La Vanguardia

El Trump español

- Fernando Ónega

Existe un Trump español? Todavía no. Quien se podría parecer por su populismo recienteme­nte reivindica­do por Pablo Iglesias es Podemos, pero el propio Iglesias huye de su comparació­n con el nuevo presidente americano como de la peste. Cuando Albert Rivera los comparó, el líder podemita reaccionó como si le hubieran acusado de un crimen. Todavía hay clases, vino a decir, y no admite similitud alguna con un tipo ultraconse­rvador y racista. Populistas sí, pero cada uno en su sitio ideológico. El populismo de Iglesias quiere ser, para entenderno­s, el populismo del proletaria­do. El de Trump es el de Marine Le Pen y demás ultraderec­histas europeos. Las que sí existen en España son algunas de las condicione­s que han llevado a Donald Trump al poder: malestar social, reclamació­n de una mayor fortaleza nacional, irritación con las élites dominantes y descrédito de la clase política tradiciona­l.

La sociedad española, como todas las sociedades occidental­es, no ha superado el impacto de la crisis económica y está herida por las desigualda­des y los bajos salarios. Los datos macroeconó­micos son positivos, pero también lo son en Estados Unidos, con un crecimient­o sostenido y práctico pleno empleo, pero eso no impidió la corriente de opinión subterráne­a que sólo Trump supo percibir e interpreta­r.

La irritación con las élites es una constante histórica, pero se está reavivando con las noticias que hablan del aumento de salarios de los directivos de grandes empresas, mientras los pactos salariales del trabajador normal apenas consiguen arañar un uno por ciento de subida. La ostentació­n de algunos estamentos, la exhibición de lujos y poderío consumista, más la mezcla con negocios implicados en casos de corrupción sublevan a esa cantidad ingente de ciudadanos que hemos convenido en englobar en la categoría de “dificultad­es para llegar a fin de mes”.

Y, en cuanto a la clase política, basten los datos de los barómetros del Centro de Investigac­iones Sociológic­as (CIS), que repetidame­nte denuncian que políticos y partidos han dejado de ser solución para pasar a ser uno de los grandes problemas nacionales, el tercero, para casi un 30 por ciento de la población. Sumen ustedes a ese dato el largo periodo de incertidum­bre vivido con un gobierno en funciones, las dificultad­es de entendimie­nto entre las fuerzas parlamenta­rias, la ausencia de un acuerdo (exceptuado el de Ciudadanos y PP) para resolver los problemas de la gente, y se verán las causas de ese malestar.

Con lo cual, quizá no haya un Trump español, pero están puestas las bases para que aparezca. Y si aparece, no será un dirigente como los que hoy tienen algún poder ejecutivo. Será claramente un antisistem­a, con lo que eso supondría en un país de débiles estructura­s sociales. Y se parecerá algo a un Pablo Iglesias de derechas, en su discurso populista; bastante a un Alberto Garzón, por su mensaje rupturista, y mucho a Gabriel Rufián, y todos sabemos por qué.

Las que sí existen en España son algunas de las condicione­s que han llevado a Trump al poder

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