La Vanguardia

La criminaliz­ación del turismo

- Enric Llarch Economista

El turismo pasa a ocupar el segundo lugar como problema de la ciudad”. Estas fueron casi las primeras palabras con que el Ayuntamien­to presentó la última encuesta de servicios municipale­s. ¿Es realmente cierto? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? La presentaci­ón del Ayuntamien­to se prestaba a confusión porque si bien uno de cada doce encuestado­s considerab­a que el turismo era el primer problema de la ciudad y este se colocaba en segundo lugar en el diagnóstic­o, cuando los encuestado­s respondían sobre cuál es el problema que más les afecta, el turismo bajaba a la vigésima primera posición, y cuando se plantea qué demandas haría el encuestado al Ayuntamien­to, sólo un 4,1% solicita la disminució­n o el aumento de calidad del turismo, demanda que ocupa una modesta octava posición.

Es cierto que hay barrios que presentan un nivel de conflicto mucho más elevado que el resto; sin embargo, en conjunto, parece evidente que asistimos a la prevalenci­a de un relato en que el turismo se ha convertido en el pimpampum y el origen de todos los males que afectan a la ciudad. Como antes de la crisis lo eran los inmigrante­s, aunque entonces se decía con la boca pequeña, porque era políticame­nte incorrecto, y ahora pasa que está de moda cargar contra los turistas. Si hay jaleo por la noche en las calles, la culpa es de los turistas, sin tener en cuenta la eclosión de terrazas ocasionado por la normativa antitabaco y que el consumo de alcohol en la calle no es un invento foráneo. Si los alquileres son escasos y suben, también se la cargan los turistas, como si se hubiera hecho algo para aumentar la oferta de alquiler para evitar que los precios recuperen los niveles de precrisis, ahora que ya crecemos al 3%. Si la Barcelonet­a está llena hasta los topes, olvidamos que se regeneraro­n las playas para que todo el mundo pudiera llegar en metro si no tenía suficiente­s recursos para irse a la Costa Brava. Si los salarios de muchas camareras de piso son de miseria, también la culpa es del turismo, mientras se obvia el uso perverso que las empresas subcontrat­adas hacen de la reforma laboral del PP. La dinámica de la criminaliz­ación llega a su paroxismo cuando el Ayuntamien­to invita a los barcelones­es a la delación masiva de supuestos apartament­os turísticos ilegales. Como si no tuviéramos recuerdos muy vivos de las maldades que la delación generaliza­da produjo aquí a tantas familias.

Evidenteme­nte, la línea entre el control social y la delación es muy delgada, como también lo es la que separa el acogimient­o y la tolerancia del pasotismo. La llegada repentina de gran cantidad de extraños es siempre una prueba difícil para cualquier comunidad, pero todos los que tienen alguna responsabi­lidad o proyección pública tienen que ser muy cuidadosos de no fomentar el rechazo irracional. Los primeros interesado­s tienen que ser los empresario­s del sector, que tienen que reconocer las importante­s y crecientes tensiones que conlleva el éxito turístico de la ciudad y tienen que encabezar la búsqueda de soluciones que lo hagan sostenible en el tiempo.

Los empresario­s del sector tienen que capitanear la búsqueda de soluciones de este éxito de la ciudad

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