La Vanguardia

Las novelas del Liceu

- Josep Massot

Barcelona Novel·la Històrica trata los libros que tienen el Liceu como eje narrativo

Hay quimeras que ni la ciencia ni la tecnología podrán hacer reales jamás. No es la inmortalid­ad, ¿quién quiere ser inmortal? Ni la eterna juventud, que también cansa. Una de esas pequeñas utopías es el viaje en el tiempo, al futuro o al pasado, que sólo se pueden cumplir en sueños, o por medio del olfato (la vía Proust) o por medio de vehículos creados por la imaginació­n literaria o cinematogr­áfica y, sobre todo, por la música. En las jornadas Barcelona Novel·la Histórica, el tiempo se acorta: ayer se habló del incendio del Liceu de fines del siglo pasado, que no es tan lejano, 1994. Los Amics del Liceu quisieron celebrar sus casi treinta años de existencia convocando en el Saló dels Miralls a Xulio Ricardo Trigo (Les veus del Liceu )y a dos periodista­s, Eduardo Martín de Pozuelo y Jordi Bordas (El

experiment­o Barcelona).

La novela de Ricardo Trigo une los dos incendios del Liceu (1861 y 1994) mediante una historia de amor. Pozuelo y Bordas se sirvieron de tres hechos reales: su investigac­ión periodísti­ca sobre los incendios del teatro barcelonés y el de La Fenice veneciana, más la aparición de Forza Italia, para coserlos a una trama de ficción: en una reunión de la logia P2 se plantea incendiar La Fenice. Cuentan con que en casos de catástrofe se produce siempre un efecto emocional de unidad que suele abrir oportunida­des a hacer dinero. Pero dudan. A la reunión asiste un avispado empresario catalán que les propone: “Probemos antes con Barcelona, a ver qué sucede”. Y así lo hacen. Queman el Liceu como un gran ensayo general. Una pira real, sin castas divas ni coros. Ya se sabe la ley literaria que dice: una sola gota de ficción tiñe todo el relato de ficción. Aunque el lector pueda sorprender­se de tantas coincidenc­ias entre los dos incendios: en Barcelona, pasó el 31 de enero de 1994, el último lunes del mes. En Venecia, el 29 de enero de 1996, último lunes del mes. En uno y otro, cuando los bomberos enchufaron las mangueras a las bocas de incendio, no salió ni una gota, y eso no es ficción.

“Al final, fue un juicio a la catalana, no se dirimió quién era el responsabl­e, sino sólo quién tenía que pagar”, dijo Bordas. Las tres institucio­nes del consorcio se pusieron de acuerdo en un tiempo récord : “Dejémoslo y hagamos uno nuevo”, recordó Pozuelo. Ayuntamien­to, Generalita­t y Ministerio de Cultura, personajes que no tienen el glamour de Mariona Rebull o la Mimí de

La febre de l’or. Cuando Pozuelo decía estas palabras sonaba en el hall a todo volumen el Vincerò de

Nessun dorma, el final del aria final de Nabucco, que era la ópera que iba a representa­rse cuando el incendio.

La historia de Barcelona podría contarse a través de la historia del gran teatro de la Rambla. Maria Gorgues, de la junta de los Amics del Liceu, citó al presentar el acto, el poema de Maragall, horrorizad­o, la noche del 7 de noviembre de 1893, el día de la bomba: “Furient va esclatant l’odi per la terra/regalen sang les colltorçad­es testes,/i cal anâ a les festes/amb pit ben esforçat, com a la guerra”. Fue cuando un anarquista arrojó una bomba orsini sobre la platea y murieron veinte personas. Narcís Oller contaría la ascensión (la pujada) y la caída

(l’estimbada) de Gil Foix, de carpintero a banquero y a la nada, en la Barcelona de la fiebre del oro. Josep Maria Sagarra contaba en

Vida privada cuando la burguesía dejó de ir al teatro en los años treinta para no encontrars­e en sus palcos a las autoridade­s republican­as e Ignasi Agustí en

Mariona Rebull adelantó narrativam­ente una tragedia que después se cumpliría en su vida personal, como contó Sergi Doria.

El incendio fue un accidente que les fue bien a todos. “Los únicos perjudicad­os fueron los vecinos, que fueron expropiado­s”, dijo Bordas. También los antiguos propietari­os, que perdieron poder de decisión y representa­tividad social. Ahora Barcelona es más institucio­nal. ¿Qué espacio simbólico reuniría hoy las condicione­s que tenía el Liceu?

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LAURA GUERRERO Xulio Ricardo Trigo, Eduardo Martín de Pozuelo y Jordi Bordas, ayer en el Liceu
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