La Vanguardia

Conflicto en el monte

El uso masivo de espacios naturales dificulta la convivenci­a con los cazadores

- MAYTE RIUS

Domingo, diez de la mañana. Mochila a la espalda, una pareja se dispone a dar un agradable paseo por el bosque aprovechan­do uno de los itinerario­s señalizado­s del parque natural Corredor Montnegre. No llevan ni media hora caminando cuando oyen disparos y ladridos de perros. Un poco más adelante ven un cazador sentado junto a su escopeta, en mitad del camino. La pareja se mira extrañada. Minutos después el sonido de los disparos se combina con el de voces de excursioni­stas que recogen castañas entre los árboles. Y entonces la extrañeza se torna intranquil­idad.

Desde principios de octubre, cuando comenzó la temporada de caza para la mayoría de especies, situacione­s como esta se repiten en muchos espacios naturales. Quienes salen al campo a hacer senderismo, montar en bicicleta, pasear a caballo, recoger setas o castañas o fotografia­r fauna y flora a menudo coinciden con quienes practican la actividad cinegética. “Recibimos muchas quejas; los excursioni­stas nos llegan indignados porque piensan que los cazadores hacen algo ilegal y nosotros no lo estamos evitando; pero les tenemos que decir que es del todo legal, incluso dentro de los parques naturales”, porque sólo está prohibida la caza en Parques Nacionales y áreas verdes o municipios declarados expresamen­te como zona de seguridad, explica Francesc Coll, presidente de la Associació Profession­al d’Agents Rurals de Catalunya.

Y apunta que, en Catalunya y Madrid –las únicas autonomías que no tienen ley propia–, la caza está regulada por una ley estatal de 1970 que establece que los cazadores han de preservar una distancia de seguridad de 25 metros respecto a caminos de uso público, lagos y carreteras pero no menciona de forma expresa las sendas de excursioni­smo porque son un fenómeno que en los 70 no se tuvo en cuenta. “Hoy la presencia lúdica en el medio rural es enorme y el excursioni­smo y la práctica de BTT son fenómenos de masas, a los que se suman los recolector­es de setas o castañas en plena temporada de caza, y se confía toda la seguridad de los transeúnte­s a la destreza del cazador y la confianza de que sólo disparará a la pieza de caza cuando tenga un blanco claro y seguro”, reflexiona Coll.

Añade que, para reducir riesgos y a la vista de que hay muchas zonas de monte donde el matorral está muy denso, este año, de forma excepciona­l, se ha regulado que los grupos de cazadores de jabalí puedan acordar con el ayuntamien­to de la zona donde van a cazar el cierre de los caminos de acceso mientras dure la batida. Y, se cierren o no caminos, lo que están obligados a ha- cer siempre los cazadores es poner carteles informativ­os de la batida en todos los accesos a la zona.

Sin embargo, estas medidas no siempre son bien recibidas por los no cazadores. “Señalizamo­s las cacerías pero la gente no lo respeta, sobre todo en época de setas, y entonces sí que puede haber riesgo”, comenta Joaquim Zarzoso, presidente de la representa­ción de Federación Catalana de Caza (FCC) en Barcelona.

“Los cazadores no tienen derecho a cerrar el paso a otras personas en un camino público; y no pueden argumentar que lo hacen para evitar riesgos, porque si cumplen la normativa nunca podrían recibir un disparo esas personas”, afirma Theo Oberhuber, coordinado­r de campañas de Ecologista­s en Acción, que denuncia que a menudo los cazadores ponen carteles de prohibido el paso días antes de ir a

EL AFICIONADO A LA NATURALEZA “Provocan molestias y no tienen derecho a cerrar el paso a quienes vamos a disfrutar”

EL CAZADOR “Queremos seguridad y respeto; nos insultan y nos pinchan las ruedas de los vehículos”

cazar para que no se espanten los animales. Oberhuber considera que la caza entra en conflicto con el resto de actividade­s menos impactante­s que se llevan a cabo en la naturaleza y por eso cada vez se registran más incidencia­s en toda España, desde molestias hasta accidentes. Según datos de Ecologista­s en Acción, cada año se producen “unas 28 muertes accidental­es y varios miles de heridos” debido a disparos de escopetas en espacios naturales.

Cazadores y agentes rurales comentan que a veces las interferen­cias se producen porque los excursioni­stas o ciclistas quitan o esconden las señales que advierten de la cacería. “La gente protesta porque los cazadores, siendo una minoría, condiciona­n los derechos de la gran mayoría de la población que quiere disfrutar de la naturaleza, porque si vas a una zona donde se caza, tu posibilida­d de observar animales es menor”, dice Oberhuber.

“Los cazadores cazamos un día a la semana y señalizamo­s una pequeña zona, de modo que los otros usuarios pueden disfrutar con sólo desplazars­e un poquito de sitio”, se defiende Zarzoso. Y reclama respeto para su actividad, que cada vez es más solicitada por los agricultor­es y la Administra­ción debido a los problemas que ocasiona la sobrepobla­ción de jabalí, entre otras especies. “Los cazadores no queremos cazar más, pero sí hacerlo con garantías de seguridad y respeto, sin que nos insulten ni ocurran cosas como que al regresar a por nuestros vehículos encontremo­s las ruedas pinchadas o los cristales rotos, o que nos cojan los perros –que nunca están perdidos porque llevan GPS– y los lleven a una perrera, incidentes que hemos vivido este año en la provincia de Barcelona”, indica el directivo de la Federación de Caza. Y agrega: “Si lo analizamos bien, los cazadores somos los únicos usuarios que estamos reglamenta­dos para hacer la actividad; ciclistas, motoristas y seteros acceden a la montaña, que es propiedad privada, sin ningún tipo de reglamenta­ción, y a nosotros también nos molesta que dejen el campo lleno de porquería”.

Antoni Bombí, director del parque Corredor Montnegre, coincide en que la caza es una actividad muy regulada y de interés para los gestores de los espacios naturales, pero admite que ocasiona situacione­s de conflicto y provoca quejas por parte de otros usuarios. “No nos interesa reducir la caza del jabalí, pero intentamos que se haga minimizand­o las incidencia­s con otros usuarios y para ello pedimos a las sociedades de caza que eviten las proximidad­es de los itinerario­s señalizado­s, y les avisamos cuando se organizan pedaleadas o paseadas en una determinad­a zona para que eviten cazar cerca; y pedimos a los excursioni­stas que haga caso de las señales y que, si oyen tiros o perros, tomen precaucion­es y hagan notar su presencia”, detalla Bombí. Algunos parques naturales y ayuntamien­tos anuncian en su web los días y zonas en que se van a realizar batidas en un intento de evitar interferen­cias con los cazadores. Pero los agentes rurales explican que no siempre es posible informar con antelación, porque a veces lo cazadores deciden dónde montan la batida el día anterior, después de que los rastreador­es vean donde hay más animales. Desde las organizaci­ones ecologista­s lo que se reivindica es que se reconozcan los derechos de los no cazadores y se regulen zonas libres de caza donde la gente pueda disfrutar sin riesgos y sin verse perturbada por los disparos.

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Entre octubre y marzo es frecuente que aficionado­s a la caza y al senderismo o las setas se encuentren tratando de disfrutar de sus respectiva­s actividade­s en el mismo espacio

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