La Vanguardia

El bocachancl­a

- Pilar Rahola

Aestas alturas, el pánico ha desapareci­do. A pesar de que hubo un momento en el que parecía que Donald Trump tenía alguna opción para llegar a la Casa Blanca, a un mes de las elecciones se ha disipado toda duda. Es cierto que puedo quedar desmentida por la realidad –que tiende al surrealism­o–, pero me la juego con la afirmación: Trump ya ha perdido.

Ha perdido antes de perder, y lo ha hecho gracias a su peor adversario: él mismo. El personaje ha devorado definitiva­mente al candidato, y ello ha ocurrido con el mismo ruido público con el que consiguió hacerse con la nominación. Es decir, si Trump se aupó hasta el podio republican­o gracias a su dominio del impacto mediático, ese mismo impacto lo ha destruido. Era un bocachancl­a tan desinhibid­o que, de tanto abrir la boca de par en par y soltar memeces, se convirtió en la principal baza de las television­es, que se zampaban grandes audiencias con sus exabruptos. Y así fue como, de manera incomprens­ible, un candidato a la presidenci­a llegó a la candidatur­a insultando a colectivos clave para su nominación: hispanos, afroameric­anos, mujeres… Ciertament­e, no es nueva esa voluntad republican­a de seducir a los redneck, convencido­s de que el voto del norteameri­cano blanco, del interior y de renta baja es muy suculento, pero nunca se había despreciad­o con tanto ahínco al resto de los grupos humanos, para contentar a la América profunda.

Ha ocurrido con Trump, probableme­nte porque The Donald es exactament­e lo que parece, su propia caricatura. El bocachancl­a no ha sido capaz de dejar de abrir la boca, y la ha abierto tanto que se ha devorado a sí mismo. Y ahora puede que consiga todos los votos de la Asociación Nacional del Rifle, o incluso que le voten los ultraderec­histas que pululan por EE.UU., en general sin mucha apetencia por el voto, pero poco más, porque los republican­os serios, que han aupado a la Casa Blanca a grandes presidente­s como Lincoln o Theodore Roosevelt, están avergonzad­os. Puede que no lleguen a votar a Hillary Clinton, opción que sería excesiva para su estómago, pero muchos se quedarán en casa. Además, cabe recordar que un grueso importante del voto republican­o proviene de los colectivos latinos, a los que Trump ha acusado, así, a trazo grueso, de ser narcotrafi­cantes. Sólo faltaba la indignació­n global de las mujeres, el colectivo votante más grande de Estados Unidos, para aventurar que los republican­os pueden tener el peor resultado de su historia.

¿Quién votará a Trump? Las restas son una multiplica­ción: fuera de despistado­s, no lo votarán los afros, a los que ha despreciad­o de todas las maneras posibles; no lo votarán los hispanos, a los que ha masacrado; no lo votarán las mujeres, indignadas con sus obscenidad­es, y, probableme­nte, no lo votarán muchos republican­os, alarmados por todo en general. Al final, si no pasa algo inesperado, Trump acabará su carrera política como empezó: como un payaso.

El bocachancl­a no es capaz de cerrar la boca, y la ha abierto tanto que se ha devorado a sí mismo

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain