Agrietó el techo de cristal
JANET RENO (1938-2016) Primera mujer en ser Fiscal General de EE.UU.
Cuando esta madrugada Hillary Clinton se convierta presumiblemente en la futura primera presidenta de EE.UU. probablemente repetirá uno de los eslóganes que mejor le han funcionado en esta larga campaña electoral: “Hemos roto el techo de cristal”. El tope que impedía a las mujeres acceder al puesto de más responsabilidad de la primera potencia mundial, tal vez del mundo.
Pero Hillary Clinton nunca hubiese podido llegar tan lejos sin las grietas que otras dibujaron en este grueso techo de cristal. Y una de ellas, sin duda, fue Janet Reno, que bajo la batuta de su marido, Bill Clinton, se convirtió en la primera mujer en llegar a ser Fiscal General de EE.UU. (1993-2001).
El presidente Clinton, que también designó a Madeleine Albright como primera secretaria de Estado en 1996, había prometido nombrar a una mujer al frente del Departamento de Justicia. Tras descartar a otras candidatas –la abogada Zoe Baird y la jueza Kimba Wood, por haber contratado a inmigrantes indocumentadas como niñeras–, se decantó por Reno, entonces la experimentada fiscal general del condado de Dade (Florida), que incluye Miami. En una época en que la ciudad se conocía por el crimen relacionado con el narcotráfico, las oleadas de exiliados cubanos y las divisiones raciales, Reno fue una pionera que consiguió crear un tribunal antidrogas que se convirtió en un modelo nacional.
Pese a permanecer durante sus dos mandatos –más tiempo que nadie en 150 años–, Reno nunca formó parte del círculo de confianza de Clinton. Se la recuerda por su profesionalidad y por haber mantenido una gran independencia respecto a la Casa Blanca, hasta el punto de que la entonces primera dama nunca la perdonó por permitir una investigación sobre el caso Lewinsky, que llevó al impeachment. Tampoco ayudó que autorizara una investigación independiente sobre el Whitewater, un escándalo político-financiero en torno a una fallida compra inmobiliaria en Arkansas por parte de los Clinton.
Los republicanos también la criticaron, especialmente por negarse a designar a un comité que investigase las acusaciones de financiación irregular durante la campaña de Clinton y su vicepresidente, Al Gore, en 1996.
“Fue una de las líderes más efectivas, decisivas y respetadas”, dijo la actual fiscal general, Loretta Lynch. “Se guiaba por un simple criterio: hacer lo que la ley y los hechos requerían. Aceptó los resultados de esto, sin tener en cuenta la dirección en que soplaban los vientos políticos”.
Sus ocho años de fiscal general estuvieron rodeados de controversia. La primera le sobrevino a los dos meses de llegar, cuando decidió ordenar el asalto al rancho en que una secta estaba atrincherada en Waco (Texas) porque sospechaba que estaban abusando de niños. Durante la redada se originó un incendio en el que murieron 76 miembros de la secta davidiana –fundada tras una escisión con la Iglesia Adventista de los Siete Días– incluyendo a su líder, David Koresh.
La segunda controversia fue la de Elián González, el balserito, que con sólo seis años había sobrevivido a un naufragio en el que murieron su madre y otros diez inmigrantes cubanos. A su llegada a Miami fue entregado a unos familiares, pero su padre lo reclamó desde Cuba. Tras cinco meses de tira y afloja, y gracias a la actuación de Reno, el niño fue devuelto a su padre en una base aérea de Washington. No titubeó ante la ira de la influyente comunidad cubano-americana de Miami.
Supervisó también las condenas de numerosos terroristas de alto perfil, incluyendo la de Omar Abdel Rahman, ideario del atentado con explosivos en el World Trade Center en 1993; o las de Timothy McVeigh y Terry Nichols, responsables del atentado de Oklahoma en 1995, que mató a 168 personas. También arrestó a Theodore Kaczynski, el Unabomber, que enviaba correos explosivos desde 1978 para protestar por la erosión de la libertad humana.
“La exótica de los Everglades”, como le llamaban, regresó en el 2001 a su casa familiar en el popular pantano de caimanes para intentar ser gobernadora de Florida, pero perdió las primarias demócratas en otra caótica votación en el estado sureño.
Reno murió este lunes a los 78 años, tras una larga lucha contra el párkinson, que le diagnosticaron hace veinte años. No dejó que empañara su posición y se negó a medicarse para que el tratamiento no afectara a su capacidad intelectual. En una última llamada de despedida, Bill Clinton le dijo este fin de semana a su hermana Maggy: “Dile a Janet que la quiero”.