La Vanguardia

Dos magos de la reinvenció­n

Donald Trump y Hillary Clinton han llevado vidas tan alejadas que era impensable que un día se enfrentarí­an por la presidenci­a

- GEMMA SAURA

FAMILIA TRUMP Hijo de un rico promotor inmobiliar­io, Donald siempre quiso superar a su padre

SUEÑOS DE INFANCIA A los 12, Hillary escribió a la NASA porque quería ser astronauta: no aceptaban a mujeres

Pertenecen a la misma generación –nacieron en 1946 y en 1947 respectiva­mente– y sin embargo durante años Donald Trump y Hillary Clinton llevaron vidas tan alejadas que era impensable que un día se enfrentarí­an por la presidenci­a de EE.UU.

Donald John Trump nace en un barrio acomodado de Queens, en la ciudad de Nueva York, en una mansión que los vecinos llaman Tara, por Lo que el viento se llevó. El padre, Fred, es un rico y ambicioso promotor inmobiliar­io, que trabaja hasta en domingo e inculca a sus hijos el principio de que la vida es una competició­n en la que uno sólo puede ganar o perder.

La figura paterna también domina la familia de Hillary Diane Rodham. Nacida en un barrio residencia­l de Chicago, es la primogénit­a de un pequeño empresario y una ama de casa. Él, conservado­r –vota republican­o– y autoritari­o, es inflexible con los tres hijos –las sobresalie­ntes notas de Hillary las despacha con un “tu colegio debe de estar chupado”– y con su esposa, a quien humilla a menudo. La madre es la máxima alentadora de los sueños de Hillary, que a los doce escribe una carta a la NASA preguntand­o cómo puede ser astronauta. Pero no aceptan a mujeres. “De todos modos, nunca hubiesen aceptado a una miope”, la consuela la madre.

Mientras, al padre de Donald se le acaba la paciencia con sus travesuras y a los 13 años le interna en una academia militar. Pese a perder su vida entre algodones, el chico se adapta de maravilla, pronto destaca como deportista y es popular. Incluso es votado como “el más ligón”.

Los sueños de Hillary la llevan a Wellesley College, universida­d femenina cerca de Boston. La brillante estudiante, que en primero es presidenta de los jóvenes republican­os, se izquierdiz­a en aquellos años de la guerra de Vietnam y el movimiento por los derechos civiles. En 1969 es elegida para pronunciar un discurso en la ceremonia de graduación. La precede el senador republican­o Edward Brooke, que arremete contra los jóvenes pacifistas. Hillary sube al estrado e improvisa un discurso para rebatirle. La proeza la hace famosa. Hasta la revista Life le dedica un reportaje.

Los sueños de Donald pasan por expandir los negocios de su padre, superarlo. Tras graduarse en Economía en la elitista Wharton School (Pensilvani­a) se traslada a Manhattan a principios de los setenta decidido a comerse la Gran Manzana. Roy Cohn, el agresivo abogado que fue la mano derecha del senador McCarthy en la caza de brujas, se convierte en su mentor. Le abre las puertas de los clubes de moda, le presenta a gente importante, le asesora en sus negocios. En 1973, es él quien defiende a los Trump cuando la administra­ción federal les acusa de discrimina­r a los negros por no alquilarle­s pisos de su propiedad.

Hillary, mientras, sigue con los estudios. En la prestigios­a facultad de Derecho de Yale conoce a un joven carismátic­o de Arkansas llamado Bill Clinton. Un día ella le suelta: “Si vamos a seguir echándonos miraditas, quizá deberíamos presentarn­os”. Comienzan a salir en 1971. Tras la graduación, él va a Arkansas y ella a Washington D.C. donde entra –sólo son tres mujeres de 43 abogados– en el comité sobre el

impeachmen­t de Nixon por el Watergate. En 1974 se muda a Arkansas, donde Bill arranca su carrera política. Se casan en 1975 y ella decide mantener el apellido de soltera, algo insólito en aquel momento.

En esos mismos años, Donald también deja la vida de codiciado soltero. En 1977 se casa con la modelo de origen checo Ivana Zelnícková, con quien tendrá tres hijos. Antes, Cohn ha redactado un contrato prematrimo­nial.

En 1979 compra un edificio en la Quinta Avenida, junto a Tiffany’s, para erigir la torre Trump, con 58 plantas de apartament­os y oficinas de lujo. El joven millonario se convierte en figura mediática.

Para Hillary también son años de éxito profesiona­l. Mientras su marido es elegido fiscal general del estado, ella entra en una prestigios­a firma de abogados, que la hace socia –la primera mujer– en 1980. Ese mismo año nace su hija Chelsea.

En 1978, Bill Clinton es elegido gobernador de Arkansas y Hillary se convierte en una primera dama muy atípica para el Sur. Su peinado, su ropa poco convencion­al, sus enormes gafas, o el hecho de que trabaje –ella gana más que él–, levantan ampollas. El matrimonio sufre un duro golpe cuando en 1980 Bill pierde la reelección. Hillary adopta entonces el apellido de casada, transforma su imagen física y se convierte en la “arquitecta de la resurrecci­ón política” de Bill, en palabras del periodista Carl Bernstein. No sólo volverá a ser reelegido; será gobernador durante un decenio.

Mientras los Clinton levantan su trampolín a la Casa Blanca, los negocios de Trump parecen ir viento en popa. En los ochenta compra una compañía aérea, dos casinos y un hotel en Atlantic City y el hotel Plaza en Nueva York. Incluso flirtea con lanzarse a la campaña presidenci­al de 1988. Cuando una mujer blanca es violada y asesinada en Central Park y cinco menores negros son detenidos (acabaron ab-

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2. Donald Trump y su esposa Ivana en una fiesta en 1978
3. Clinton y Ted Kennedy trabajando en la reforma sanitaria en 1993, durante la presidenci­a de Bill
4. Trump en una fiesta de los...
1. Bill Clinton y Hillary Rodham, en sus días de universita­rios 2. Donald Trump y su esposa Ivana en una fiesta en 1978 3. Clinton y Ted Kennedy trabajando en la reforma sanitaria en 1993, durante la presidenci­a de Bill 4. Trump en una fiesta de los...
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