El comodín de Hillary Clinton
LA revista Paris Match ha calificado a Michelle Obama como “el comodín de Hillary”. Realmente ha sido el último as en la manga de la candidata demócrata; la tabla de salvación cuando las encuestas anunciaban su naufragio, después de que el director del FBI reabriera la investigación sobre sus correos privados. Cuando el futuro parecía despejado, cuando la distancia con Trump se había ampliado, James Corney, el republicano que dirige la agencia federal, dio una última oportunidad al hombre del tupé. Entonces, el matrimonio Obama decidió jugar fuerte por Hillary Clinton. Obama tiene el 55% de partidarios, pero Michelle cuenta con el 64%. La entrada en campaña de la primera dama ha sido el mejor revitalizante para la candidata demócrata. Sus ataques a Trump no han tenido respuesta, porque él sabía que podía salirle el tiro por la culata. A Michelle no se la toca, ni se la maltrata. Obama dice que sólo sabe dos cosas en esta vida: que hay que pagar impuestos y que su esposa nunca hará carrera política. Pero no será por falta de intuición, discurso o encanto. Michelle estuvo brillante en las dos campañas de su marido, pero también para relanzar a Clinton. Esta diplomada en Harvard nunca se ha extralimitado en sus funciones. Ha impulsado campañas contra la obesidad infantil, ha pronunciado discursos con contenido y ha aparecido en las revistas como la mejor colaboradora del presidente.
El matrimonio Obama es considerado cool. Pero más allá de la etiqueta obtenida por saber vestir, comportarse en público y seducir a las audiencias, habrá que reconocer que el balance del 44.º presidente ha sido bueno: ha salido de las guerras de Afganistán e Irak, ha recuperado al país de la crisis, ha normalizado las relaciones con Cuba e Irán y ha permitido que otros 20 millones de estadounidenses tengan cobertura sanitaria. Pocos presidentes obtienen el Nobel de la Paz en su mandato y aún menos llegan al final sin escándalos. Su popularidad se la han ganado a pulso.