La Vanguardia

Una renovación para justificar un modelo

- Carlos Novo

No fue una renovación como las otras porque no podía serlo. La plana mayor del Real Madrid, con Florentino Pérez a la cabeza, arropó a Cristiano Ronaldo como no hizo en octubre con Kroos, Modric, Lucas Vázquez o Bale, que se tuvieron que conformar con comparecer en la sala de prensa acompañado­s de Emilio Butragueño. Para Cristiano se abrió el palco, se invitó al Senado y a los vips del club y se puso alfombra roja. Florentino hizo de primer oficiante y de Butragueño no hubo ni rastro. Dio igual que Cristiano tenga ya 31 años y que por norma no escrita –tradición implantada por Bernabeu– cuando se cumplen los 30 el Madrid renueva de temporada en temporada. Dio lo mismo que en este comienzo de campaña Cristiano esté muy por debajo de su rendimient­o habitual, que Bale acapare el protagonis­mo cada vez que rueda el balón y que la prensa hable abiertamen­te de estar ya ante “el equipo del Expreso de Cardiff”. Cristiano hizo valer ayer su impacto mediático –más de 40 television­es asistieron al evento– y Florentino dejó claro “quién es nuestro emblema”.

Para una entidad como el Real Madrid, donde el departamen­to de marketing es esencial para entender la política de fichajes, Cristiano vale mucho más que su peso deportivo en el equipo. A día de hoy, Cristiano es el deportista con más fans en el mundo, seguido en las redes sociales por 238 millones de adeptos. En su última asamblea de socios, celebrada el 23 de octubre, el Madrid presentó unos ingresos de explotació­n de 620 millones, un 7,4% más que la temporada anterior. El modelo funciona, al menos en la caja registrado­ra.

Ante un fútbol que los medios de medio mundo contemplan como un duelo directo entre Leo Messi y Cristiano, para el Madrid que su jugador bandera sea el máximo favorito para llevarse este diciembre otra vez el Balón de Oro (el tercero de los cuatro últimos) representa un éxito sensaciona­l en un club que sólo ha podido ganar una Liga de las últimas ocho.

Cristiano, es verdad, por su modo de ser, nunca recibió la entrega incondicio­nal de un Bernabeu propenso a silbarle. Su estilo egoísta lastra el juego colectivo. Pero Cristiano, y eso lo percibe muy bien Florentino, entronca también con valores muy del club: un espíritu de lucha irreductib­le y un ADN ganador que le hace sentirse superior al rival sean cuales sean las circunstan­cias. Cristiano y el Madrid parecen nacidos para entenderse. Y a veces, para quererse, aunque sea a la fuerza.

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