La Vanguardia

Habitación de hotel

- Màrius Carol

NO resulta frecuente contemplar un cuadro de Edward Hopper en una sala de exposicion­es en Barcelona. Así que vale la pena acercarse hasta el CaixaForum (Un Thyssen mai vist) y pasarse un buen rato descubrien­do detalles de Habitación de hotel, una de las obras maestras de la muestra. La mirada sobre la realidad de Hopper está en las películas de Hitchcock, Lynch o Wenders. En la obra que nos ocupa una mujer medio desnuda está sentada en una sencilla cama de hotel. Todavía no ha deshecho su equipaje y lee lánguidame­nte algo que parece una carta, aunque en realidad es un horario de trenes. Pocas obras describen tan bien la sensación de soledad.

Hopper pintó Estados Unidos, tanto la vida de las metrópolis como en los ambientes rurales, y desgranó en sus óleos la alienación del hombre contemporá­neo. Si hoy viviera podría captar imágenes parecidas, a pesar de que han pasado más de ochenta años. El hombre sigue igual de desconcert­ado ante el mundo que le toca vivir y siente el mismo miedo por el futuro. ¿O no están presentes estas sensacione­s en muchos norteameri­canos que hoy van a votar a Trump? El futuro ha dejado de ser previsible y el pasado era un mundo estable. El republican­o les promete volver atrás, anclarse en valores seguros. Y él se ofrece como salvador, en tiempos que sabemos que sólo podremos salvarnos todos juntos. Habitación de hotel fue pintada en 1931, cuando la Gran Depresión, como la reciente crisis, se había cebado en las emergentes clases medias y el presidente Hoover no sabía cómo sacar el país adelante. Entonces William Hearst, el magnate de la prensa, telegrafió a todos los directores de sus diarios para ordenarles que evitaran la palabra depresión y enfatizar los malos momentos. Son recetas propias de Trump, como proclamar “América para los americanos”, que también propugnó. Todo esto pasaba por la cabeza de Hopper cuando pintó el cuadro del CaixaForum.

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