario e incluso a veces de los propios protagonistas actuando– habrá muebles, candelabros, lámparas y lienzos reales y riquísimos.
El musical se irá alternando con muchas más delirantes interrupciones en las que el público –total, es un ensayo– incluso votará cómo debe ser la función del Tívoli y en las que la compañía –que cuenta de nuevo con las populares Mont Plans y Mercè Comes–, obviamente, muestra sus interioridades, amantes, peleas y explica incluso por qué hace un Rusiñol: “Por carácter, pensamos en Mary Poppins y en Sonrisas y lágrimas, incluso en intelectual como My fair lady. Luego pensamos: ‘Por qué no hacemos algo catalán, los de Dagoll Dagom adaptaron aquello del barco y les ha ido muy bien”, ironizan. El director de la obra, Jordi Milán, sale en cada paréntesis como director del ensayo y, entre otras perlas, desliza que “el teatro es todo mentira, pero de una mentida se puede extraer una verdad”. En este caso, que La Cubana tiene cuerda para rato.