Fernández y Díaz
Abstenerse en bloque, imponiendo la disciplina de voto, caiga quien caiga, incluido el PSC; o votar no, para que la disidencia respire y no haya más fracturas dramáticas, garantizando la investidura de Mariano Rajoy con la abstención de once diputados, voluntarios o sorteados. Abstención estratégica o abstención vergonzante. Ese es el dilema al que se enfrentan los socialistas españoles cuando faltan cinco días para otra tensa reunión de su comité federal.
Una decisión de Estado engarzada con la lucha en el partido. La tensión entre la ansiedad interior y la complejidad del exterior. Este es el sino del PSOE desde la noche del 20 de diciembre, cuando Pedro Sánchez decidió seguir pedaleando para conservar la secretaría general, en vez de dimitir ante la perdida de veinte diputados y el peor resultado en votos desde 1977.
En la vida de las organizaciones políticas interior y exterior forman siempre una unidad dialéctica. Podríamos escribirlo al modo oriental: en el PSOE, el yin (la oscuridad, la absorción de energías) se ha comido al yang (la luz, la acción), mientras Mariano Rajoy practicaba una inmóvil meditación.
El comité federal de enero podía haber autorizado a Sánchez a negociar la abstención, poniendo severas condiciones al PP, pero el grupo dirigente andaluz y sus aliados prefirieron convertir al secretario general en el rey ahogado del juego del ajedrez: solo y en jaque si se mueve.
En el ajedrez, el rey ahogado provoca tablas. Los buenos ajedrecistas buscan que el adversario les ahogue cuando lo tienen todo perdido. En política es diferente, el que se ahoga, pierde. Y ahora podría ahogarse la comisión gestora que ha sustituido al derrotado Sánchez.
Lo interior y lo exterior. El yin y el yang. Una abstención estratégica envía un mensaje claro –y problemático– a la sociedad y disciplina al partido. Una abstención compacta asfalta el camino de Susana Díaz a la secretaría general. Ha surgido, sin embargo, un serio inconveniente: los socialistas catalanes se han plantado y bajo su paraguas se cobijan los demás disidentes. No es buen momento para romper con el PSC. Si el PSOE quiere buscar una salida no represiva a la cuestión catalana necesita al PSC. Existe, es cierto, la tentación de resucitar la federación catalana del PSOE. Un proyecto fantasmagórico. Apenas alcanzaría el 5% de los votos. Inés Arrimadas y Ciudadanos ocupan ese espacio. Miniaturizado en Catalunya, el PSOE se convertiría definitivamente en una fuerza subalterna del Partido Popular. El sirviente del Partido Alfa. Esa es hoy la bandera y el anhelo de Cayetana Álvarez de Toledo y de sus amigos de la asociación Libres e Iguales.
La opción de las once abstenciones envía un mensaje débil a la sociedad, pero evita una mayor fractura del partido. Reabsorbe al PSC, da un poco la razón a Sánchez –¡ay!– y dificulta un rápido asalto del grupo dirigente andaluz –¡ay, ay, ay!–.
Susana Díaz quiere una abstención compacta y disciplinada. El PSOE andaluz empieza a comportarse como amo y señor. El asturiano Javier Fernández, presidente de la gestora, también quiere una abstención estratégica, pero su cargo le obliga a buscar la síntesis. ¿Se convertirá Fernández en el sirviente de Díaz? Esa viene a ser la cuestión.
¿Se convertirá el presidente de la gestora en un sirviente de la secretaria general del PSOE andaluz?