Una esquina muy intensa
He aquí en cierto modo la historia de una esquina de Paral·lel, 56-58 con Nou de La Rambla, 103, que rinde al otro costado del Arnau.
Mientras la del mítico teatro, que se desmorona ante una desidia municipal que viene de lejos, es una trayectoria intensa pero lineal, la del otro costado resulta apasionante y más representativa. Sí, representativa del Paral·lel cambiante, fruto de la incertidumbre urbanística, pero al propio tiempo de una vitalidad colosal. De ahí ese desfile empresarial que a renglón seguido trataré de evocar, que constituye un desfile incesante de cambios de dueños, géneros artísticos, de iniciativas y también de fracasos, y todo ello merced a la persistencia de un público fiel y apasionado. ¡Pasen, señores, pasen…! Puesto que en algunas épocas las fincas se unieron y también se cambió de una calle a otra la puerta de entrada, no complicaré el relato y pasaré a obviar detalles secundarios.
Todo principió en 1900, con un humilde y chiquito cafe Lyonés, encajado en un simple barracón de madera. Fue adquirido de inmediato por la empresa El Paraíso, que amplió para instalar un café y un café concierto con su nombre. Ya en 1901 cambiaba de manos y se convertía en Trianón, un café concierto con fachada a Paral·lel y que puede ser estimado como el pionero y modelo de los que luego proliferaron. Su acierto le llevó a añadir el café Lyonés en el costado de Nou.
En 1904 Trianón se transformó en Gayarre, auspiciada la operación por Joan Mestres Calvet, que en 1915 y más profesionalizado dirigió durante muchos años el Liceu. Le imprimió un rumbo ambicioso. En 1914 pasaba a ser Pompeya, cabaret y café concierto de empuje; en 1920 sufrió un atentado, con trasfondo político anarquista que nunca se aclaró. Su empresario era Antoni Astell, por cuyas manos pasarán El Molino y Salón Amaya. Decidió ampliar sensiblemente el local, y así inauguró Hollywood en 1931. Era una lujosa sala de baile, en la que actuaba la orquesta del famoso maestro Demon; en 1938, la guerra le obligó a bajar la persiana.
Lo reabrió en 1940, pero la imposición política de prohibir nombres extranjeros le indujo a reabrirlo como Casablanca. Cerró en 1948.
Pasaron unos años, pero la huella había quedado en aquella esquina tan intensa. Y así fue como se abrió un bar pequeño y sin pretensiones, pero que recuperaba el nombre Pompeya, que pasó a ser absorbido por el Club Bagdad, en el que actuaba Bella Dorita, que lo compró en 1956. Se transformó en Bodega del Toro, que finalmente en 1975 pasó a ser Bagdad, que se ha ganado celebridad en el mundo entero.
De la mano de Bagdad y El Molino se mantiene aún vivo algo del estilo y la energía de lo que fue aquel Paral·lel único y fabuloso.
En el chaflán de Paral·lel y Unió hubo desde 1900 un desfile incesante de locales diversos