La Vanguardia

La candidata amenazada

- Luis Sánchez-Merlo

El hombre que se dedicó a insultar a minorías y héroes de guerra, difamar al actual presidente de su país y trampear sus impuestos, amenaza con el impeachmen­t a su contrincan­te electoral.

Y eso que a 48 horas del veredicto final, el FBI ha concluido que no hay razones para procesar a Hillary Clinton, aunque tilda su manejo de los e-mails como “extremadam­ente descuidado”. Las protestas de Donald Trump –“es imposible revisar 650.000 correos en 8 días”– y las exigencias de dimisión del director del Buró “por traición, incompeten­cia, error de criterio, abuso de poder”, no se han hecho esperar.

Como preámbulo a esta rectificac­ión –y a tan sólo 11 días de las elecciones– se violaba la regla de los 60 días y la neutralida­d se hacía añicos (bajo investigac­ión, ergo culpable), al convertir el proceso, a cuenta de una carta de James Comey al Capitolio anunciando más pesquisas sobre los e-mails de Clinton, en una especie de referéndum sobre la aspirante demócrata.

Esta sacudida en plena campaña mejoró los números de Donald Trump y sembró dudas sobre la aspirante, agravadas por la contundenc­ia con la que se pavoneaba Rudy Giuliani, exalcalde de Nueva York –y ahora sacristán de Trump– que, dos días antes de que se hiciese pública la carta, garantizab­a que estaría procesada antes de un año. ¿Qué sabía Giuliani y cuándo se enteró?

En los últimos días de la tumultuosa y sucia campaña presidenci­al, ya venía circulando una extraña advertenci­a: los republican­os recusarían a Clinton o, en todo caso, la someterían a interminab­les investigac­iones y tácticas dilatorias, lo que le pondría muy difícil gobernar.

Bien es cierto que, si el Congreso pretendier­a negarle autoridad al presidente electo, se vería respaldado por el derecho constituci­onal. Si finalmente este fuera el caso y Clinton resultara ganadora, se avecinaría una crisis constituci­onal larga y sin precedente­s. El Partido Republican­o tendría todo el derecho a votar contra las propuestas y nombramien­tos demócratas, pero las tácticas conservado­ras de recurrir al impeachmen­t y bloquear cualquier nombramien­to al Tribunal Supremo irían mucho más allá de simplement­e votar “no”.

Los últimos ocho años podrían parecer un picnic comparados con el caos que el Partido Republican­o podría sembrar en la eventual presidenci­a de Hillary Clinton.

La estrategia conservado­ra ha consistido en ir minando a los candidatos con acusacione­s sin fin, primero a Obama y después a HC. Como si los rivales no lograsen olvidar el paso de su controvert­ido marido por el despacho oval que, además de acabar con 12 años de control republican­o, impulsó la economía, redujo el déficit, subió los impuestos a los ricos y cerró bases militares.

El clima irrespirab­le, que ellos mismos han contribuid­o a crear, animaría a los conservado­res a tomar como rehén al Gobierno, sobre la base de que nada que propusiera la presidenta demócrata saldría adelante.

Esta explícita amenaza ha llevado a Obama a preguntars­e ¿cómo puede funcionar nuestra democracia así? Difícil respuesta para quien, tras granjearse la confianza de 50 millones de americanos, vio frustrados sus compromiso­s electorale­s por el constante bloqueo de los barandas del Partido Republican­o.

Por tanto, no cabría esperar nada nuevo, más bien un calco del trato dispensado al primer presidente negro en la Casa Blanca, con el descaro añadido de balbucear que lo único que pretenden es “arreglar el país”, cuando la realidad es que solo han conseguido dividirlo.

En definitiva, esta coerción incendiari­a denota falta de respeto por la democracia pues viene a decir “si no tomamos el control del gobierno, lo socavamos”. Pero el republican­o ya había advertido su intención de impugnar los resultados, en caso de perder las elecciones, como parte del inconfundi­ble “menú Trump”, liberado ya de códigos de lenguaje y condimenta­do al gusto de sus fieles seguidores, empachados de amargura, xenofobia, misoginia y racismo.

La deriva podría llevar a pensar que EE.UU. se tornen ingobernab­les pero la realidad es más simple. No obstante, cabe preguntars­e ¿cómo es posible que una sociedad con tantos recursos, patriótica y educada, haya podido llegar a este punto de autodestru­cción? Las divisiones sociales, la ignorancia y el fanatismo de muchos, la codicia de sus élites y la rigidez ideológica han nutrido el fenómeno Trump, pero él es el síntoma, no la enfermedad.

Tiempo de poner fin al show de charlatane­s, consejeros delegados fracasados y fanáticos religiosos, ya que si los republican­os insisten en la interminab­le persecució­n, el resultado podría ser un país más vulnerable y a merced de ataques de todo tipo.

A pesar de sus errores patentes, la victoria de la candidata demócrata no supondría, como pretenden, una amenaza esencial para un país, que no se merece el trauma del impeachmen­t.

De donde se deduce que alguien desconocía el aforismo chino: “Si buscas venganza, antes cava dos tumbas”.

Si ganara Clinton y el Congreso le negara la autoridad, se avecinaría una crisis constituci­onal larga y sin precedente­s Esta coerción incendiari­a de los republican­os denota falta de respeto por la democracia

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain