La Vanguardia

Todo un descanso

- Imma Monsó

Me plantea mi vecina, con dos hijos de 13 y 15 años en un instituto público, la siguiente duda: ¿ha de darse por convocada a la huelga de deberes? Ahora no estoy en la enseñanza ni tengo hijos pequeños, por lo que no había pensado aún en el asunto. Para satisfacer su curiosidad y la mía, hago averiguaci­ones en la página de la entidad convocante, la Ceapa. Y no cabe duda: la convocator­ia no va dirigida a los hijos sino a los padres, en especial a esos híbridos que llamaremos

padres-alumnos, esto es, padres que, mimetizado­s con sus hijos hasta extremos inimaginab­lemente dolorosos, sufren en silencio una sobrecarga de deberes injusta y colosal. Pero hay más: para los padresalum­nos catalanes resulta más complicado averiguar si están o no están llamados a la huelga: la Fapac abandonó la Ceapa en el 2011, lo que equivale a decir que los padres-alumnos catalanes de la primaria no estarían convocados. Pero la Fapaes, que agrupa a los padres de alumnos de secundaria, sigue dentro de la Ceapa, con lo que en rigor los padres-alumnos catalanes de secundaria sí están llamados a boicotear los deberes.

En favor de la Fapaes y la Fapac hay que decir que no parecen mostrar gran entusiasmo por la convocator­ia, o al menos no destacan la campaña en sus páginas web. Quizá están ocupadas en tareas dignas de mayor empeño (Lomce, recortes, ratios, etcétera), o quizá se han quedado sin habla tras ver en la suculenta página de la Ceapa –Educacions­indeberes.org– un argumentar­io contra los deberes merecedor de un análisis detallado que tendré que dejar para otra ocasión. Ahora lo más urgente es decirle a la vecina que sí, que como madre-alumna de dos chavales de secundaria está llamada a alentar (tal vez incluso obligar) a sus hijos a sumarse a la huelga de deberes.

“¿Y cómo lo hacemos?”, me dice. Le envío el cartel de la Ceapa. Sobre el eslogan “En la escuela falta una asignatura: mi tiempo libre”, aparece un visual con múltiples alternativ­as a estos fines de semana sin deberes. Todas edificante­s y, sobre todo, realistas. “Ordenar la casa todos juntos” (¿pero no era tiempo libre?). “Hacer una ruta en transporte público” (esto para los que van al cole en taxi). También proponen “Visitar juntos un museo”, “escribir una tarjeta a los abuelos” o “hablar sobre la violencia de género”. Hoy por hoy, mi vecina no ha iniciado la huelga ni ha decidido qué actividad elegir. Y es que primero tendrá que superar la fase más peliaguda: convencer a sus hijos de 13 y 15 años para que prefieran escribir una postal al abuelo. Obligarles a ordenar la habitación también propicia mucha cohesión familiar. Con suerte, la discusión será tan animada (tal vez con violencia de género incluida), que podrá considerar­se una actividad por sí sola. En ese caso, ya no habrá que hacer nada más. Todo un descanso.

Mi vecina no tiene claro si se ha de dar por convocada a la huelga de deberes

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