Vivienda sin condiciones
El modelo Housing First, nacido en 1992 en Estados Unidos, consigue que hasta el 85% de las personas sin techo no vuelvan a la calle
Veteranos de las guerras de Vietnam, Afganistán, Irak... duermen a la intemperie en Nueva York, Los Ángeles, Chicago... Unas 60.000 personas, lo que representa alrededor del 11% del total de personas sin hogar que malviven en Estados Unidos, según fuentes oficiales. Son mayoritariamente hombres de entre 31 y 50 años, que arrastran el trauma de los combates y que sufren alguna adicción. La buena noticia es que el modelo Housing First (La vivienda, primero) ha sacado de la calle al 36% de estas personas a la vez que ha contribuido a reducir el gasto público en servicios (urgencias hospitalarias, centros de salud mental...) dedicados a este colectivo.
La desesperación y la tozudez del psicólogo del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Columbia Sam Tsemberis alumbró en 1992 el Housing First, que desde Nueva York se ha exportado a ciudades de todo el mundo con notable éxito. “Entre el 75% y el 85% de los sintecho que siguen esta fórmula no regresan a la calle, con el sistema clásico sólo lo conseguían entre el 30% y el 40%”, decía ayer Tsemberis en Barcelona, donde participó en una jornada organizada por la fundación Arrels. Tsemberis veía como muchísimos sintecho deambulaban año tras año por centros psiquiátricos y albergues sin conseguir zanjar una dolorosa vida en la calle. El sistema no funcionaba y pensó que quizás si primero se les ofrecía una vivienda sin exigirles de entrada retos inasumibles por su extrema vulnerabilidad, como dejar la bebida o la droga o seguir las reglas que imponen en alojamientos oficiales, quizás las cosas cambiarían.
El experimento se puso en práctica en 1992 en Nueva York, luego en Washington, Filadelfia... “Las cifras oficiales apuntan que en EE.UU. hay 565.000 sintecho, aunque las organizaciones que trabajamos con ellos calculamos que son entre dos y tres millones, de los cuales el 20% están en una situación muy cronificada, con adicciones severas y enfermedades mentales. A estas personas no puedes decirles que si quieren un piso, que es un derecho básico, deben dejar el alcohol, deben ducharse cada día, deben acatar normas que no están en condiciones de cumplir... Pero si primero les das la oportunidad de tener una vivienda después vendrá el trabajo, la terapia, para conseguir lo otro. El “experimento” ha funcionado y el éxito se ha logrado hasta en el 85% de los casos”, relata Tsemberis, fundador y director de Pathways to Housing.
El programa diseñado por Tsemberis, que desde hace unos años se ha empezado a aplicar en Barcelona, sólo pide a los beneficiarios tres condiciones: que acepten la visita al menos una vez a la semana de los trabajadores sociales que lo apoyan, que contribuya con el 30% de sus ingresos al pago del alquiler y que mantenga buenas relaciones con los vecinos. “Nosotros empezamos a aplicar el Housing First hace unos tres años, ahora tenemos 40 pisos individuales y diez compartidos, y el balance es muy positivo tanto a nivel de mejora e integración de las personas como económico”, subraya Ferran Busquets, director de Arrels. En Catalunya, no se dispone de cifras de cuántas personas duermen cada día al raso. Uno de los únicos datos que se maneja es que más de 5.400, según la Agència Catalana de l’Habitatge, no tienen casa y pernoctan en albergues, pensiones, a la intemperie...
Las mejoras sociales son palpables y el ahorro en recursos también. Un estudio de Pathways to Housing realizado en EE.UU. concluyó que el coste de una noche en un piso de Housing First era de 57 dólares mientras que en un alber- gue se elevaba a los 77, a 232 en la prisión y a 1.200 en el hospital. Pathways to Housing subraya también que el sosiego que aporta una vivienda ha reducido desde las visitas a urgencias y a otros servicios hospitalarios hasta las intervenciones policiales en peleas, el uso de ambulancias...
Aunque el 85% no regresa a la calle, el cómputo global de personas sin techo en EE.UU. no se ha reducido. “Miles de personas consiguen un techo y lo conservan, pero cada años otros muchos ciudadanos pobres, gente que pierde el trabajo o que enferma y no tienen seguro, mujeres solas... se quedan sin casa. La mayoría, el 80%, permanecerá a la intemperie uno o dos meses”, añade Tsemberis.
Según relataba ayer Tim Aubry, investigador de la Universidad de Ottawa, Canadá es uno de los países que han abrazado el Housing First con resultados muy esperanzadores: “En localidades como Medicine Hat, en Alberta, prácticamente todas las personas sin hogar han dejado la calle”.
Arrels gestiona 40 pisos individuales y diez compartidos con un balance social y económico muy positivo