Trump, aun sin cultura
Actores, cantantes y escritores se volcaron con Clinton
Hollywood y la música estadounidense han sido señalados como focos de colonialismo cultural global, pero su poder tiene límites. Todo Hollywood y el star
system musical estadounidense en pleno no han sido suficientes para parar a Donald Trump. Ambos colectivos, desde Meryl Streep, Matt Damon o Steven Spielberg hasta Rihanna, Cher, Lady Gaga, Beyoncé y Pharrel Williams, se han empleado a fondo en la campaña de la ya ex primera candidata a presidenta de EE.UU.: para el cierre de campaña en Filadelfia Hillary Clinton contó con Bruce Springsteen y Bon Jovi. Pese a lo cual, contra todo pronóstico Pennsylvania ahora es republicana. Un bando al que en el mundo de la cultura apenas apoyan un puñado de famosos: Clint Eastwood, Jon Voight, Kirstie Alley o Lou Ferrigno, de El increíble Hulk.
Artistas como Jeff Koons crearon obras para financiar a Hillary. Y escritores como John Grisham y George R.R. Martin hicieron campaña por ella. El autor de Juego de
tronos declaró sobre Trump: “En mi vida no ha habido un candidato presidencial menos adecuado para liderar esta nación”. Pero ni la cultura más popular ha bastado.
El catedrático de Teoría de la Literatura de la Universitat Pompeu Fabra Antonio Monegal, que pasó 14 años en EE.UU., señala para empezar que “el antiintelectualismo es un componente cultural de base muy extendido allí, hasta el punto de que la separación del espacio de la política y de la cultura es mucho mayor que en Europa”. No hay ni política cultural y apunta que de hecho “el votante medio de Trump que se siente menospreciado por su situación marginada en la economía se siente aún más menospreciado por su carencia de cultura. Y Trump en eso tiene credenciales impecables. No es sospechoso de ninguna afición cultural, como no sean los concursos de mises. No lee ni va al teatro, eso le ha separado siempre de la élite de Nueva York”.
En buena parte por esas razones la campaña de Hillary sólo ha tirado de la parte más espectacular de la cultura. Aunque eso tampoco haya sido ninguna garantía. “Que Springsteen tiene un compromiso progresista, lo sabemos, pero la mayoría no aceptaríamos consejos para votar de los cantantes que escuchamos. Además, esos actores y cantantes que apoyan a Hillary son parte del sector de ricos que es visto como parte de los culpables de lo que está pasando”, apunta.
En cualquier caso, ironiza, “no es catastrofista que no se escuche a la cultura, tampoco se la escucha aquí”. Pero sí lo es “la línea divisoria en estas elecciones: la conexión entre cultura y educación”. “Hay todo un sector de gente con un nivel educativo más bajo, con escasa formación para la sofisticación intelectual, que se apunta a Trump más allá de todo lo razonable. Algo falla en un sistema donde no consigues
que se transmita respeto por el otro ni algo tan elemental como la importancia del razonamiento crítico. Muchos sentimos una desesperación semejante a la de mucha gente en los años treinta. Hay una subida de unos populismos que son fascismos más o menos light donde hay racismo, la culpa de los problemas es del otro y un demagogo millonario tirando a megalómano puede hacer creer a la gente que está preocupado por ellos. Las sociedades neoliberales donde la única medida es el dinero, y así han medido a Trump, y donde el enriquecimiento del ser humano a través de la cultura tiene un papel escaso, están condenadas a ir en esta dirección”.
El artista Francesc Torres, que acaba de volver de EE.UU., donde ha llevado a cabo buena parte de su carrera y donde vota, apunta a otro factor. Recuerda que “la cultura americana, la popular y de élite, es al 90 y muchos por ciento demócrata. Eso viene de lejos, de la caza de brujas de McCarthy, donde vivió en sus carnes el ataque de la derecha. Y ha ido subiendo de tono sus intervenciones electorales en los últimos años, sobre todo esta vez”. Y señala que “Hollywood es Hollywood y todos quieren tenerlo detrás”. “Si hay un país donde la cultura puede tener peso político importante, es allí. Pero como en cualquier país del mundo, la cultura tiene el peso que tiene. Y no puede cambiar los candidatos. No ha sido suficiente para que gane Clinton, que no es demasiado querida por nadie. Yo apoyé a Bernie Sanders hasta que se retiró. Luego mucha gente ha apoyado a Clinton con una pinza en la nariz, pero otros que apoyaban a Sanders ni han votado”, concluye.
El director del Teatre Lliure, Lluís Pasqual, hace una reflexión que cruza el océano: “No sé si es la desatención de los gobiernos a la cultura la que hace como retorno que la cultura no tenga ninguna incidencia o la propia cultura no la tiene. Hace años aquí antes de las elecciones había manifiestos y pedían la firma a gente de la cultura. Ahora no hay. No sirve”. Por otra parte, advierte, es la política hoy la que utiliza el lenguaje del teatro, con puestas en escena, coreografías y un actor sobreactuado con 16 años de experiencia de televisión: “El espectáculo era él, malo, pero él”.
SIN AFICIONES CULTURALES “Trump no lee ni va al teatro, eso le ha separado siempre de la élite neoyorquina”