La Vanguardia

En el lugar del otro

- Enric Juliana

Oír decir a Mariano Rajoy que “hay que ponerse en el lugar del otro”, acompañado de Xavier García Albiol en el hotel Palace de Madrid, bien vale un desayuno bajo la lluvia.

Bajo techo, claro está. Era lunes y la ciudad había amanecido gris y tristona. Desde el 12 de Octubre casi no ha parado de llover. Ha llegado Brumario. Las hojas caen en el Retiro y el Orden regresa después de diez meses de incertidum­bre y forcejeo, que han roto las costillas del PSOE y algún hueso más.

Indiscutib­le vencedor de los 314 días de interinida­d, Rajoy agradece el giro del Partido Socialista en favor de la abstención. Podía haber dicho “gracias por su acto de responsabi­lidad”, pero prefirió utilizar una expresión compasiva y empática. “Ponerse en el lugar del otro”. Esta locución, de innegable raíz cristiana –“amarás al prójimo como a ti mismo”–, es muy grata a la izquierda contemporá­nea. Cuando hace unos años comenzaron a surgir los movimiento­s xenófobos europeos, socialdemó­cratas, ecologista­s, pacifistas y poscomunis­tas intentaron frenarlos con una constante apelación a la alteridad. “Ponerse en el lugar del otro”.

El llamamient­o a la empatía no siempre funciona. El filósofo alemán Peter Sloterdijk nos advierte que el ser humano tiene una capacidad limitada para hacerse cargo del sufrimient­o de los demás. Está en su naturaleza. A partir de un determinad­o umbral, ya no puede absorber más desgracias ajenas. La constante retransmis­ión en directo del valle de lágrimas –los refugiados de Siria, los inmigrante­s que se juegan la vida en el Mediterrán­eo, los niños de Alepo bajo las bombas, los que van a morir en Mosul...– pone en estrés la compasión. La digitaliza­ción del dolor del mundo fabrica indiferenc­ia. Toda avalancha informativ­a narcotiza. Hay quien se instala en una perpetua indignació­n. Hay quien baja la persiana. El antropólog­o francés René Girard también advertía sobre la confusión que genera una sociedad en la que tanta gente se proclama víctima de algo. La víctimas banales –decía el cristiano Girard– impiden ver a las víctimas de las grandes injusticia­s.

Es Brumario en Madrid y uno se deja llevar por el ruido de la lluvia en la ventana. Volvemos al Palace. Rajoy se apiadó ayer del PSOE. Fue su manera de darle las gracias por la abstención. Consciente de las dificultad­es a las que se enfrentará gobernando en minoría –la crisis económica no está resuelta, Merkel tiene elecciones dentro de un año y exigirá a Bruselas que se aprieten las tuercas a los del sur, la caja de las pensiones flaquea y lo de Catalunya es más serio de lo que alguna gente quiere creer–, el líder del PP quiere llegar a acuerdos con los socialista­s. Los necesita aritmética­mente. Y los necesita políticame­nte, puesto que no desea depender de Ciudadanos. “Ponerse en el lugar del otro”. He ahí la base indispensa­ble para una política de Alianza Nacional. La política que viene.

La sala estaba llena de ministros y ministrabl­es. Pronto se van a repartir cartas. Se habló de Badalona, de los “radicales” que gobiernan Badalona, y García Albiol recibió calurosos elogios del presidente. “Ponerse en el lugar del otro”. Si en la última campaña municipal hubiese pensado un poco en ese precepto, aún sería alcalde de la tercera ciudad de Catalunya.

Rajoy da las gracias al PSOE por la abstención con palabras piadosas que invitan al pacto

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