Mosul, en el punto de mira
JENOFONTE fue un historiador, discípulo de Sócrates, que es autor de un relato, la Anábasis, donde cuenta una expedición de diez mil soldados griegos (fundamentalmente mercenarios), desde el Asia Menor (que se corresponde con la actual Anatolia, en Turquía) hasta el interior de Mesopotamia. No fue precisamente un viaje de reconocimiento, sino de conquista, organizado por Ciro, hermano menor de Artajerjes II, que se rebeló contra él. Ciro murió en los combates contra los persas y Jenofonte, que quiso vivir su propia odisea, posiblemente para escribirla, acabó siendo ascendido a comandante tras una traicionera decapitación de mandos griegos en mitad de las negociaciones con el enemigo. Los supervivientes regresaron después de recorrer 4.000 kilómetros y Jenofonte explica cómo sus hombres gritaron alborozados cuando vieron a lo lejos el Egeo: habían vuelto a casa.
En este relato aparece por primera vez la actual Mosul, entonces apenas una aldea, que hoy es el símbolo del Estado Islámico, pues allí, en el 2014, Al Bagdadi proclamó el califato. La ofensiva contra la ciudad de Mosul por parte de las tropas iraquíes, las milicias chiíes, los kurdos peshmergas y la coalición antiyihadista liderada por Estados Unidos ha empezado. Se trata de la considerada batalla final, después de dos años en que el EI ha ocupado esta población de un millón y medio de habitantes. El Pentágono ha diseñado la estrategia y, aunque anticipa una dura resistencia, espera que esta victoria sea decisiva para que el mito del yihadismo sufra un serio revés. Alrededor de Mosul, los fanáticos del EI han cavado un foso que han llenado de petróleo con el fin de prenderle fuego y oscurecer la visión de los enemigos, sobre todo de la aviación.
Esta vez no será un historiador como Jenofonte quien cuente la epopeya, sino el mejor periodismo. Como el que practica este diario centenario.