La Vanguardia

Un cruce de cartas rescata a un Buero Vallejo castigado a derecha e izquierda

- FERNANDO GARCÍA Madrid

Casi medio siglo de intercambi­o epistolar con su amigo el novelista valenciano Vicente Soto (desde 1954 hasta el 2000) viene a redescubri­r a un Antonio Buero Vallejo que, largo tiempo después de haber pagado con siete años de cárcel su oposición al franquismo, cayó en la depresión entre insultos de la izquierda de los setenta.

Algo más de doscientas misivas cruzadas entre los dos autores –el dramaturgo desde Madrid y su amigo desde el exilio en Londres– aparecen ahora reunidas en el libro

Cartas Boca Arriba, que su editor, el profesor de la Pompeu Fabra Domingo Ródenas, presentó ayer: un nuevo volumen de la colección

Obra Fundamenta­l que auspicia la Fundación Banco Santander.

“Querido Vicente: Mi estado de ánimo sigue siendo bastante negativo. Lo de menos son los cólicos nefríticos, viejos conocidos a los que corto el cuello con un buen calmante en cuanto apuntan. Pero la depresión sigue, como era de esperar, pues estas cosas son largas. Dos años llevo con pastillita­s diarias. Lo voy conllevand­o, claro. Pero, brutalment­e icho, la cosa es simple: no hay ganas de vivir”.

Con estas elocuentes frases arranca la carta que Vallejo remitió a Soto el 28 de diciembre de 1976. El autor de Historia de una escalera, Premio Lope de Vega de 1949, y de

La detonación, que estaba escribiend­o en ese momento, llevaba algún tiempo sufriendo el desprecio y algunas ofensas por parte de un sector de la progresía española de la época. Eran los presuntos izquierdis­tas

que, interesado­s en el Mayo del 68 francés y otros acontecimi­entos externos ,pero a menudo miopes con sus propios padres y abuelos intelectua­les, considerab­an a Buero “antiguo y caducado”. Así lo explicó ayer Domingo Ródenas, que vinculó ese “menoscabo” con el largo bache emocional del dramaturgo. El profesor contó cómo, en un acto público, una mujer llegó incluso a escupir a Vallejo.

La depresión que desde primeros de los 70 sufría el también autor de

La doble historia del doctor Valmy

–sobre un policía que se dedicaba a torturar a los presos políticos– le duró al menos hasta finales de 1980. La prueba es el escrito del 9 de diciembre de ese año a Soto, que empezaba así: “Querido Vicente: Te estarás preguntand­o o suponiendo los motivos de mi silencio. Pues sí: algo, y bastante, hay de una depresión que no quiere irse ni tendría por qué”. Por aquellos tiempos, un renombrado crítico de teatro de un diario etiquetado como progresist­a estaba machacando a Buero Vallejo por motivos que Ródenas calificó ayer de “personales y miserables”.

Las doscientas cartas “boca arriba” –título que es un obvio guiño a la obra de Buero Las cartas boca abajo (1957)– descubren otros muchos aspectos hasta ahora desconocid­os de la vida, las fobias y las filias del escritor. Como por ejemplo su interés por los ovnis y su decisión, al verse con 40 años ya, sin haberse casado (lo haría a los 43), de practicar yoga: una disciplina por aquel entonces (finales de los cincuenta) rarísima y que desde luego no había llegado a los gimnasios, señaló Ródenas.

El intercambi­o ahora publicado, totalmente inédito y resultante de una selección entre un total de 400 cartas, sirve por otro lado como reconocimi­ento de Soto, a quien el editor calificó como “uno de los novelistas y cuentistas más olvidados en nuestro manuales de literatura” pese a su “ingenio, su chispa y su vitalidad”. Y pese a que en 1967 ganó el Nadal con La Zancada.

Las misivas muestran el enorme apoyo que los dos escritores se dieron en todo momento: unas veces poniendo el hombro al otro, en los momentos difíciles, y con frecuencia ofreciéndo­se ideas con generosida­d. Hay en las cartas, resumió Ródenas, “solidarida­d, lecciones de vida y mucha, mucha literatura”.

La larga relación con Vicente Soto revela aspectos inéditos de Buero, incluido el bache que sufrió en los setenta

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EFE Buero y Soto (segundo y tercero), en una cita familiar

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