Trump sacude al mundo
El nuevo líder de EE.UU. asume la victoria con un discurso que busca superar la división Su llegada pone en peligro tratados comerciales, las alianzas militares y el pacto climático Inquietud en la UE por el nuevo orden y el populismo en Francia, Alemania
La inesperada victoria de Donald Trump fue acogida ayer con estupor y prevención en la mayoría de los países occidentales. El primer mensaje del presidente electo de Estados Unidos fue conciliador, consciente de la enorme división existente en el país.
Cuando, avanzada la noche, la victoria de Donald Trump empezaba a tomar cuerpo en el escrutinio, el presidente Barack Obama lanzó un escueto mensaje: “No importa lo que pase, por la mañana volverá a salir el sol”. Era un llamamiento a la calma ante la posibilidad de que la angustia por el resultado derivara en disturbios. Los temores del presidente no eran infundados, porque las elecciones constatan una vez más la profunda división del país. Hay un dato muy significativo. El candidato republicano ha ganado las elecciones con algunos votos menos que su derrotada contrincante, Hillary Clinton. Eso no le quita mérito a la victoria, porque Trump ha sabido atender mejor las ansias de rebelión de los estadounidenses contra la globalización. El 45.º presidente liderará un cambio de rumbo de Estados Unidos que tendrá consecuencias todavía imprevisibles para el resto del mundo.
“Quiero decirle a la comunidad mundial que, si bien siempre vamos a poner en primer lugar los intereses de Estados Unidos, vamos a tratar de manera justa con todo el mundo”, fue el mensaje más conciliador que fue capaz de incorporar el presidente electo a su discurso de la victoria.
Y se trata de un cambio de rumbo que supone un giro de 180º en prácticamente todas las políticas desarrolladas por la Administración en los últimos ocho años y, en lo que se refiere a la política exterior, un verdadero cambio de paradigma sin precedentes en el último siglo. Lo había advertido el propio Trump en su discurso de aceptación de la nominación republicana en la convención de Cleveland. “Lo que más nos diferencia de nuestra oponente es que, frente al globalismo, vamos a defender el americanismo”. En otros términos, Trump pretende sustituir el multilateralismo que ha practicado Obama para reconciliar a Estados Unidos con el resto del mundo tras la invasión de Irak, por un bilateralismo proteccionista que es lo que causa todas las incertidumbres. Trump ha prometido para sus primeros cien días de gobierno retirar a Estados Unidos de prácticamente todos los acuerdos mundiales laboriosamente trabajados por la Administración Obama: el pacto mundial contra el cambio climático –el acuerdo de París– vigente desde hace apenas una semana; el tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC o Nafta); el acuerdo Comercial Transpacífico establecido con otros once países, o el acuerdo nuclear con Irán, auspiciado por las Naciones Unidas. Durante la campaña Trump ha prometido revisar incluso los acuerdos de cooperación militar con los aliados asiáticos y hasta la propia Alianza Atlántica. Es pronto para decirlo, pero si Trump cumple lo
“Ahora es el momento en que EE.UU. debe unirse y curar las heridas de la división y lo tenemos que hacer juntos” “Prometo que voy a ser el presidente de todos los estadounidenses”
“El nuestro es un movimiento de estadounidenses de todas las razas, religiones, orígenes y creencias que espera y desea un gobierno al servicio del pueblo”
prometido, lo que plantea es un nuevo orden internacional.
En cuanto a la perspectiva interna, el resultado en votos no empaña el triunfo sin paliativos de un Partido Republicano que –a pesar de estar sumido en una profunda división y haber gestionado la campaña en plena batalla interna–, con el liderazgo de Trump, además de conquistar la Casa Blanca, ha mantenido la mayoría conservadora en las dos cámaras del Congreso. Lo que le va a facilitar a Trump gobernar con absoluta comodidad.
Hasta Paul Ryan, todavía líder de la mayoría conservadora y detractor inequívoco de Trump, reconocía ayer que el triunfo republicano había superado todas sus expectativas. Ryan se deshizo en elogios ayer del presidente electo en un intento desesperado por salvar su puesto. Trump ha prometido cambiar las estructuras de poder de Washington, y el establishment del partido que tanto le ha denostado aguarda con inquietud las medidas del líder para unificar el partido.
Trump ha conseguido la victoria gracias sobre todo al apoyo obtenido en los estados industriales del Medio Oeste, que en el 2012 apoyaron a Obama –Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin– y otros dos estados clave de la costa atlántica, Florida y Carolina del Norte. Los obreros de la industria más castigados por la crisis y las deslocalizaciones, en su mayoría afiliados a los sindicatos de orientación demócrata, han sido seducidos por el discurso populista de Trump. “Los mineros volverán a la mina y sentirán de nuevo el orgullo de serlo”, decía en campaña. También los trabajadores del campo, que se han movilizado en estas elecciones bastante más que en las anteriores para votar al candidato republicano.
Algunas encuestas postelectorales señalan que hasta un 10% de votantes que apoyaron a Obama en el 2008 y el 2012 lo han hecho ahora por Trump y le han entregado la presidencia. A Clinton le han fallado los afroamericanos y los jóvenes. Los hispanos han aumentado la participación, pero han mantenido prácticamente la correlación habitual. Dos de cada tres han votado demócrata, y uno, republicano. Clinton ha ganado en las grandes ciudades y entre los universitarios, y Trump ha arrasado entre la gente con pocos estudios y habitantes de zonas rurales. La ventaja que la candidata demócrata ha logrado con las mujeres la contrarrestó Trump en la misma proporción con el apoyo de la mayoría de hombres.
Hillary Clinton esperó hasta ayer por la mañana para dirigirse a sus seguidores y al país. Aceptó la derrota y admitió el dolor que sentía, pero llamó a sus partidarios a no desfallecer en la lucha por sus ideales. “Hemos visto que nuestro país está más dividido de lo que pensábamos –advirtió– pero sigo creyendo en Estados Unidos (...) Debemos aceptar este resultado y mirar hacia el futuro (...) Nuestra democracia constitucional exige nuestra participación, no sólo cada cuatro años, sino todos los días, así que vamos a hacer todo lo posible para seguir avanzando en las causas y los valores que todos apreciamos. Hacer que nuestra economía funcione para todos y no sólo para los de arriba, proteger nuestro país y nuestro planeta y romper todas las barreras que impiden a cual- quier estadounidense alcanzar sus sueños (...) Esta derrota duele –concluyó–, pero por favor nunca dejemos de creer que la lucha por lo que es justo vale la pena”.
Existe unanimidad en que el primer desafío del 45.º presidente de Estados Unidos es reconciliar el país consigo mismo, unir la nación. Lo admitió él, lo dijo Clinton y lo reiteró el presidente saliente, Barack Obama. Donald Trump se comprometió a ello de entrada en su discurso de la victoria: “Ahora es el momento para que Estados Unidos cure las heridas de la división y lo hemos de conseguir juntos, republicanos, demócratas e independientes de toda la nación, es la hora de caminar juntos como un pueblo unido. Prometo que voy a ser el presidente de todos los estadounidenses”.
Una intervención conciliadora que contrasta con la estrategia polarizadora que Trump ha mantenido durante toda la campaña estigmatizando a las minorías hispana y musulmana. Ahora dice, en cambio, que su movimiento político “está compuesto por los estadounidenses de todas las razas, religiones, orígenes y creencias”.
Fueron buenas palabras que difícilmente tranquilizaron a los once millones de inmigrantes sin papeles que viven y trabajan en la sombra bajo la amenaza de deportación que el presidente electo ha prometido llevar a cabo con mayor determinación que sus antecesores. Obama no pudo aprobar por ley la reforma migratoria, pero ha dictado varias medidas por decreto para aliviar la situación de algunas familias, y Trump ha prometido derogarlas en cuanto tome posesión. Y lo mismo piensa hacer con la reforma sanitaria que ha proporcionado seguro médico a veinte millones de ciudadanos que no lo tenían.
El presidente Obama invitó al presidente electo a visitar hoy el que será su nuevo hogar, la Casa Blanca, y después de haber anunciado durante la campaña los riesgos que suponía la elección de un hombre como Trump para dirigir el país, ayer pasó página. “En realidad –dijo–, estamos todos en un mismo equipo. Todos queremos lo mejor para este país y necesitamos unidad, inclusión y el respeto de unos a otros y espero que se va a mantener este espíritu”.
Los obreros del Medio Oeste que votaron a Obama se han pasado al bando republicano
Inquietud en el ‘establishment’ republicano ante los cambios internos
“Esta derrota duele, pero nunca dejemos de creer que la lucha por lo justo vale la pena”
El presidente saliente invita hoy a su sucesor a visitar su nuevo hogar, la Casa Blanca