La Vanguardia

La mala memoria de la vergüenza

- Màrius Carol DIRECTOR

GARCÍA Márquez escribió en La mala hora que “la vergüenza tiene mala memoria”. Era una manera de decir que la vergüenza nos interpela de tal modo que intentamos no recordar aquello que nos ha ruborizado, porque no seríamos capaces de convivir con nuestro sofoco durante mucho tiempo. De alguna manera, la vergüenza es la mentira que decimos cuando hablamos de nosotros mismos, los únicos a los que segurament­e somos incapaces de engañar. Nuestras pequeñas miserias son el espejo en el que nunca queremos mirarnos, porque nunca el azogue nos devuelve nuestra mejor cara. Baltasar Gracián lo dijo de forma más directa: hemos de proceder de tal manera que no nos sonrojemos de nosotros mismos.

Somos capaces de ser hirientes, tremendame­nte crueles o de plantar cara a cualquier explicació­n en las redes sociales porque podemos esconderno­s en el anonimato. Pero cuando acudimos a las urnas, sólo nos damos explicacio­nes a nosotros mismos, así que podemos actuar en función de nuestros más bajos instintos sin miedo a ser descubiert­os. Hace unos años, las encuestas nos permitían conocer la opinión de la gente, ahora los sondeos a pie de urna resultan un fracaso notable. La gente miente cuando se le pregunta qué ha votado. Los ciudadanos sienten vergüenza cuando emiten su voto. A menudo, ponen la papeleta que más les conviene en el sobre aunque no sea lo más acertado para la colectivid­ad. Pero son tiempos egoístas, menos solidarios de lo que parece, escasament­e ejemplares. Los encuestado­s no dicen que votan a Trump, si bien luego ponen su nombre en la urna. Trump ha perdido en todas las encuestas pero ha ganado en las elecciones. El miedo es un valor superior a la vergüenza, así que preferimos traicionar nuestra palabra a dar explicacio­nes sobre nuestro voto. EE.UU. tiene nuevo presidente, lo que parece increíble es que lo haya conseguido sin que nadie diga que le ha votado.

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