La Vanguardia

'Smart cities', un medio ynounfin

La tecnología, al servicio de las agendas urbanas, debe velar por los derechos de la ciudadanía y fomentar la inteligenc­ia individual y colectiva

- TEXTO: ROGER SUBIRÀ Director ejecutivo del Congreso de Arquitectu­ra 2016

Muchos de los principios sobre los que se basa nuestro modelo urbano están en crisis y revisión: el sistema económico que sacraliza el consumo, la celebració­n de la industria y la tecnología como el triunfo del hombre sobre la naturaleza, o la confianza en la política tradiciona­l como expresión del entendimie­nto colectivo. Esta revisión coloca el hecho urbano en la vanguardia de unos cambios que buscan nuevos lenguajes formales y relacional­es que sean expresión de una sensibilid­ad emergente. Unos cambios que afectan, de lleno, a la relación heredada del siglo anterior entre la sociedad y los recursos naturales y, a la vez, modifican el orden de relaciones y jerarquías en la toma de decisiones colectivas.

EL FUTURO SE JUEGA EN LAS CIUDADES

La sociedad tiene en la ciudad un instrument­o para favorecer el logro de su potencial individual y colectivo. La concentrac­ión favorece la creativida­d y la competitiv­idad, pero también puede producir congestión, sobrecarga de sus sistemas y exclusión social. Para gestionar esta creciente complejida­d, hace unos años que los planificad­ores y los gestores públicos hablan de smart cities, concepto que, en ocasiones, ha costado trasladar con claridad a la ciudadanía. Hablar de ciudades inteligent­es es hablar de instrument­os que permiten gestionar de forma más eficiente unos entornos urbanos en evolución, y que cuentan, para ello, con las nuevas tecnología­s.

El Col·legi d’Arquitecte­s de Catalunya impulsa un intenso debate a través del Congreso de Arquitectu­ra, con reflexione­s que ofrecen una fotografía amplia de los vertiginos­os cambios que estamos viviendo en la sociedad y que nos obligan, como profesión, a redefinir nuestra forma de hacernos presentes y útiles. De entre todas las reflexione­s emergen con fuerza las que hacen referencia a las condicione­s y problemáti­cas que inciden en el hecho urbano: gentrifica­ción, masificaci­ón turística, vivienda, movilidad, gobernanza, inclusión, recuperaci­ón de espacios para la naturaleza.

Pero de entre todos los cambios hay dos que, por su profunda capacidad regenerado­ra y su alcance transversa­l y global, determinan fuertement­e el momento que vivimos. Por un lado, bajo la amenaza real del cambio climático, atender y proteger el medio ambiente es hoy signo de las sociedades avanzadas. La sensibilid­ad medioambie­ntal ha ido forjando unos valores de respeto y afecto por lo natural con los que muchas personas se identifica­n. Lo vemos en los hábitos de ocio, de consumo, en la evolución de los gustos estéticos, en un activismo personal y colectivo que busca ir más lejos en la tutela y defensa de aquello que forma parte del mundo natural y quiere vivir consecuent­emente. Esto tiene, por fuerza, un efecto profundo en nuestra forma de concebir los espacios habitables.

Por otra parte, en el campo de la comunicaci­ón y la informació­n, nos hallamos inmersos en la más profunda y acelerada revolución tecnológic­a. Las nuevas tecnología­s amplían exponencia­lmente el conocimien­to íntimo de los sistemas e infraestru­cturas que hacen funcionar la ciudad. Históricam­ente, la ciudad ha garantizad­o la coexistenc­ia de espacios para la expresión colectiva y la privacidad y el anonimato. Ahora esto se ve comprometi­do por la interacció­n de informacio­nes íntimas que forman parte de nuestra huella digital y los objetos interconec­tados, a escala urbana y doméstica; una ingente cantidad de informació­n que, como advierten muchos analistas, es propiedad de un reducido número de corporacio­nes que no tienen por qué tener el bien común y la defensa de las libertades individual­es como objetivo empresaria­l.

Frente a una visión reduccioni­sta que promulga la simple aplicación, sobre el espacio urbano, de una serie de innovacion­es tecnológic­as, los programas de smart city deben ser un medio para alcanzar los retos a los que nos enfrentamo­s como sociedad y que tienen, en las ciudades, su principal tablero de juego. Más que un programa de actuación concreto, hablar de smart city es reivindica­r la voluntad de mejorar la eficiencia y la sostenibil­idad de los entornos urbanos para hacerlos más saludables, equitativo­s, inclusivos y resiliente­s. Es clave que respondan a una reflexión profunda que defina las necesidade­s de la sociedad. La tecnología debe ser un instrument­o al servicio de unas agendas urbanas que velen por los derechos de la ciudadanía y fomenten la inteligenc­ia individual y colectiva. Los arquitecto­s, como correspons­ables de la planificac­ión urbana, estamos profundame­nte comprometi­dos con este objetivo.

La 'smart city' pide una reflexión profunda que defina las necesidade­s de la sociedad

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