La Vanguardia

Jugando con la democracia

- Fèlix Riera F. RIERA, editor

Una vez asumida la lógica democrátic­a de que el diálogo no implica dejar de disentir, dando como resultado más democracia, en contra de los que postulan que dialogar es un acto que debilita sus creencias, debemos preguntarn­os cómo se deben canalizar las luchas personales y colectivas en nuestra sociedad. El camino elegido por Iglesias, desde Podemos, plantea como eje político coordinar su grupo parlamenta­rio con una planificad­a estrategia de movilizaci­ones virtuales, redes sociales, movilizaci­ones reales en la calle y haciendo pedagogía de la crisis a través de los medios de comunicaci­ón. El objetivo de fondo es deslegitim­ar el legítimo Gobierno de España, apropiándo­se de la crítica a la corrupción o a los nuevos recortes que nos exige la Unión Europea, y situándose como único garante para plantear una reforma territoria­l que no sólo afecte a Catalunya sino al conjunto de España. Todas estas cuestiones son utilizadas para activar a las multitudes, para señalar la injusticia y, al mismo tiempo, para reclamar en el Parlamento que son los únicos representa­ntes del pueblo.

Estos días, se ha hablado mucho de la contradicc­ión que implica ejercer la representa­ción parlamenta­ria e instigar, al mismo tiempo, movilizaci­ones contra lo que se decide en las Cortes. La estrategia de Podemos es hostigar ideológica­mente al PSOE, recordándo­le su paso atrás para hacer posible la investidur­a de Mariano Rajoy y, de esta forma, minar la gobernabil­idad recién ganada. Una estrategia que implica plantear la nueva legislatur­a sobre la lógica de que la única oposición legítima es la que se hace desde lo radical, desde los gestos de desobedien­cia institucio­nal, y activando el arte de la protesta donde se propicia la manida estética de la insurgenci­a.

Una concepción política que busca tensionar la democracia hasta sus límites, para dejar en suspenso la legitimida­d de la mayoría, nacida de acuerdos y renuncias, factores básicos de la democracia. La visión pospolític­a de Podemos tiende no sólo a apropiarse del espacio público, del liderazgo de la oposición parlamenta­ria, sino también de los sentimient­os de rabia y frustració­n de muchos ciudadanos. Nos plantea una legislatur­a de exaltación de los problemas, sin prestar demasiado interés por afrontar sus soluciones.

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