Más que un cirujano
UMBERTO VERONESI (1925-2016) Oncólogo italiano
Umberto Veronesi, fallecido a consecuencia de una pulmonía cuando estaba a punto de cumplir 91 años, era una institución en Italia, uno de esos personajes que hacen sentir al país el peso de su bagaje cultural, tradición científica y pensamiento humanista. El eminente oncólogo no sólo fue un médico de prestigio mundial sino que también se dedicó –fugazmente– a la política, escribió libros e intervino en el debate público en cuestiones éticas controvertidas.
El “cirujano de la esperanza”, como lo definió el diario La Repubblica, dedicó toda su vida a la lucha contra el cáncer, en concreto a tratar los tumores de mama. Muy sensible a la psicología de la mujer, desarrolló técnicas quirúrgicas, como la cuadrantectomía, destinadas a evitar al máximo la extirpación del seno de las pacientes. Eso mejoró la calidad de vida y la autoestima de millones de ellas en todo el mundo. Él mismo practicó al menos 30.000 operaciones. En más de una ocasión explicó que, al inicio de su carrera, debía confiar en la mera sensibilidad de sus manos para detectar los tumores, pues no existían todavía avances técnicos como las mamografías y ecografías.
Obstinado, rebelde y provocador, Veronesi no aguantó demasiado en los puestos políticos para los que fue nombrado. Ejerció de ministro de Sanidad en el gobierno del socialista Giuliano Amato, entre el 2000 y el 2001. Años después, entre el 2008 y el 2011, ocupó un escaño en el Senado por el Partido Demócrata, que dejó para ser, durante unos meses, presidente de la Agencia para la Seguridad Nuclear italiana, nombrado por Berlusconi.
El cirujano fallecido libró diversas batallas en el ámbito de los derechos civiles. Era un defensor de la muerte digna, de la despenalización de la eutanasia y del mantenimiento del aborto legal. Abogó por los derechos de los homosexuales, incluido el matrimonio con los mismos derechos. También se batió contra el maltrato de los animales –era vegetariano–, incluso para experimentos científicos, y por la legalización de las drogas blandas. Fue, asimismo, un convencido pacifista y defensor del medio ambiente. Esto último no le impedía preconizar la energía nuclear. Pensaba que era una alternativa ideal frente a energías mucho más contaminantes.
Veronesi fue un hombre muy vitalista hasta el final, lleno de proyectos e inquietudes. Reivindicaba, por ejemplo, la práctica del sexo hasta edades avanzadas. Sobre la sexualidad futura tenía sus propias opiniones. Creía que la bisexualidad sería la norma debido a la evolución de la especie, que desarrolla ya menos hormonas, tanto masculinas como femeninas, porque el tipo de vida moderna no lo requiere. Llegó a predecir que los órganos sexuales se atrofiarían, que la procreación quedaría separada definitivamente del acto sexual –pues se impondría la fecundación artificial y la clonación– y que el sexo se practicaría por mero afecto entre personas, siendo indiferente si se trata de relación heterosexual o homosexual. “Es el precio que se paga por la evolución natural de la especie –dijo–. Y es un precio positivo porque nace de la búsqueda de la paridad entre sexos”.
En una especie de testamento enviado a La Repubblica y dirigido a los médicos jóvenes, Veronesi los instó a cultivar la duda y a ser transgresores, como él, para lograr avances. “Escribí en uno de mis últimos libros que he llegado a la conclusión de que el oficio de hombre es pensar –señaló–; pensar de modo autónomo, conscientemente, para construir un sistema libre de interpretación del mundo”.