La fundación Pere Tarrés mejora su centro de Poblenou
El espacio, que atiende a más de un centenar de menores en riesgo de exclusión fuera del horario escolar, dignifica instalaciones
“Esta vez no necesitaremos chaquetas para combatir el frío”, dicen los responsables
Este invierno será el primero con calefacción en el Centre Socioeducatiu Poblenou de la Fundació Pere Tarrés. Gracias a una inversión de 346.916 euros financiada a través de donaciones de particulares y empresas, ayer se inauguró la remodelación del espacio que atiende a 114 niños en riesgo de exclusión social fuera del horario escolar. Además de la calefacción, se ha renovado mobiliario, se han pintado las paredes, se ha instalado una ducha, se han construido lavabos nuevos y se ha mejorado la accesibilidad del recinto, entre otras reformas. Un lavado de cara alejado de cualquier lujo pero que ha dotado al centro de “la dignidad necesaria para realizar las actividades”, según explicó Rafael Ruiz de Gauna, director de la Xarxa de Centres Socieducatius de la fundación.
“Esta vez no necesitaremos chaquetas para luchar contra el frío”, añadió Albert Riu, secretario técnico de esta red de centros. El 86% de los niños atendidos en el Poblenou tienen un seguimiento por parte de servicios sociales por “problemas sociales, económicos o educativos”, señaló Cristina López, directora del espacio. Entre las familias usuarias hay un 33% con unos ingresos inferiores a los 5.000 euros anuales y el 20% son monoparentales. “La mayoría son madres extranjeras, muchas con problemas con el idioma y sin familiares que las ayuden”, remarcó López. “Los niños con estos contextos son los que sufren más enfermedades mentales”, añadió Ruiz de Gauna.
El principal servicio que se ofrece es el centro diario, que abre por las tardes después del cierre de las aulas y está a destinado a niños de entre 3 y 13 años. Se trabaja con un educador cada cinco usuarios, aunque también hay sesiones individuales. “Aquí no sienten vergüenza de preguntar lo que no entienden en clase”, indicó López.
El centro también dispone de una sala de informática. “Los más mayores comienzan a trabajar en clase con tabletas o portátiles pero luego al llegar a casa no tienen internet”, relató la educadora. En la sala de lectura se fomenta el hábito de coger un libro. “Muchos se los llevan prestados y me hace especial ilusión”, reconoció. Si por las tardes se trabaja con los niños, por las mañanas se hace con, principalmente, las madres. A primera hora se organiza un espacio donde diferentes madres debaten sus dudas mientras comparten el desayuno que les ofrecen.
“Gente de culturas muy distintas establecen amistad y quedan luego para ir al parque con los críos”, afirmó López. Acompañadas de los profesionales, día a día superan escollos como el idioma de los deberes, que muchas veces no entienden. “A algunas les ofrecemos que puedan tomar una ducha y también resolvemos sus dudas sobre cómo lavar correctamente a sus niños, pues no tienen a nadie que les aconseje”, añadió. En este horario algunas de las usuarias aprovechan para traer a sus hijos al no tener la capacidad de costearse una guardería.
También se les ofrece desayuno a los pequeños y se trabaja su psicomotricidad y el catalán. En verano, el centro se convierte en un casal que asegura las necesidades alimentarias de los usuarios. Y el fin de semana llega la hora del Esplai Sagrat Cor, que dio origen a toda la actividad. En el 2014 la Fundació Pere Tarrés asumió la gestión del centro porque las familias reclamaban que se abriera también entre semana. La reforma ha permitido incrementar el número de usuarios en un 58%, reducir las listas de espera y optar al reconocimiento oficial como centro abierto, vital para asegurar el financiamiento del día a día de la actividad, que ahora corre a cargo del Ayuntamiento, la Generalitat y la Obra Social La Caixa. Ayer, niños y padres se juntaron en una fiesta para celebrar el final de las obras. No necesitaron chaqueta.