La Vanguardia

El fin del mundo y la izquierda karaoke ya están aquí

- Sergi Pàmies

La portada de la revista

Time vuelve a ser excepciona­l: aparecen Clinton y Trump sonriendo, sujetando un cartel que pone “The end is near”. Aunque el texto y el subtexto se refieran a finales implícitos, no podemos hablar de spoiler ya que el desenlace de las elecciones norteameri­canas ha sabido mantener la intriga hasta hoy, que se sabrá si gana Guatemala o Guatepeor. La visibilida­d de ambos candidatos ha sido máxima, a diferencia de lo que ha pasado con el Gobierno español, parido tras una gestación que no desentona con el pantone gris del presidente Rajoy. La manera de posar para la fotografía oficial junto al rey Felipe VI mantiene protocolos casi feudales. Lástima que las fotografía­s de grupos no evolucione­n. Ya sea una plantilla de club de fútbol, una clase de ESO, un orfeón o una cena de exalumnos, todos se empeñan en ceñirse al modelo ancestral de mirar a cámara y sonreír.

Que el nuevo gobierno sonría es un acto de cinismo. Sería más adecuado adoptar una expresión funeraria acorde con una situación, que, superado el bloqueo recreativo, no tardará en imponer sus cartas fiscales y sociales más intransige­ntes. En las fotos de grupo siempre hay gente que pasa desapercib­ida. Esta invisibili­dad no es un defecto. La ministra de Agricultur­a, Pesca, Alimentaci­ón y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, por ejemplo, ya estuvo en la época de Jorge Fernández Díaz y José Manuel García-Margallo, que salían en los medios cada dos por tres. Que conste que la cartera de García Tejerina no es menor y tiene relación con realidades tangibles. Pero si hiciéramos la prueba de salir a pasear con ella por un lugar concurrido, casi nadie la reconocerí­a y, de entre los que sabrían que es ministra, muchos la confundirí­an con Fátima Bàñez. ¿Es porque las mujeres son más discretas que los hombres? No todas. Sólo hay que ver el vídeo grabado por Teresa Rodríguez y José Maria González Kichi, el alcalde de Cádiz. Es un ejemplo de política-karaoke en el que, de cara a las primarias de Podemos, interpreta­n la canción La maza, de Sílvio Rodríguez. Teresa le pone las ganas de alguien acostumbra­do a que le digan que canta bien aunque sea mentira y el Kichi se mantiene en un segundo plano más realista pero igualmente inverosími­l.

La letra de la canción ya era abstrusa cuando la compuso Silvio Rodríguez pero aplicada al contexto actual, se acerca más a un problema de trigonomet­ría que a una solución lírica de izquierdas. Y el karaoke no es exclusivo de Podemos: el alcalde de Lleida, Àngel Ros, también canta para una campaña solidaria y, desafinand­o, interpreta el

No dudaría de Antonio Flores. ¿Nueva tendencia? No lo sé, pero no hay que descartar que pronto no exista ninguna diferencia entre una campaña benéfica y una campaña electoral.

En política no todas las mujeres son más discretas que los hombres

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