Los bocadillos del kilómetro 0
La metamorfosis comercial de la plaza Sant Jaume, vista por uno de los vecinos más longevos del Palau de la Generalitat, la bocadillería Conesa
Los nativos de la isla de Pascua consideraron que este rincón arrebatado al mar era Rapa nui, “el ombligo del universo”. Pero hay tantos centros del mundo como personas. El de Josep Conesa está en una esquina de la plaza Sant Jaume, el kilómetro 0 de Catalunya, en la sede de Conesa Entrepans, que antes fue la charcutería Conesa y que muchos llaman el frankfurt Conesa. El big
bang de este universo se produjo gracias a una lata de conservas.
La abrió Pedro Conesa, un antiguo marino mercante, que después de siete años en barcos que realizaban la ruta de Sudamérica echó el ancla y entró a trabajar como dependiente en un comercio de embutidos. La tienda estaba en la esquina de la calle Llibreteria con la plaza Sant Jaume. Tenía apenas 11 m2 y una clientela fiel, amante de los chatos de vino y los berberechos. Muchos eran funcionarios del Ayuntamiento de Barcelona o la Diputación, cuya sede estaba entonces en el Palau de la Generalitat.
En 1951, cuando se jubiló su jefe, aquel marinero en tierra compró el negocio. Un día abrió una lata de unas extrañas salchichas y las sirvió en bocadillos. El éxito lo dejó tan boquiabierto como los primeros occidentales ante la visión de los moáis. Eran frankfurts. Desde entonces esta bocadillería forma parte de la memoria sentimental de la ciudad. Travel Channel, un canal de televisión por cable y satélite de EE.UU. especializado en gastronomía y viajes, ha grabado aquí uno de sus documentales.
Un Sant Jordi de hace varios años se vendieron 1.700 bocatas. Es el récord del local, que tiene diez trabajadores, algunos desde hace más de 20 años, como Joan, Juan Luis o Alberto. La empresa, que con sucesivas ampliaciones ha ganado espacio y tiene incluso sótano y altillo, resiste como la aldea de Astérix en Ciutat Vella, un distrito donde proliferan comercios clónicos y franquicias.
Josep Conesa, el actual propietario, comenzó a hacer bocadillos hace casi medio siglo, cuando tenía 14 años y algunos días echaba una mano a su padre. Por entonces todos los comerciantes se conocían. “A veces entraba alguien y nos preguntaba por una señora de la que sólo recordaba el nombre de pila y aun así sabíamos a quién se refería”. Eso ya forma del pasado. Cuentan que cuando el president Josep Tarradellas regresó del exilio y se asomó al balcón de la Generalitat, dijo: “¡Ah, la camisería Deulofeu sigue ahí!”. Pero esta histórica y casi centenaria tienda (1918-2015) ya ha sucumbido a los nuevos tiempos. En su lugar ahora hay un establecimiento de Costa Coffee.
No es la única transformación que ha presenciado la bocadillería, en el epicentro del sarao en Catalunya, tanto para las celebraciones y los festejos populares como para las protestas. La firma ha visto de cerca tantas manifestaciones que sus empleados podrían escribir un tratado teórico sobre la evolución de los antidisturbios. “Los grises –dice uno– iban a saco. Los Mossos se infiltran entre los manifestantes, los aíslan y detienen”.
Además de Entrepans Conesa, la plaza tiene otro frankfurt, el Sant Jaume, un microcomercio casi tan pequeño como el bar La Cazalla del Raval. También hay un Pans&Company, una bisutería, una tienda de souvenirs y varios locales pendientes de alquilar, como una antigua sucursal del Banco Santander. Por los más grandes se piden alquileres estratosféricos, al alcance de muy pocos: es la otra gentrificación, la comercial. Con estas tentaciones no son de extrañar los cantos de sirena. Pero, aunque alguien lo dio por hecho, Josep Conesa niega que su negocio esté en traspaso. Sabe, eso sí, que no habrá otro relevo generacional. No quiere para sus hijos una vida como la suya, aunque busca que la empresa continúe y mantenga a sus trabajadores. Tiene 61 años y le gustaría jubilarse a los 65. “O antes, si puedo”.
LOS VECINOS El local resiste como la aldea de Astérix en un distrito donde reinan las franquicias
LOS POLICÍAS Desde aquí se podría escribir un tratado de manifestaciones y agentes antidisturbios