Juan Pablo Villalobos
La novela, en tono humorístico, se ambienta en una ciudad canalla y mestiza
ESCRITOR
Juan Pablo Villalobos (43), autor mexicano afincado en la capital catalana, obtuvo ayer el premio Herralde con una novela en la que un escritor llega a una Barcelona repleta de narcos, corruptos y pakistaníes que fingen vender cerveza.
Juan Pablo Villalobos (México, 1973) ganó ayer el Herralde con No voy a pedirle a nadie que me crea,
alocada novela coral cuyo protagonista se llama Juan Pablo Villalobos, “un sueñatruchas mexicano” que se mueve por una Barcelona actual en la que entra en contacto con narcos mafiosos, una novia al borde de la indigencia que lee a Bolaño, políticos corruptos de un partido nacionalista de derechas, okupas, perros, pakistaníes que fingen vender cerveza para no levantar sospechas, mosses d’esquadra pelirrojas... y hasta una niña que recita versos de Alejandra Pizarnik.
De tono humorístico, como las anteriores obras del autor, “en esta ocasión todo se explicita más –cuenta– pues el personaje debe redactar una tesis sobre Los límites del humor en la literatura latinoamericana del siglo XX”, lo que dará pie a digresiones ensayísticas sobre “de qué vale la pena reírse y de qué no”.
El Villalobos de ficción es tentado por un primo para meterse en un “negocio de alto nivel” que traerá serias consecuencias. La trama, “cada vez más exagerada e hiperbólica” se justifica en una frase que dijo una vez Pere Calders: “Para él, en México la gente hace cosas que en Europa serían de ficción, pues yo aplico esa misma lógica a Barcelona, la ciudad de la llegada masiva de la emigración, una ciudad canalla repleta de personajes singulares y con extensiones en Badalona o l’Hospitalet”.
Así, el tema es “el narcocapitalismo en la era de la globalización” con derivaciones de política catalana que no quiso desvelar –“quiero que me renueven mi permiso de residencia”– pero que tiene que ver “con un político nacionalista catalán cuya hija conectará con la actividad narcocriminal de México”.
“Esta es una novela híbrida, en varios sentidos –prosiguió–. Es a la vez de Barcelona, Cataluña, España y México. Hibrida también tradiciones literarias, las que vienen de Ibargüengoitia, Marsé, Calders, Pitol, Mendoza, Monterroso, Gómez de la Serna... También me hizo gracia la mezcla lingüística, a través de ese español de un mexicano en Barcelona, que dice cosas como ‘ese tío es un pinche gilipollas’ o del que hablan un pakistaní o un chino del Raval. Tampoco tengo claro cuál es el género, está entre la novela negra, la comedia de enredos y la autoficción. Y la narración se desarrolla a través de varias voces: el diario de una chica, dos epistolarios que se envían desde México, la novela que el chico va escribiendo...”.
Villalobos es un viejo conocido de la casa (Anagrama), donde ha publicado todas sus novelas desde que envió la primera, por correo, y recibió la entusiasta respuesta de Herralde. Se trata de Fiesta en la
madriguera (2010), las andanzas del hijo de un narco mexicano que crece en una residencia de oro entre camellos, prostitutas y sirvientes. Posteriormente publicó Quesadillas (2012), Si viviéramos en un lugar normal (2012) y Te vendo un perro (2015). Dice que “tras trece años en Barcelona, me di cuenta de que no podía seguir escribiendo de mi país sin el riesgo de folklorizarlo, así que me pasé a un escenario local”.
El autor simboliza la generación que, cuarenta años después del boom, sigue llegando a Barcelona para convertirse en escritor. “Yo vine en el 2003, para hacer un doctorado en la Autònoma. Tuve mis crisis existenciales, de una de las cuales salí leyendo Los detectives
salvajes de Bolaño”. En los últimos años, Latinoamérica domina claramente este premio, que históricamente ha propulsado a nombres como Álvaro Pombo, Javier Marías o Roberto Bolaño. Desde el 2006, lo han ganado cuatro mexicanos, tres españoles, dos argentinos, un venezolano y un colombiano.
A pesar de su éxito internacional –traducido en 14 países– Villalobos, en España –al menos hasta ayer– seguía siendo un semidesconocido, algo que su editor atribuyó “a la displicencia con que siguen siendo tratados los autores latinoamericanos en España, con contadas excepciones”, lo que le motivó a realizar un llamamiento público: “Haced un esfuerzo de curiosidad, críticos españoles”.
El premio está dotado con 18.000 euros. Este año, el jurado estuvo compuesto por Salvador Clotas, Paloma Díaz-Mas, Marcos Giralt Torrente, Vicente Molina Foix y el propio Jorge Herralde.