La Beckett ya tiene plan
La histórica sala estrena oficialmente su nueva sede de Poblenou con una obra de Benet i Jornet y presenta sus futuras líneas de actuación
Hay en la imponente sala de la vieja cooperativa Pau i Justícia del Poblenou representantes de la Generalitat y del Ayuntamiento. También del mundo teatral, como el fundador de Focus, Daniel Fernández, o como la presidenta de Adetca –la patronal del sector–, Bet Orfila. Y hay autores teatrales, claro, que para algo esta antigua cooperativa reconvertida en hermosísimo teatro va a ser la gran casa del autor en Barcelona. Y también hay mucha prensa que quiere saber el plan para llenar los 3.000 metros cuadrados de este edificio anodino por fuera pero en cuyo interior los arquitectos han conservado todos los fantasmas, paredes desconchadas incluidas. “Queda inaugurado este pantano”, bromea ante tanta expectación Toni Casares, director de la sala Beckett. “Esto ya hace aguas”, ironiza Oriol Broggi, director de la obra que abre el espacio: La desaparició de Wendy, escrita por Josep Maria Benet i Jornet en 1973.
Las funciones de La desaparició de Wendy comienzan mañana pero su estreno oficial será el lunes. Entonces será también la puesta de largo de la nueva Beckett tras dejar –empujados por la propiedad– su histórica sede de Gràcia, donde la fundó José Sanchis Sinisterra en 1989. Casi tres décadas después, la Beckett, con sus montajes y con sus cursos, se ha convertido en un pilar del increíble éxito que vive hoy la dramaturgia catalana en el mundo.
Tras muchos obstáculos en los últimos años, La Beckett por fin puede crecer. Eso sí, necesita dos millones de euros anuales para que su nueva sede –que tiene dos salas de teatro– funcione a todo máquina. Increíblemente, las administraciones catalanas se han arremangado y van a poner, dice Casares, por lo menos la mitad. Un Casares que señala que la Beckett ha de promover “un teatro contemporáneo en el sentido más radical” y que advierte que “la sociedad está ávida de nuevos relatos que nos expliquen. Faltan dramaturgos que ayuden a construir nuevos relatos alejados de los estándar que nos tragamos”.
La Beckett tendrá cuatro grandes líneas. La primera, seguir siendo un espacio de creación contemporánea. En ese sentido acogerá compañías en residencia: las dos primeras, Obskené y Sixto Paz. Asimismo, habrá un dramaturgo residente, este año Marilia Samper. Todos ellos podrán trabajar allí sus proyectos y estrenarlos. Por supuesto, la sala seguirá trabajando en internacionalizar a los autores catalanes. Y ampliarán los cursos de formación, abriéndolos a nuevas disciplinas, incluida a filosofía. Y además, la nueva Beckett quiere ser un ámbito de pensamiento y debate. De todo eso surgirá la programación de las salas: habrá grandes ciclos temáticos, este año sobre las migraciones y la revolución de los géneros.
Pero para comenzar, nada mejor que una obra del patriarca del actual teatro catalán, Josep Maria Benet i Jornet. A Casares se le saltan las lágrimas al anunciarlo (Benet i Jornet anunció hace un año que sufre alzheimer), así que toma la palabra Oriol Broggi, que dirige la obra.
“Papitu vino a un pase y dijo que le venían flashes de la pieza y de su infancia. Disfrutaba”, señala, y dice que La desaparició de Wendy es una obra muy divertida en la que una compañía quiere representar Peter Pan pero los decorados están equivocados. A partir de ahí, surgen “muchos temas del teatro, la sociedad del momento y del autor, al que le cuesta hacerse mayor. Los actores y autores parece que se dediquen a hacer teatro para recuperar imágenes perdidas. A toda la sociedad en el fondo le cuesta hacerse mayor. Todos somos Peter Pan”.
La Beckett tendrá este año en residencia dos compañías –Obskené y Sixto Paz– y una autora, Marilia Samper